Opinión Internacional

Desencantados de la democracia

Asunción (AIPE)- Los países latinoamericanos están decepcionados de la democracia; Paraguay, Honduras y Perú son los más decepcionados. Los paraguayos en mayoría (75%) están dispuestos a aceptar un régimen no democrático o de “mano dura” si ello mejora la situación económica. Quizás olvidaron los 35 años de la miserable tiranía stronista. Pero muchos son jóvenes y ya casi no pueden imaginar cómo era la espantosa dictadura que fue derribada a cañonazos 17 años atrás, en un glorioso 3 de febrero de 1989.

La desilusión de los pueblos se origina en las falsas expectativas que surgieron con la llegada de la democracia. Se esperaba que el gobierno “de, por y para” la gente acabaría el desempleo, pobreza, corrupción y los grupos privilegiados. La desilusión fue cruel. La gente no se había percatado que la democracia por sí sola no puede promover el crecimiento económico ni traer la prosperidad a los pueblos. La democracia puede ser una bendición, pero a menudo se la usa para violentar la igualdad, la libertad y el estado de derecho.

Lo que el progreso requiere es una república constitucional que garantice los derechos individuales y la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Los gobiernos que no están limitados a la protección de los derechos individuales, fácilmente derivan en el fascismo y la tiranía. Un ejemplo clásico es el régimen criminal de Hitler, electo por el voto de la mayoría del pueblo Alemán. Otro ejemplo es el gobierno arbitrario de Hugo Chávez, también electo por una mayoría de los venezolanos.

En la república constitucional, en cambio, las mayorías no pueden atropellar los principios elementales del estado de derecho ni violar los derechos de propiedad o restringir las libertades individuales. Lo importante para el desarrollo es la sólida protección del individuo contra las mayorías que suelen votar tanto a favor de la libertad como del estatismo, la opresión, abusos, confiscaciones, privilegios, protecciones y subsidios, en beneficio de los distintos grupos de presión con fuerza política y a costas del resto de la gente.

En la república constitucional se reconoce que los derechos individuales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad derivan de la naturaleza humana o surgen de Dios y son anteriores al Estado. Estos derechos no pueden ser abolidos o limitados por los gobiernos y las leyes. Los hombres dan su vida por la libertad, pero luego las mayorías sancionan leyes que les arrebatan esa misma libertad.

El hecho que las personas puedan votar libremente no significa que sus representantes sabrán defender sus derechos. Por eso la función esencial de los gobiernos republicanos debe ser la protección de los derechos individuales de cada ciudadano. Estos gobiernos no solo deben sustentarse en el consentimiento de los gobernados, sino estar estrictamente limitados por la constitución a la función de justicia, seguridad, defensa nacional, educación y salud pública.

En las democracias todo es susceptible al voto. Y, si bien se sustentan en el voto de las masas, no están limitadas a la protección de sus derechos individuales. Por eso degeneran en populismo, estatismo y corrupción. Las legislaturas suelen aprobar todo tipo de leyes liberticidas, sin restricciones, dependiendo solo del número de votos que obtiene un proyecto de ley. El imperio del número, a diferencia del imperio de la ley, no protege a las minorías, ni ofrece la seguridad y estabilidad necesarias para atraer inversiones, crear empleos y generar crecimiento. Por eso la democracia intervencionista solo ha traído violencia, injusticias y miseria a los países latinoamericanos.

Los pueblos para prosperar necesitan de la libertad política, pero más necesitan de la libertad económica y de sólidos derechos de propiedad. Deben tener la más amplia libertad de producir, sin excesivas regulaciones, impuestos y corrupción. A la democracia se avanza mejor con una economía de mercado y una próspera clase media, que en medio de la indigencia y el estatismo. Pretender lo contrario, convierte a los pueblos en víctimas de demagogos que se eternizan en el poder atizando la envidia, resentimiento y desesperanza.

(*): Corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.

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