Opinión Internacional

Despues de la ejecución de Sadam

Por principio, soy contrario a la pena de muerte, sin embargo no hay duda que Saddam Hussein hizo suficientes méritos para merecerla. Saddam no sólo es responsable directo de la muerte y/o tortura de centenares de miles de sus conciudadanos, incluyendo mujeres y niños, además del asesinato de sus dos yernos, a quienes había públicamente perdonado, después de estar involucrados en una conspiración en su contra. Para poner en perspectiva la ejecución, habría que tener presente que en el mundo musulmán la pena de muerte es muy común, aún en el caso de delitos menores o que ni siquiera son propiamente delitos en Occidente, como el adulterio de la mujer, por ejemplo. Además, también es necesario recordar que ningún jefe de Estado del moderno Iraq ha muerto en su cama por causas naturales, salvo el primer Rey Feisal, el amigo de Lawrence de Arabia y Gertrude Bell, la llamada “Reina del Desierto”, quien fue su asesora política y quizás “algo más”. La muerte de Saddam cierra un ciclo en la historia iraquí, Saddam gobernaba en primera persona desde 1979, sin embargo ya desde inicios de la década de los ’70, Saddam Hussein, como Secretario General del partido gobernante Baath y como Vice-Presidente, era el verdadero poder “detrás del trono” de su primo y Presidente Hassán Al Bakr. Se cierra también el ciclo de la supremacía política de los árabes sunnitas, la minoría dominante en el Iraq moderno, desde su creación como Reino en 1921. Los árabes sunnitas representan sólo menos del 15% de la población iraquí, mientras los árabes chiítas son por lo menos el 60% de la población. Los Kurdos de religión sunnita no alcanzan el 20%. El resto está compuesto por pequeñas minorías de turcos, asirios y armenios. Iraq fue evidentemente una creación artificial, fruto de los acuerdos Sykes- Picot de 1916, donde británicos y franceses se dividieron sus áreas de influencia en Medio Oriente. Iraq quedó en la esfera británica. En la actualidad, los EEUU se encuentran en una difícil situación, ganaron la guerra rápidamente, sin embargo subestimaron los obstáculos para la implantación de un Estado democrático, en un país integrado por comunidades étnicas, divididas por la religión y la historia. Esto favorece la estrategia terrorista de Al Queida y los restos del Baath de Saddam Hussein, que buscan crear las condiciones para una guerra civil e impedir la gobernabilidad democrática. Es evidente que el objetivo fundamental de los terroristas, mal llamados”insurgentes”, no es atacar a las tropas extranjeras, sino asesinar, indiscriminadamente, al mayor número de civiles chiítas de su propio país. Las milicias chiítas del influyente clérigo Muktada al Sadr, fuera del control del gobierno de mayoría chiíta de Al Maliki, responden con matanzas de sunnitas, profundizando las tensiones entre las dos comunidades. Pronto veremos los resultados del nuevo plan estratégico del Presidente Bush, que tiene el apoyo del gobierno del Primer Ministro Al Maliki y de los países árabes moderados, como Arabia Saudita, Egipto y Jordania, que incluye el envío de 25.000 soldados adicionales por un período limitado, pero indefinido de tiempo. En todo caso el retiro, más o menos definitivo de la mayoría de las tropas, no creo que pueda postergarse mucho más allá de las elecciones presidenciales norteamericanas del 2008. La opinión pública no lo toleraría. Por lo tanto, los EEUU y sus aliados tienen aproximadamente dos años para estabilizar la situación y entregarle a las fuerzas armadas iraquíes la plena responsabilidad para la seguridad de su país. El fracaso en esta misión implicaría muy probablemente, una guerra civil abierta entre las comunidades étnico-religiosas, con la posibilidad de una desintegración de Iraq, con consecuencias gravísimas para la región. En efecto, Irán apoyaría a los chiítas, los países árabes a los árabes sunnitas. Turquía e Irán intervendrían violentamente para impedir la independencia kurda, por los efectos irredentistas sobre sus propias poblaciones kurdas. Los únicos ganadores en este “río revuelto” serían los terroristas islámicos fundamentalistas de Al Queida, cuyo caldo de cultivo perfecto es el caos y la anarquía de los Estados fracasados o fallidos. Véase a este respecto el reciente caso de Somalia. Por eso, Etiopía, con abierto apoyo norteamericano, intervino militarmente para impedir un gobierno islamista, tipoTalibán, en Mogadishu.

La situación del mercado petrolero favorece a los países productores porque la escasez de capacidad productiva excedente y la creciente demanda mundial mantienen elevados los precios del crudo. Por tanto, la economía mundial es altamente vulnerable frente a cualquier disrupción de la producción petrolera. Irán está evidentemente aprovechando esta coyuntura favorable para lograr su objetivo de obtener el arma nuclear, apostando al fracaso de las sanciones aprobadas en el Consejo de Seguridad de la ONU. En este contexto, es evidente que Israel, después de las amenazantes declaraciones del Presidente Ahmadinejad sobre la futura desaparición del Estado judío del mapa, debe estar planificando algún tipo de acción militar preventiva. Afortunadamente, los expertos nos dicen que todavía faltan algunos años para que Irán tenga una capacidad nuclear operativa. La llegada al gobierno palestino de Hamas, que no acepta la existencia de Israel y no ha renunciado al terrorismo, deteriora aún más la situación en la región. Irán y Siria apoyan a Hamas y EEUU y sus aliados de la región apoyan al Presidente Abbas y Al Fatah. Los palestinos se encuentran en medio de una verdadera guerra civil, de “baja intensidad”, por ahora. Siria, con el apoyo de Irán, que controla al partido-milicia Hezbollah en el Libano, está tratando de recuperar la perdida influencia en ese país, después del asesinato, por mandato sirio, del ex Primer Ministro Rafik Hariri. Además es evidente que Siria, a través de su control de la facción más extremista de Hamas, cuyos líderes residen en Damasco, se esfuerza por impedir cualquier avance sustancial en el proceso de paz entre Israel y los palestinos, para evitar que ese eventual acuerdo aleje indefinidamente la recuperación del territorio sirio de la colinas del Golán, ocupadas por Israel, una primera vez, en la guerra de los siete días en 1967 y después definitivamente en la guerra del Yom Kippur de 1973. Después del fin de Saddam, el Medio Oriente “está que arde”. Irán y Siria son las potencias revisionistas del “status quo”. Occidente debería enfrentarse a este desafío, con una inteligente mezcla de “zanahoria y garrote”. Incentivar la conducta moderada con una negociación que ofrezca premios sustanciales y aceptables, como el retorno de las colinas del Golán a la soberanía siria, pero advirtiendo claramente que se enfrentarán con todo vigor las pretensiones sirias en Líbano y las amenazas iraníes a la existencia del Estado de Israel

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