Opinión Internacional

Día Nacional de la Juventud

Me consta que no estoy capacitado para diferenciar si este día en Sudáfrica existe una celebración hacia la juventud o un reconocimiento al símbolo que representa la resistencia y la lucha contra el apartheid.  Sin dudas es una conmemoración de lo que nunca debió ocurrir, ni debe volver a suceder.  África, continente castigado desde tiempos remotos, donde la historia del continente negro comienza con pena; amén de ésas enormes riquezas y bellezas naturales, encontró en Sudáfrica un icono de resistencia hacia la segregación racial.

Aquella imagen tomada por Sam Nzima, muestra toda la angustia y agonía no solo de un ser humano, sino de una raza entera.  Tampoco se limita a una expresión de dolor en el sentimiento, más bien es un dolor que se siente con el cuerpo, con el alma.  Cabe la pregunta; ¿es necesario llegar a la muerte?.  No solo fue la muerte de Héctor Pieterson, detrás hay cientos de otras muertes anónimas, el lado oscuro de la luna es mucho más frío y tenebroso.  Pero lamentablemente no estamos “solo” ante un problema racial, la yaga es más grande y la aureola involucra directamente a otros actores que sacaron provecho y beneficio del apartheid.

No es, simplemente, el hecho o el acto que encierra la muerte de un niño de doce años; puesto así, la figura de mártir minimizaría una cuestión más compleja.  Se tiñeron del rojo sangre demasiadas escuelas, calles y manos.  El resultado final debe avergonzar desde el más humilde hasta el más ilustrado de los hombres.  No fue, ni pudo ser, solo un tema de enfrentamientos de colores blancos y negros, ni sus matices grises rinden cuentas a procesos políticos y réditos económicos que utilizaron a la sociedad como una excusa vana para exprimir otros recursos mucho más rentables que la vida.  Enfrentar a blancos y negros era el mejor pretexto para esclavizar y dominar un “todo” sin importar atropellar y violar derechos individuales y colectivos.

El tiempo es algo incontrolable y no podemos tomar acción sobre el, es indomable.  No podemos volver atrás y cambiar los hechos, es una tarea imposible, no está a nuestro alcance.  Lo que sí está a nuestro alcance es el aprendizaje que aquellas experiencias han dejado como legado, como un modo referencial para unir el pasado con el futuro.  Está en nosotros, blancos, negros, mestizos, mulatos, todos; en asumir el compromiso de enseñar la historia de las sociedades y que es posible una convivencia y coexistencia pacifica y tolerante.  Es claro y lógico educar a nuestros niños que la tolerancia es parte del patrimonio moral y ético de cada ser; donde el primer paso está en respetar al “otro” en todas sus dimensiones.  Lo que ocurrió aquel 16 de junio de 1976 puede ser evitable porque podemos ser lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta que nada de aquello fue bueno o pudo ser bueno.

Quizás el mejor reconocimiento que podemos otorgar y brindar a aquella lucha pasa por la educación.  En la educación está el secreto para fomentar y estimular los buenos hábitos de relaciones sociales; fortalecer la calidad y calidez humana puede ser un elemento importante dentro de las planificaciones y proyectos pedagógicas.  Adentrarnos en estos diseños educativos obliga o debe poner en común acuerdo a todos los actores institucionales y gubernamentales; es o debe ser un respaldo incondicional, profesional y eficiente.  Es, en toda su espectro, una empresa que necesita de todos, el afinado y refinamiento de los procesos tienen que tener objetivos bien definidos y fines comunes que lleguen a todos los sectores sociales y reducir las necesidades y urgencias que limitan los espacios compartidos (la educación es un bien común y debemos considerarlo como un capital universal).

Sin dudas, la educación es la apertura para comprender, formar parte e integrar libremente una sociedad local y mundial.  Dentro de la educación está la previsión de muchos males, incluyendo el respeto y la valorización del individuo como miembro de la sociedad sin importar inclinaciones políticas, el color de la piel, los credos, ideas y convicciones.  Se me ocurre que la mejor forma de presentar mis respetos es reflexionar y replantearme muchos temas; sin olvidarme de apretar fuete y elevar mi puño al cielo.

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