Opinión Internacional

Dilma viene a descongelar proyectos en infraestructura

Un cambio trae la visita de Dilma Rousseff a la Argentina la próxima semana. El Moreno que se llevará el Oscar (de actuación de reparto) no será el Guillermo de Comercio Interior sino el patagónico. Porque con el glaciar Perito Moreno de fondo, la fotografía de souvenir ya está asegurada: será el 7 de marzo, cuando Dilma Rousseff y Cristina de Kirchner se reúnan en ése «mi lugar en el mundo», como llama la presidente argentina a El Calafate. El paisaje glacial sin duda pesó en la agenda a tratar: apuntará a levantar el mercurio en el termómetro de temas de mediano y largo plazo en la relación bilateral, últimamente signada por las trabas y dimes-y-diretes comerciales. De un lado lo llaman la «Agenda de Integración en infraestructura». Del otro, la «Agenda Patagónica».
 
Es que con la pared de hielo como testigo se buscará descongelar una línea de financiación del BNDES (banco de desarrollo estatal, que apoya inversiones de empresas brasileñas) para las dos represas hidroeléctricas proyectadas sobre el río Santa Cruz (son las ex-Cóndor Cliff y Barrancosa, ahora renombradas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic), en cuya licitación han hecho ofertas las constructoras Odebrecht, OAS y Alstom Brasil integrando distintos consorcios con empresas argentinas. El costo total de la obra se estima en u$s 24.000 millones. 

En Brasilia dicen que son conscientes del interés argentino en que el 50% de ese proyecto tenga «financiación de afuera», pero también señalan que es una cuestión de números (una finesse para bajar expectativas). De los u$s 6.600 millones previstos en la cartera del BNDES para la Argentina, ya u$s 4.400 millones fueron destinados a proyectos en ejecución. «Los 2000 restantes podrían adjudicarse de inmediato para proyectos a ser implementados», apuntaron a Ambito.com desde Brasilia.
 
Pero las de la provincia de Santa Cruz no son las únicas hidroeléctricas proyectadas. Otra yunta sobre el río Uruguay (Garabí sobre la costa correntina y Panambí sobre la misionera) sorteó los 20 meses de estudios preliminares y estaría por cruzar el umbral hacia su ejecución, con una obra estimada en tres años de duración. De allí que entre los funcionarios ya anotados para llegar a Buenos Aires en la avanzada presidencial (la mandataria brasileña no pasa por la capital: va directo a Santa Cruz el mismo 7), están, además del canciller Antonio Patriota, el ministro de Industria y Comercio Fernando Pimentel (tiene schedule armado para el lunes 4 con sus contrapartes argentinas), y el de Minas y Energía Edison Lobao.  
Habría para firmar, comentan en Brasilia, un refuerzo en el contrato bilateral que provee gas licuado a Brasil vía Uruguayana por el ducto gasífero argentino. Es que por la merma energética ocasionada por la escasez de lluvias y alguna traba con el suministro desde Paraguay, Brasil viene comprando afuera su propia provisión de gas GNL que desembarca en el puerto de Bahía Blanca y desde allí es transportado por el sistema de conexión argentino para ingresar a Brasil por el sur de su frontera. 

Pero ese refuerzo en infraestructura no sería todo. Entre los funcionarios que vienen en la delegación brasileña, que a partir de este viernes ayudará a coordinar desde Buenos Aires el embajador Luis María Kreckler, está Bernardo Figueiredo, el CEO de la Empresa de Logística y Planeamiento, una estatal creada por Dilma para agilizar proyectos de infraestructura y obra pública dentro y fuera de Brasil. Figueiredo trae bajo el brazo una «obsesión» de la administración dilmista, como es la conexión bioceánica que persigue Brasil. Esta salida al Pacífico y sus mercados que tienen en marcha proyectos de pasos cordilleranos en San Juan (Aguas Negras) y Mendoza (Aconcagua), necesariamente debe complementarse con una conexión terrestre ferroviaria, recalcan en Brasilia. Por eso, Figueiredo viene «a dejar cerrado el tema de aunar las trochas», en una línea férrea amalgamada que desde el sur de Brasil atravesará la Argentina para terminar en Mendoza. 

Después quedan, como siempre, lo que el gobierno de Brasil califica de «demandas sistémicas» comerciales: es decir, darle celeridad al ingreso de productos de exportación. Del otro lado de la mesa, Argentina también pide apurar el reloj en la exportación de langostinos (la primera tonelada salió de Chubut en enero), en la regularización del ingreso a Brasil tanto de fruta fresca como de algunos medicamentos, además de nuevas especificaciones en el acuerdo automotriz. 

También en el tintero está la renegociación para el proyecto en Malargüe de Potasio Río Colorado, «freezado» por ahora por la gigante minera Vale. En círculos diplomáticos de uno y otro lado aseguran que las presidentes ya lo tienen descongelado.
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