Opinión Internacional

Diplomáticos vs lobbistas

Me llamó la atención una nota de prensa del diario El Comercio, que se refiere a la contratación de un gobierno latinoamericano de una empresa de cabildeo dentro de Estados Unidos con la finalidad de ayudar a mejorar la visión que se tiene de esa administración en la Presidencia y en el Congreso sobre ese país. No quiero quitarle mérito a la decisión política de esa capital ni al sistema de cabildeo que funciona en algunos lugares y especialmente tal como opera principalmente en Estados Unidos y del cual aprendimos hace muchos años su «modus operandi» en varios clásicos universitarios.

Las empresas e individuos que se dedican al cabildeo en Estados Unidos, especialmente, son parte de una estructura que,aunque legal, no siempre ha sido tan transparente y ética al momento de usar sus métodos de influir en la clase dirigente y en las decisiones del Estado.

La reseña de prensa me hizo recordar un episodio hace algunos años en donde me tocó participar en un encuentro referido a la utilización en Venezuela de una de estas empresas. En algún momento de la reunión ante los lobistas y sus promotores en Venezuela expuse mi sorpresa por el intento de utilizar esos servicios, en primer lugar, por considerarlos innecesarios en ese momento, pues la inversión era gruesa y los beneficios no se aseguraban. Además, la coyuntura política y su relacionamiento con ese país no dependían de unos lobistas y entendía, por otra parte, que para Venezuela limpiarse la cara en Washington no era una prioridad de política exterior aunque así le pareciera a quienes veían prioritario utilizar los servicios de estas empresas con sus célebres gestiones de pasillo.

Además, lo que realmente me parecía absurdo y de allí el objetivo de este artículo, es el de insistir en que los lobistas de un país extranjero son precisamente los diplomáticos y que es una gran contradicción que además de los cuantiosos recursos que presupone mantener misiones diplomáticas en el exterior también se deba invertir en estos «servicios». Me parecía la propuesta en aquel entonces un atajo. Es precisamente una de las tareas de los funcionarios diplomáticos lograr relacionarse con los distintos actores que interactúan en la toma de decisiones a distintos niveles en las localidades en donde se ejercen sus funciones. Por supuesto, el principal «lobista» de un país es su embajador. Cuando se tiene que recurrir a estos «apoyos» el trabajo de los profesionales de la diplomacia no está funcionado o no saben cómo hacerlo. Por supuesto, habrá quien piense que todos los recursos al alcance son válidos para lograr objetivos. Ello, puede ser cierto, cuando se trata de utilizar lobistas en temas de política interna y además cuando la práctica está legalizada. Sin embargo, desde el punto de vista de la diplomacia, no es útil y menos cónsono con las responsabilidades de una embajada que se utilicen estos servicios cuando tiene a nacionales acreditados que deberían estar en capacidad de vincularse con diversos organismos y autoridades. Algunos países han utilizado estos mecanismos especialmente cuando se refiere a la protección de intereses comerciales. Sin embargo, en lo que se refiere a la relación entre los estados, los verdaderos y efectivos representantes deben ser los diplomáticos y las naciones deben basar sus premisas de honestidad y dignidad en los momentos de tratar de influir o dar a conocer sus intereses frente a otros países. Los diplomáticos entrenados saben cómo hacer cabildeo.

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