Opinión Internacional

¿Donde está el gobernante?

El gobierno declara que está actuando en aras de la unidad y sin embargo
desoye el pedido del pueblo cruceño de no traer tropas militares, milicias
campesinas, ponchos rojos, e indígenas convertidos en soldados.

En realidad el gobierno no puede justificar lo injustificable, porque no
existen argumentos racionales que lleven a pensar que esta marcha militar es
en aras de la unidad del pueblo boliviano. El discurso del gobierno resulta
en este aspecto tan poco coherente como impositivo. Tras las palabras
acomodadas podemos leer: lo haremos porque queremos hacerlo, porque así lo
hemos decidido y porque por último nos da la gana. La marcha militar
miliciana prefabricaba nos muestra que tiene un claro objetivo político que
cumplir y que este es además parte de una estrategia de poder. La verdad nos
hará libres, dice el evangelio, y por eso podemos decir con total
tranquilidad y sin temor a equivocarnos que esta movilización de tropas, es
imprudente e inoportuna. En honor a la verdad y a la justicia, decimos que
esta acción gubernativa es desatinada, imprudente, provocativa y una
estrategia que se arriesga a llevar al pueblo a la violencia y a la
confrontación.

El buen gobierno une con acciones sabias, con una práctica de tolerancia que
no exige que sean tolerantes, sino que se exige serlo para bien de todos los
que lo han designado en la acción de gobernar.

Veamos como actuaba el gran Pericles, un preclaro ateniense que llevó a su
ciudad a su máximo esplendor en el siglo V. a.C. según un relato del
historiador Romano Plutarco en su célebre libro Vidas Paralelas:
Imperturbable en el decir, sucediese lo que sucediese. Pericles, con el
tono inalterable de su voz, asombraba y maravillaba a todos. En una ocasión
un hombre infame y sin vergüenza le estuvo insultando todo el día y lo
aguantó hasta el ágora, mientras despachaba los asuntos que le presentaron.

A la tarde, se retiró tranquilo a su casa, y aquel hombre se puso a
seguirlo: vomitando contra él toda clase de injurias. Llegó Pericles a su
casa cuando ya había oscurecido y mandó a un criado que encendiese un hacha
y fuese a acompañar a aquel hombre hasta su domicilio.

También podemos recordar a Diógenes cuyo fantasma tal vez sigue recorriendo
las calles de las ciudades de Bolivia repitiendo incansablemente: Busco un
hombre, pues no se conformaba con las apariencias de hombres y tampoco de
gobernantes que veía por doquier.

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