Opinión Internacional

Dos miradas distintas de la mundialización

Durante la última semana de enero de 2001 tendrán lugar dos eventos mundiales que miran la globalización con ojos distintos: el Foro Económico Mundial y el Foro Social Mundial. El primero congrega, desde 1971, a la élite del pensamiento neoliberal y se desarrollará, como todos los años, en la exclusiva estación de
ski de Davos, Suiza. El segundo reunirá, por primera vez, a intelectuales y líderes sociales de todo el mundo que desafían al pensamiento hegemónico y se llevará a cabo en Porto Alegre, Estado de Río Grande do Sul, Brasil. En este estado, gobierna, desde hace desde hace 12 años, el Partido de los Trabajadores con un programa de participación, inclusión social y solidaridad.

«La idea de realizar el Foro Social Mundial, en el mismo período en que se realiza el Foro Económico de Davos no es una mera coincidencia, se trata de construir un espacio alternativo al pensamiento único y a la hegemonía conservadora neoliberal», dice Miguel Rosseto, vicegobernador del Estado Grande de del Estado de Río Grande do Sul en Brasil, que forma parte del equipo organizador y que realizó una visita a Naciones Unidas en Ginebra para promocionar el evento.

Mientras Davos es impulsado por el Foro Económico Mundial, una institución privada con asiento en Ginebra que tiene como miembros a las 2000 empresas más grandes y con mayor crecimiento en el mundo, el de Porto Alegre es organizado por noventa
entidades y movimientos sociales de nivel internacional, y por una coalición de 50 entidades y organizaciones populares de Brasil.

En Davos se espera la participación de 3000 delegados que incluirán a los más altos ejecutivos de transnacionales como la Coca Cola, McDonald`s, Shell y Nestlé y a los jefes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que comandan el actual proceso de globalización, además de políticos y dueños de medios de comunicación. En años anteriores, han concurrido a Davos Bill Gates (el hombre más rico del mundo, con una fortuna de 85.000 millones de dólares, según la revista Forbes), Bill Clinton, Tony Blair, Ernesto Zedillo, Mike More, jefe de la OMC. Kofi Annán, secretario general de Naciones Unidas, también ha concurrido también a Davos, pero este año ha deseado éxito al
Foro de Porto Alegre y ha prometido «seguir las deliberaciones del Foro con especial interés», en una carta enviada a Olivio Dutra, gobernador de Río Grande do Sul.

En Porto Alegre, se espera la asistencia de 2700 delegados de pequeños campesinos, trabajadores, pueblos indígenas, mujeres, iglesias, redes ciudadanas, autoridades locales, y ONGs de América, Europa, Asia, Africa y Medio Oriente. Estarán presentes destacados exponentes del pensamiento solidario, pluralista y democrático como José Ramos Horta, Premio Nobel de la Paz 1996; el escritor uruguayo Eduardo Galeano; el teólogo brasileño Leonardo Boff; el economista egipcio Samir Amin; la escritora y líder feminista africana Vandana Shiva; el Premio
Nobel de Literatura 1998, José Saramago. Se espera la llegada de unos 150 diputados: entre otros, asistirán 10 parlamentarios suizos.

Las diferencias

Los propósitos de uno y otro foro son diametralmente opuestos. El de Davos es un instrumento para el establecimiento de la política neoliberal pura y dura, que se inició en las décadas del 70 y el 80 con los gobiernos de Pinochet en Chile, Margaret
Tatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos, y que en la del 90 se extendió a todo el mundo. De su seno han salido iniciativas comerciales de trascendencia planetaria como La Ronda de Uruguay del GATT (que luego desembocaría en la formación OMC) y el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, NAFTA (por sus siglas en inglés). Davos es el símbolo y la inspiración del dogmatismo neoliberal que proclama el achicamiento del Estado y las privatizaciones, la liberalización de los mercados y del capital, la rebaja de los impuestos para los más ricos y el recorte de los gastos sociales.

Los objetivos fundamentales del Foro de Porto Alegre son crear un espacio alternativo para el pensamiento teórico, cultural, político, económico y social, y permitir un encuentro de un conjunto de organizaciones que a lo largo de los últimos han venido resistiendo al proyecto neoliberal. «Esta idea ha sido madurada a lo largo de los últimos años y ha ganado fuerza a partir de los grandes movimientos que desbordan los espacios nacionales como Seattle, Praga, Washington, las marchas mundiales de Nueva York, y los movimientos de naturaleza continental de lucha por la tierra, la defensa de los derechos indígenas y las marchas por el empleo», manifiesta Rosseto.

Igualmente diferentes son las agendas que abordarán los dos eventos en este año. En Davos, los representantes de las corporaciones transnacionales y sus aliados discutirán temas claves como la «La formación de una Corporación Global», la
«Biotecnología: Planear nuestro futuro» y » Cómo tratar la contrarreacción de la globalización». En definitiva, en las 300 reuniones planeadas para los 6 días de trabajo, los poderosos hombres de negocios, políticos e intelectuales tratarán de
alcanzar consensos sobre los temas de la globalización que les ha favorecido enormemente- y la manera de seguir extendiendo sus negocios y su poder, neutralizando a los adversarios, cada vez más numerosos y organizados.

El tipo de globalización que promueve el Foro de Davos ha polarizado las desigualdades, las exclusiones sociales y la pobreza, aseguran sus críticos. Los tres multimillonarios más ricos poseen activos que superan el Producto Nacional Bruto de
que suman todos los países menos desarrollados y sus 600 millones de habitantes, según el Informe de Desarrollo Humano 1999 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. Mientras 200 transnacionales se reparten el mundo y son
más poderosas que muchos Estados, 1200 millones de personas viven en la extrema pobreza con menos de un dólar al día; 11 millones de niños/as menores de 5 años mueren cada año por causas que podrían evitarse fácilmente; 1000 millones de personas carecen de agua potable y 2500 millones de personas carecen de medios sanitarios de eliminación de excretas.

Frente a esta realidad, el Foro de Porto Alegre se ha planteado, como uno de los ejes de sus debates, el tema de la producción, distribución y concentración de la riqueza mundial entre las naciones y dentro de las propias naciones, y a partir de ahí, la discusión sobre el trabajo, el empleo, la hegemonía del capital financiero, las consecuencias de los planes estructurales patrocinados por el FMI y el Banco Mundial en los últimos 20 años. Un segundo tema de reflexión se dará sobre la democracia y la pérdida de soberanía de los Estados nacionales, y el comportamiento de las corporaciones y grandes agencias internacionales que no están sujetas a ningún control democrático o ciudadano.

El Foro definirá una estructura ejecutiva que le dé continuidad como red internacional, incluyendo la pluralidad de pensamientos y movimientos allí representados. «Nosotros pensamos que el Foro -dice Miguel Rosseto- deberá también producir directrices políticas que combinen una enérgica crítica a las políticas de ajuste y sus consecuencias para el conjunto de las naciones, con la formulación de alternativas al comercio internacional, al control capital financiero, los derechos sociales fundamentales y la distribución de la riqueza».

Las cartas están echadas sobre la mesa: son dos foros, dos actores, dos formas distintas de vivir y apreciar la mundialización.

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