Opinión Internacional

Ecuador: no se trató de golpe ni de rebelión

En el convulso proceso que vivió Ecuador el mes pasado pudieron identificarse con claridad tres posiciones diferentes: la golpista, la rebelde y la constitucionalista. La primera pretendía la consumación de un golpe de Estado, al estilo del de Fujimori en Perú, para instituir un régimen autoritario al margen de la Constitución. No pudo ser más clara la propuesta formulada por el ex canciller Benjamín Ortiz al alto mando militar. La segunda -asumida por los movimientos indios, algún partido de izquierda radical, organizaciones populares y nuevos movimientos sociales, y respaldada a último momento por los coroneles y oficiales de mediana y baja graduación de las fuerzas armadas- buscó derrocar a Jamil Mahuad, disolver el Parlamento y la Corte Suprema de Justicia e implantar un gobierno de facto ejercido por una «junta de salvación nacional». Y la tercera posición, alentada principalmente por la Izquierda Democrática desde hace un año, postuló la renuncia o destitución del presidente de la República y su reemplazo con arreglo al orden sucesorio señalado por la Constitución.

Por tanto, «golpistas» fueron los palaciegos que, desde las alturas del poder, empujaron el golpe de Estado cuando sintieron que el presidente se había quedado sin piso por la aplastante inconformidad popular. Los otros fueron «rebeldes», puesto que pretendieron consumar una rebelión para sustituir al gobierno en sus tres ramas fundamentales. En otra oportunidad analizaremos las razones que invocaron para ello. Lo que hoy me interesa es precisar que no es la misma cosa un golpe de Estado que una rebelión. Aunque ambos terminan por interrumpir la vida constitucional e implantar un gobierno de facto, el golpe de Estado se fragua en las alturas del poder, con el auxilio de los dispositivos del mando, mientras que la rebelión se origina abajo, en el «estado llano». Además, su inspiración, sus motivaciones, sus alcances y sus métodos son diferentes. Desde los tiempos de Gabriel Naudé, a principios del siglo XVII, la expresión «coup dEtat» se generalizó en la literatura política para significar los actos fuera de la ley de un gobernante para reforzar su poder. Los actores de un golpe de Estado son siempre los propios gobernantes. Curzio Malaparte incluso escribió un libro titulado «Técnica del golpe de Estado» para describir la instauración de la dictadura fascista en Italia a comienzos de los años 20. El caso emblemático de golpe de Estado fue el que desde el poder dio Luis Bonaparte en 1851 para restablecer en Francia el imperio y asumir la autoridad imperial. La característica del golpe de Estado es que se fragua en las altas esferas del poder.

Obligación legal

Lo que pretendieron los indios y otros grupos populares con la solidaridad de los coroneles no fue un golpe de Estado sino una rebelión, es decir, una acción insurgente forjada entre los gobernados que buscó el cambio de los titulares de las tres funciones cardinales del Estado: la legislativa, la ejecutiva y la judicial. De allí que ellos son «rebeldes» y no «golpistas». Golpistas son los de arriba, rebeldes los de abajo. No obstante, la rebelión carece de los ambiciosos propósitos transformadores de la revolución. Aquella representa un cambio de naturaleza personal en tanto que ésta entraña un cambio institucional en el Estado. Por eso José Ortega y Gasset escribió que la revolución es la insurgencia de los hombres contra los usos mientras que la rebelión es su alzamiento contra los abusos.

Lo que finalmente ocurrió fue que el doctor Mahuad, asustado por la marcha de los indios hacia la Plaza de la Independencia, abandonó el palacio y el poder para buscar asilo político en la Embajada de Chile y entonces el vicepresidente asumió el poder, como era su obligación legal.

En consecuencia, esta operación no fue «golpista» ni «rebelde» sino constitucionalista. Consumados los hechos, por el bien del país todos queremos el éxito del doctor Noboa porque Ecuador no puede darse el lujo de un nuevo fracaso.

Tomado de (%=Link(«http://www.elcomercioperu.com.pe/»,»El Comercio»)%) del Perú

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