Opinión Internacional

EE.UU. bajo ataque: el mismo perro con otro collar

Los recientes ataques terroristas contra los Estados Unidos han causado una gran conmoción mundial y son claramente la antesala de algo más grande que se avecina. Inmediatamente después de ocurridos los hechos, la prensa comenzó apresuradamente a hacer conjeturas sobre quiénes eran los responsables. Hubo varias hipótesis, pero la más difundida fue la que responsabilizaba a los árabes. Todos los medios de prensa del mundo se hicieron eco de esta hipótesis al mismo tiempo que los gobiernos y organizaciones árabes se apresuraban a desmentirla.

Es obvio que quien cometió estos atentados y se mantuvo en el anonimato, sabía que automáticamente todas las miradas iban a estar dirigidas al mundo árabe (cuando volaron el edificio federal en Oklahoma pasó lo mismo). Por tanto, teniendo antecedentes previos tan recientes, es lógico pensar que el objetivo principal del atentado pudo haber sido precisamente el de preparar a la opinión pública mundial y en especial a la norteamericana, para justificar a posteriori cualquier acción bélica contra el mundo árabe.

No sería la primera vez que el gobierno norteamericano permite, fomenta e incluso ejecuta agresiones contra su propio pueblo, con el objetivo de hacer que la opinión pública favorezca acciones bélicas que de otro modo condenaría. Ya en 1898 acusaron a España del hundimiento del USS Maine, versión que rápidamente la prensa difundió como comprobada (como pasa ahora con los árabes) logrando el ambiente propicio en el pueblo, para lanzar a Estados Unidos en una guerra contra España y así poderle arrebatar «justificadamente» los territorios de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam. Luego en 1976, el Almirante Hyman Rickover de la marina de EE.UU., realizó una investigación sobre lo ocurrido al USS Maine, y su conclusión fue que la explosión que destruyó el barco había sido autoinflingida y que los españoles no habían tenido nada que ver.

Otro ejemplo es el hundimiento del Lusitania en 1915, utilizado como excusa emocional para empujar al pueblo norteamericano a luchar en la Primera Guerra Mundial. Bastó con llenar el barco con turistas norteamericanos y sus bodegas de armamento. Los alemanes sabían que se trataba de un barco cargado de armas destinadas a Inglaterra y sacaron anuncios en la prensa norteamericana advirtiendo a los pasajeros que el barco podía ser hundido. La advertencia fue ignorada y finalmente los alemanes no permitieron que las armas llegaran a destino. Si bien el barco tenía bandera inglesa y estaba cargado de armamento (proveniente de EE.UU. que era «neutral»), factores que lo convertían en un objetivo militar válido, el sacrificio de cientos de civiles norteamericanos a bordo fue suficiente para convencer a la opinión pública de ese país que estaban siendo atacados injustificadamente por Alemania. Al poco tiempo Estados Unidos entraba en una guerra ajena a los intereses de su pueblo.

Sin embargo, el caso más notorio hasta el momento, fue el de promover y luego permitir el ataque de Japón contra Pearl Harbour, para poder empujar al pueblo norteamericano en una nueva guerra mundial contra Alemania y en favor del marxismo israelita que se encontraba en grandes aprietos.

En el verano de 1940 el Presidente Roosevelt ordenó la movilización de la flota del Pacífico a Pearl Harbour. Cuando su comandante, el Almirante Richardson, protestó porque dicho puerto ofrecía protección inadecuada contra ataques aéreos y torpedos, fue relevado del cargo. El 7 de octubre de 1940 el analista de inteligencia naval McCollum, mandó a Roosevelt un memorándum detallando cómo se podría forzar a Japón a una guerra contra Estados Unidos, proponiendo entre las opciones para lograrlo, un embargo de petróleo a los nipones. Todo lo propuesto en ese memorándum fue eventualmente llevado a la práctica.

Luego, el 23 de junio de 1941, un día después que Hitler atacó a la URSS, bastión del comunismo hebreo, el Secretario del Interior y consejero del presidente, Harold Ickes, escribió un memorándum a Roosevelt en el que reafirmaba que «…se podría generar a raíz del embargo de petróleo contra Japón, una situación tal que haría no sólo posible sino sencillo el involucramiento en esta guerra de un modo efectivo. Y si de esta forma ingresamos indirectamente, nos evitaremos las críticas de haber entrado como un aliado de la Rusia comunista». El propio Ickes hace la siguiente anotación en su diario: «Por mucho tiempo he creído que nuestra mejor entrada en la guerra sería por el lado de Japón».

Es un hecho indudable que el gobierno norteamericano supo del ataque a Pearl Harbour con suficiente antelación como para prepararse e incluso evitarlo, pero sin embargo permitieron que sucediera para lanzar al pueblo norteamericano en auxilio del marxismo. Actualmente, a más de medio Siglo de ocurrido el ataque, el gobierno norteamericano se sigue negando a identificar y desclasificar muchos documentos japoneses descifrados antes del ataque, bajo la excusa de poner en peligro su «seguridad nacional».

Para poder analizar los hechos actuales, corresponde un análisis del contexto en que ocurrieron para tratar de deducir cuáles son sus posibles causas, consecuencias y promotores. Durante más de medio siglo uno de los mayores problemas y preocupaciones internacionales, ha sido la situación creada por el establecimiento por la fuerza del estado de Israel en Medio Oriente y su sistemática política racista y genocida contra los árabes que allí habitaban.

Recientemente una gran cantidad de países integrantes de Naciones Unidas intentaron que este organismo condenara la política de Israel como racista, causando que EE.UU. e Israel se retiraran de la reunión. Esto representa un gran dolor de cabeza para los líderes hebreos, que durante siglos se han esforzado por convencer al mundo que eran víctimas del racismo y ahora demuestran ser los más racistas de todos. Por su parte, Estados Unidos está en una situación muy bochornosa, ya que tras la fachada de «defensores de la libertad y la democracia», apoyan y justifican constantemente la política genocida e imperialista de Israel. En la práctica, la postura de Estados Unidos durante los últimos 50 años, lo hacen parecer más un estado colonial manejado desde Jerusalén que un país poderoso, independiente y soberano. Toda su política internacional está enfocada inequívocamente al servicio de Israel, incluso cuando esa política va en contra de los propios intereses del pueblo norteamericano. Este total apoyo político, económico y militar por parte de Estados Unidos a Israel, del cual el pueblo norteamericano no obtiene ningún beneficio a cambio, es la causa principal por la cual los norteamericanos son vistos como enemigos por los pueblos árabes.

Volviendo a los atentados, los principales perjudicados son obviamente las víctimas y sus familiares en primer lugar, aunque ha sido también un golpe sicológico tremendo para todo pueblo norteamericano que ahora está deseoso de venganza. Otros perjudicados han sido los pueblos árabes, quienes fueron señalados colectiva e indiscriminadamente como responsables de los hecho. Dentro de éstos, el más perjudicado sin duda es el pueblo palestino y su lucha por la libertad, la cual ha pasado a ocupar un plano muy secundario en el tapete internacional. Cabe señalar que desde el día de los atentados, los israelitas han incrementado drásticamente su ofensiva militar contra el pueblo palestino, sin recibir la menor crítica de la prensa.

Es claro que Israel es el gran beneficiado de toda esta situación y por ello debería ser tomado en cuenta como uno de los principales sospechosos, aunque sus medios de prensa instalados en EE.UU. jamás vayan siquiera a mencionar esta posibilidad. En cambio se dedican a fabricar noticias que agregue combustible a la hoguera de odio que está consumiendo a los norteamericanos. Muestran imágenes fuera de contexto de niños palestinos festejando, inventan testimonios que le adjudican acento árabe a los secuestradores y repiten constantemente las imágenes del horror para causar el estado de ánimo buscado. Al mismo tiempo ha quedado en el olvido la acusación de racismo al gobierno de Israel que minutos antes del atentado tenía a la opinión pública cuestionando los miles de millones de dólares que EE.UU. obsequia a Israel todos los años.

Pero no hay dudas que las consecuencia futura más grave de todo ésto, es que ahora al igual que con el Maine, el Lusitania y Pearl Harbour, la opinión pública norteamericana ha sido preparada y manipulada para aceptar e incluso apoyar cualquier agresión armada contra un objetivo que sea señalado como responsable, haya tenido que ver o no en el asunto. Esto pone a Israel y su gobierno títere de Estados Unidos en una posición muy ventajosa, ya que tiene carta libre para atacar a sus propios enemigos con el poderío militar de sus Gurkas del norte.

Es necesario, vital para evitar una nueva Guerra Mundial, que seamos lo suficientemente inteligentes como para aprender de los engaños del pasado y que los periodistas se conscienticen que están siendo utilizados por Israel para blanquear su agenda política en la opinión pública internacional. No podemos permitir que una vez más los israelitas lancen a la guerra a los pueblos del mundo. Nosotros podemos evitarlo… debemos evitarlo.

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