Opinión Internacional

El Cacerolazo como instrumento de control

 A la vez, la propia Cristina Kirchner se vio forzada a no usar su habitual cadena nacional y se presentó en sus monólogos con un lenguaje artificialmente moderado. Días después, al recaer en el Juzgado del desacreditado Juez kirchnerista Norberto Oyarbide una denuncia penal de una ciudadana afectada contra el Secretario de Estado y matón Guillermo Moreno, el indecoroso Juez padeció otro cacerolazo cívico en la puerta de su casa y este tuvo que excusarse y remitir el expediente a otro magistrado con mejor reputación.

¿Qué nos demuestra todo esto?, que la participación cívica no solo sirve como catarsis o como herramienta visual para que pueda verse un descontento social que contrasta con la imagen hegemónica que el gobierno quiere vender de sí mismo, sino que estas manifestaciones, en la medida que van tomando una real envergadura, condicionan en mucho las decisiones políticas.

A lo dicho se le suma la incomodidad que pesa sobre la caterva gubernamental en torno a otro cacerolazo masivo previsto para el 8 de noviembre, el cual por el envión y la antelación de la organización promete ser incluso mucho mas convocante que el anterior (lo cual ya es mucho decir).

Es necesario que los ciudadanos tomen nota de que el bocinazo, el cacerolazo, el cartel artesanal o el cántico callejero ya no constituyen un mero activismo folklórico o una descarga emocional, sino que conforman un poder fáctico capaz de modificar la realidad y condicionar los actuares de la camarilla que detenta el poder estatal.

En un país en donde las instituciones son de plastilina y además los partidos políticos “opositores” se caracterizan por su debilidad política, pusilanimidad espiritual y orfandad ideológica, estos exitosos cacerolazos probablemente sean hoy el único instrumento visible que le pone freno concreto a la desvergonzada autocracia vigente.

Ya en el año 2008 protestas sociales similares a las recientes derivaron en una sonora derrota del kirchnerismo en las elecciones del 2009. Pero luego, al disminuir esta presión social durante el 2010 y el 2011, el régimen supo recuperarse y recobrar su poder. Este antecedente nos enseña que las marchas cívicas para ser políticamente útiles deben tener continuidad, perseverancia y por sobre todo sentido de la oportunidad: es tan poco útil hacer una sola manifestación anual como pretender llevar adelante una por semana fatigando o dispersando así a los vecinos.

Ahora toda la energía está colocada en punto de mira fijo, el cual es la marcha confirmada para el 8 de noviembre, el cual sin dudas se ha constituido en una fecha cierta y concreta que crispa, desorienta e intranquiliza los ánimos tanto de la viuda como de sus aplaudidores mas cercanos.

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