Opinión Internacional

El camino de Cuba

“Venezuela no es Cuba” ha sido hasta ahora el consuelo de aquellos que aún creen que el sol se puede tapar con un dedo. Cuba tampoco era la Unión Soviética cuando en un acto supremo de pragmatismo Fidel Castro ató el destino de su país a unas naciones (que más allá de la condición humana) nada tenían en común con la calidez y exhuberancia del trópico. Eran procesos distintos que obedecían a condicionantes particulares. En el caso de la revolución bolivariana y la revolución cubana existen mayores similitudes y coincidencias. No es por azar que desde hace un tiempo la vida venezolana se parece mucho a la trágica experiencia que vivieron los cubanos en los años 60 en el orden económico.

En lo político el régimen de Castro fue mucho más cruel y represivo por razones históricas. Castro llegó al poder por la vía de las armas enfrentando a la dictadura sanguinaria de Batista. El ejército del dictador desapareció con la huida de éste. Hubo caída y mesa limpia. Los fusilamientos fueron el castigo que se impuso en un contexto de violencia. El asesinato y la vendetta eran formas perversas pero comunes en la política de la Isla desde los años 30. Ello explicó que en los primeros años la resistencia al modelo castrista fuese también armada y con un saldo no cuantificable de muertos. La invasión de “Bahía de Cochinos” en 1961 y los 6 años de la contraguerrilla en el Escambray no fueron torneos de gimnasia retórica.

El sistema comunista al cual adhirió Castro para asegurar su sobrevivencia en el marco de la Guerra Fría impuso métodos brutales de opresión heredados de la propia historia de la vieja Rusia y los países vecinos. Ambos procesos cabalgaban sobre el antiguo sueño de la igualdad económica y la justicia social. No era un extravío soñar con un cielo en la tierra. Cuba estaba sola en el continente latinoamericano, pero tenía referencias, de alguna manera atractivas por sus logros materiales, que alimentaban el espíritu de combate de las mayorías desposeídas. La lucha por la independencia africana era lógico que definiera aproximaciones con los países en los cuales teóricamente se construía una sociedad que condenaba las aberrantes prácticas colonialistas. De allí el papel que llegó a jugar el Movimiento de Países No Alineados ante la polarización geopolítica de las dos grandes potencias.

El desmontaje del mundo comunista introdujo cambios en todos los órdenes, algunos de los cuales todavía no han madurado. Es un tema de suyo demasiado complejo para circunscribirlo a las líneas del análisis periodístico. Viene a cuento porque esta semana el portal “24 Horas” entrevistó al escritor cubano Carlos Alberto Montaner, quizás el más lúcido estudioso de la situación que ha padecido su país. Preguntado sobre la posibilidad que la dictadura cubana se reproduzca en Venezuela (con las diferencias y matices que son inevitables) ofreció una repuesta categórica: “los cubanos tenían la superstición de ser un pueblo que se había rebelado contra todas las tiranías y hoy es el pueblo más dócil del mundo. Bajo el gobierno de Chávez, Venezuela está repitiendo la historia que llegó en Cuba en 1959 y de la cual no se ha podido separar”. Por cierto, era Carlos Marx, quien decía que la historia se repite pero la segunda vez como comedia.

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