Opinión Internacional

El caso Chile

Los críticos del modelo chileno se han dado un banquete con las imágenes de las masivas protestas estudiantiles y la huelga general de dos días que sacudió a este país la semana pasada y que ocupó grandes titulares en todo el mundo. Pero su júbilo probablemente sea prematuro y no dure mucho.

Chile no es Libia ni Egipto ni Grecia. A juzgar por lo que vi durante los últimos días en este país, y por lo que escuché en entrevistas con personas muy diferentes, desde la líder estudiantil del Partido Comunista Camila Vallejo hasta el presidente de centroderecha Sebastián Piñera, Chile sigue siendo una de las historias más exitosas de América latina, y probablemente lo siga siendo. Es cierto que el sistema político chileno ha sufrido una de las mayores sacudidas de los últimos tiempos, y también es cierto que Chile debe reducir urgentemente sus niveles de desigualdad y enfrentar las legítimas preocupaciones de los estudiantes universitarios sobre los costos de sus estudios. Pero, en general, los logros de este país durante los últimos 20 años de democracia son impresionantes.

Consideremos:

• Desde 1990, Chile ha reducido la pobreza del 45 al 15% de la población, según la mayoría de las mediciones más que cualquier otro país latinoamericano. 

• Chile está camino de convertirse en el primer país latinoamericano en formar parte de las economías más avanzadas del mundo -las que tienen un ingreso per cápita de más de 25.000 dólares anuales- para fines de esta década. 

• Pese a haber sufrido un devastador terremoto a principios de 2010, la economía chilena creció un 5,2% el año pasado, y un asombroso 8,2% durante los primeros seis meses de este año. 

• La inflación es de alrededor del 3 por ciento. Las agencias calificadoras de crédito otorgan a Chile una A+, y la mayoría de los rankings de estabilidad política, respeto a la ley y control de la corrupción sitúan a Chile muy por delante de otras naciones latinoamericanas. 

• Chile ocupa el primer puesto en América latina en el test internacional PISA para estudiantes de 15 años en matemática, ciencia y comprensión de textos. 

La mayor asignatura pendiente de Chile es reducir la brecha entre ricos y pobres: el 54% del ingreso está en manos del 20% más rico de la población. Eso convierte a Chile en el quinto país entre los de mayor desigualdad en América latina.

Tal como pude verlo durante mi visita, las peticiones de los estudiantes gozan de gran respaldo popular. Mientras caminaba por la calle con Camila Vallejo -la carismática líder estudiantil, del Partido Comunista, de 23 años-, la gente la paraba como si fuera una estrella de rock.

Y aunque la mayoría de los chilenos simpatizan con las demandas estudiantiles referidas al costo de la educación, no comparten sus exigencias de cambiar el modelo económico. El Partido Comunista apenas llega al 5% de los votos en las elecciones nacionales.

En una entrevista en el palacio presidencial, Piñera me aseguró: «Lejos de reflejar un agotamiento del modelo, lo que reflejan las protestas es todo lo contrario: que, dados los buenos resultados de la economía chilena, la gente está pidiendo cosas que son propias de países desarrollados».

Piñera señaló que heredó el problema de los altos costos de las universidades de los gobiernos de centroizquierda que lo antecedieron. «¿Por qué cree que su índice de popularidad ha caído desde más del 50% hace dos años al 26% actual?», le pregunté.

Piñera dijo que hay una nueva ciudadanía que es «mucho más severa en la forma en que juzga a las autoridades. El gobierno ha tenido una caída en popularidad, pero la oposición ha tenido un derrumbe en la popularidad: cayó al 20%».

El viernes, dos días después de la entrevista, Piñera convocó a un «diálogo de buena fe» con los estudiantes, y ofreció nuevas medidas para «lograr que ningún joven chileno se quede fuera de la educación superior por falta de recursos». El encuentro tendrá lugar hoy en el Palacio de La Moneda.

Mi opinión: el pueblo chileno está apoyando -con razón- las demandas específicas de los estudiantes para una educación superior más asequible, pero no respalda «el cambio del modelo económico» que, gracias a la izquierda responsable que ha gobernado a este país en años recientes, ha permitido que la gente viva mejor que antes.

Los chilenos quieren un ajuste del modelo para que una porción mayor de la prosperidad de este país llegue a los más necesitados, pero no van a apoyar que se mate a la gallina de los huevos de oro y destruir una democracia estable que ha producido crecimiento continuo durante las últimas dos décadas.

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