Opinión Internacional

El choque de las “superpotencias”

Aunque era evidente por sus declaraciones y acciones desde hace tiempo, el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad finalmente precisó su sueño en forma inequívoca alardeando que “Irán es ya una superpotencia”. Y no hay nada como el orgullo nacionalista y las amenazas externas para ganar apoyo político interno, con enemigos poderosos a quien desafiar, aprovechando que EEUU está empantanada en Irak y no se atrevería a invadir por ahora la vasta nación persa. Mientras tanto aparece información fidedigna en los medios de que Irán ha acelerado el programa nuclear y que en cuestión de pocos años sería una potencia atómica, alterando todo el balance de poder en la región.

Obviamente, EE.UU. está preocupada, no sólo por los efectos de una guerra regional en el suministro petrolero a Occidente, sino porque podría sufrir una nueva humillación por sus obvias limitaciones bélicas para una ofensiva convencional. Israel también está inquieta, aunque se siente protegida por su propio arsenal nuclear, que ya nadie duda que posee, y tampoco descarta un ataque preventivo al estilo del que efectuó en Irak en 1981, a pesar de sus consecuencias temporales para el proceso de paz israelí-palestino y de la posible retaliación iraní.

Pero quienes están más preocupados son Egipto y las monarquías sunitas del golfo Pérsico, con Arabia Saudita a la cabeza, ya que le temen a una dominación regional de Irán, una nación chiíta. Como pasaba con las rivalidades entre católicos y protestantes de antaño, ambas creencias están enfrentadas, y EE.UU juega a una alineación sunita para frenar las ambiciones iraníes. Mientras tanto, Teherán busca pescar en río revuelto desestabilizando los gobiernos de Irak, Líbano y Afganistán, tratando de imponer regímenes fundamentalistas en esos países.

Washington parece seguir las recomendaciones del veterano ex canciller Henry Kissinger, que es consultado a menudo por Bush, dado su prestigio bien ganado en la crisis del Mediano Oriente de los años 70. Kissinger aconseja negociar con Irán, pero desde una posición de fuerza, algo que EE.UU. está haciendo ya al enviar dos portaviones al golfo, de ahí que las suspicacias iraníes de una inminente amenaza militar. Y la reciente “declaración tranquilizadora” del Secretario de Defensa Robert Gates, cuando dijo que EE.UU. “no tiene ninguna intención de atacar a Irán”, no hace sino alimentar la sospecha de que algo se está cocinando.

Queda por ver si Irán cede finalmente a esas presiones o sigue en el desafiante camino en que la ha enfrascado Ahmadinejad, nada constructivo para su sufrida ciudadanía pues no ganaría nada con una confrontación con Occidente. De hecho la actitud agresiva iraní está encontrando una fuerte oposición interna, que puede incrementarse en los meses por venir con las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, donde hay consenso en que no es saludable para la paz mundial otra nación atómica y menos en una región tan volátil y polarizada.

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