Opinión Internacional

El ciudadano Insulza

Poco importarían las opiniones personales del ciudadano José Miguel Insulza respecto de la vigencia de la Constitución en Venezuela, el valor que el gobierno del teniente coronel Hugo Chávez le atribuye a las normas de la convivencia democrática y el estado de postración en que se encuentran nuestras instituciones, todas ellas concentradas bajo su omnímodo poder. Tampoco tendrían la menor importancia sus observaciones acerca de los reiterados ataques que sufren nuestros medios de comunicación. Y sus evidentes inquinas contra personalidades opositoras, de las que ha llegado a manifestar, textualmente, que “se merecen lo que les sucede”. En su fuero interno, el ciudadano Insulza no simpatiza con la causa de la oposición venezolana.

Sería su pleno derecho, si el ciudadano Insulza fuera un simple hijo de vecino. De aquellos que en el tráfago de su cotidianidad y afligidos por las necesidades domésticas no se enteran de lo que sucede en nuestras atribuladas naciones y ni ecos reciben de los despojos que sufren en Venezuela gobernadores y alcaldes opositores, algunos de los cuales, perseguidos por una justicia politizada se ven en la obligación de ir al destierro – como en el pasado el propio ciudadano Insulza, cuestión que por alguna asombrosa razón parece haber olvidado -, las resoluciones de notables y prestigiosas instituciones como el Parlamento Europeo, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, la Sociedad Interamericana de Prensa, las de algunos parlamentos regionales – incluso la Cámara de Diputados de Chile – y ex presidentes como José Sarney, de Brasil, y Néstor Kirchner, de Argentina. El dossier que denuncia la violación del presidente Chávez a los principios de la Carta Democrática de la OEA es sencillamente abrumador. Comentado a diario por los medios internacionales. ¿Por qué habría de leer el ciudadano Insulza los editoriales del Washington Post o de El País, de España? No se diga los de nuestros modestos medios de comunicación. ¿Quién dice que es obligación del ciudadano Insulsa, tener constancia de la existencia de un canal de televisión venezolano llamado RCTV o de otro que recibe el nombre de Globovisión?
Pregúntele a un ama de casa madrileña por estos asuntos y seguramente recibirá una agria respuesta, como las que suele dar el ciudadano Insulza. ¿Por qué un mecánico parisiense o una secretaria de Verona tendrían que estar informados de lo que sucede en este país del cual posiblemente ni siquiera sepan su existencia?
El asunto se enturbia cuando se anota que el ciudadano Insulza nació y se crió en Santiago de Chile, país que según todas las encuestas no sólo conoce de la existencia de Venezuela, sino que sabe de su situación política y, muchísimo más grave aún, manifiesta estar tan en desacuerdo con su gobierno que más del 85% de su ciudadanía rechaza al presidente Hugo Chávez. Por lo visto, el ciudadano Insulza pertenece al restante 15%. Pues según lo declara urbi et orbi, el ciudadano Insulza no tiene nada que objetarle al gobierno venezolano ni encuentra nada sospechoso en el comportamiento del presidente de la república de ésta, nuestra atribulada Nación. Poseedor de un mayestático sentido de la mordacidad y el lenguaje entrelineado, le declara a El País, de Madrid no estar tan seguro de que en Venezuela no impere un resplandeciente estado de derecho, afirmación que según el ciudadano Insulza bien podría ser discutida, vale decir: rechazada. Indigna de merecer el envío de una comisión ad hoc para investigar del asunto in situ.

Porque para nuestra inmensa desgracia y para asombro y vergüenza de la comunidad interamericana de naciones, José Miguel Insulza no es un simple ciudadano – ignorante de los asuntos de la salud política y social de nuestros países, como pareciera serlo a juzgar por sus insólitas declaraciones. El ciudadano Insulza es nada más y nada menos que el SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS. Provoca parafrasear a su afamado compatriota Condorito y reclamar, mientras volamos por los aires: “¡exijo una explicación!”
Poseo pruebas del desprecio que siente el ciudadano Insulza por los sectores democráticos venezolanos. De la demostración de su afinidad con la autocracia que nos desgobierna, se encarga él mismo con sus extravagantes declaraciones a los medios. No se diga de las que emite en privado. Conociendo con lujo de detalles de la inescrupulosidad presidencial y su aterradora capacidad corruptora, no sería en absoluto descabellado imaginar que el ciudadano Insulza llegó a convertirse en Secretario General de la OEA gracias a maletinazos del estilo de aquellos que flotan sobre las testas coronadas de Evo Morales, Daniel Ortega, Cristina Kirchner y vaya a saber uno cuantos otros mandatarios latinoamericanos.

No encuentro otras explicaciones al contumaz desprecio que parece sentir el ciudadano Insulza por nuestro país y por nuestra democracia. Allá él. La historia da muchas vueltas. Ya su propio pueblo le dio un portazo en las narices ante sus pretensiones presidenciales. ¿Habrá sido por cierto descrédito en el que parece haberse hundido dadas sus muy grises y lamentables ejecutorias? Al parecer, no será presidente de Chile. En cuanto a la OEA, pasará a su historia como el más oscuro e insulso de sus secretarios. El nombre pesa.

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