Opinión Internacional

El fantasma de las migraciones

Mientras la globalización de las comunicaciones, el comercio y el dinero parecen signar un irremediable derrumbe de las fronteras nacionales, la contracara son las barreras a la inmigración y las preocupantes olas de violencia xenófoba.

Las migraciones son una parte consustancial de la historia de la humanidad. Sin embargo, en cada época han correspondido a situaciones diversas que las determinaron, diferenciándose, por ende, su impacto y consecuencias.

A fines del siglo XIX y principios del XX, el flujo migratorio desde Europa a América fue de la mano de la expansión económica y con ella se facilitó la amalgama entre los viejos y los nuevos pobladores. Después de la Segunda Guerra Mundial, las necesidades de crecimiento en Europa Occidental, principalmente, promovieron la inmigración de mano de obra barata. Pero la crisis económica iniciada en los setenta y la persistencia de la desocupación, provocaron un cambio en la actitud frente a los trabajadores migrantes.

De modo que junto al temor de las poblaciones nacionales por el desempleo y las restricciones económicas, comienza a aflorar en ciertos segmentos de la población un sentimiento de rechazo hacia los extranjeros, que pasan a convertirse en una suerte de chivos expiatorios de los temores de la sociedad.

En estos días, grupos de vecinos de unos pueblos de Andalucía atacaron a inmigrantes marroquíes, en una réplica patética de agresiones similares registradas en otras oportunidades en Alemania, Francia y otros países contra extranjeros pobres. En esa línea, más preocupante aún es el acceso al gobierno austríaco de un partido cuyos líderes son admiradores confesos de Hitler.

Sin embargo, los temores por el impacto que pueden tener las migraciones sobre el empleo y las identidades locales no están respaldados por la realidad. En la actualidad sólo el dos por ciento de la población mundial migra de un país a otro, principalmente por razones económicas o como consecuencia de guerras y persecuciones políticas.

En nuestro país, por ejemplo, la participación de los extranjeros en la fuerza de trabajo es poco significativa y no se le puede atribuir una responsabilidad en la desocupación de los nativos.

Se plantea así el desafío de enfrentar la xenofobia y la violencia con una combinación de tolerancia civilizada y la cooperación internacional para crear trabajo, tanto en los países de recepción de migrantes como en los que son fuentes importantes de emigración.

Tomado de (%=Link(«http://www.clarin.com.ar/»,»El Clarín»)%) de Argentina del 15 de febrero de 2000

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