Opinión Internacional

El futuro con Mariela Castro

Ella lleva un apellido que evoca campamentos y yo apenas soy una Sánchez, arrastro esa terminación “ez” que una vez significó ser el “hijo de” algún Sancho. Sí, de alguien como ese regordete sobre un burro que acompañaba y satirizaba al Quijote, aunque yo pese muchas libras menos y jamás haya galopado ni en un pony. Ella creció en algún lugar hermoso y cómodo, mientras yo pasé la niñez en un solar bullicioso y violento. Ella es sexóloga y psicóloga y yo saboreo los placeres del amor y sorteo los obstáculos de la vida, aunque jamás me he graduado en ningún curso sobre el tema. Ella es la hija del hombre que heredó por vía sanguínea la presidencia de mi país, de ese mismo país donde mi padre perdió hace años su profesión de maquinista de trenes. Ella está atada a cada palabra que dice y yo hace tiempo rompí con la cárcel de la opinión, me liberé a mi misma con el verbo.

Ella le teme al abrazo, a una Cuba donde las dos podamos caminar libremente, asistir sin problemas a un concierto o un debate público, salir y entrar sin pedir permiso. Yo la entiendo. Carga sobre sus hombros un abolengo que quizás muchas veces quisiera sacudirse, negar, borrar de su vida. Yo sólo soy la advenediza, la intrusa, sin pedigrí, sin un digno árbol genealógico que mostrar. Mis padres no pelearon en la Sierra Maestra; las consignas que se fraguaban en el interior de su casa se negaban sistemáticamente en la mía; los discursos que decía su exaltado tío caían sobre los escépticos oídos de mi parentela. Ella tiene derecho a los micrófonos, aparece en la televisión nacional entrevistada y alabada, mientras mi rostro sólo se ve rodeado de adjetivos como “enemiga”, “ciber terrorista”, sin ofrecerme –claro está- el derecho a réplica.

Ella ha podido hacer su gira por Estados Unidos y el noticiario cubano no la ha tildado por eso de mercenaria. Ha dicho que “votaría por Obama” y –¡sorpresa!- la prensa nacional no la ha acusado de “pro yanqui”. Ella es una prisionera de su linaje y yo apenas tengo un pasado hacia el que mirar. Ahora mismo, sólo me despierto pensando en el mañana. Ella y yo, aunque le asuste y lo niegue, somos parte de este país… hijas muy diferentes de esta tierra, frutos queridos y no queridos de este proceso. Ella tendrá que reconocer que existo, que soy, que esta Sánchez reclama su derecho a criticar las locuras de sus molinos de viento

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