Opinión Internacional

El futuro del socialismo cubano

Para Marx el socialismo es de abundancia y prosperidad y se construye sobre el capitalismo más desarrollado. Lenín, por el contrario, lo implantó en uno de los países más atrasados de Europa. Al comienzo de los años treinta las cifras de desarrollo de la Unión Soviética, frente a la Gran Depresión capitalista de 1929, parecían darle la razón y que el socialismo servía para salir de la pobreza y el subdesarrollo. Lo mismo pensaron Mao y su partido y muchos partidos comunistas en África, Asia y América Latina. Todo esto ya es pasado, pues ni Rusia y sus satélites, ni China son economías socialistas, ni las añoran.

En Cuba medio siglo de poder absoluto de Castro y su partido no han producido un aceptable desarrollo y bienestar económico; incluso hay graves retrocesos en los últimos quince años. Sin estímulos a la productividad y a la iniciativa empresarial, sin libertades básicas, la economía cubana es un fracaso estrepitoso que sobrevivió por el subsidio soviético y ahora por la generosa ayuda de petrodólares venezolanos. Pero de modelo económico para salir de la pobreza, nada. Hace unos veinticinco años un funcionario cubano me dijo en La Habana, con confiada sinceridad, algo que no he olvidado: “Nosotros supimos poner el primer piso de la Revolución, pero no sabemos cómo construir el segundo”. Luego de un cuarto de siglo en el poder no lograban dejar atrás los espartanos racionamientos de comida, ni la penuria y la pobreza. El primer piso se refería a la fuerza moral y a los logros de la Revolución en el reparto de la riqueza que ya existía en Cuba y a la construcción de sistemas de educación y de salud para todos. A pesar de todas las contrariedades y bloqueos, los sistemas de educación, salud, deporte, seguridad, eran mejores que en la mayoría de los países latinoamericanos. Si en una segunda etapa una pujante economía hubiera respaldado esos logros, acompañado de las libertades de salida y entrada, de pensamiento, de inversión y tecnología con iniciativa privada para elevar la productividad y medirse con los mejores como lo hacen en deporte…se podría hablar de éxito socialista como futuro humano de justicia y de libertad. Antes fracasó la economía colectivista estatal en el Bloque Soviético y China. Aquellos se convirtieron en capitalistas y el partido único comunista chino se convenció de que la productividad se eleva con estímulos a la iniciativa privada, inversión, nacional e internacional, y tecnología y competitividad que disputa los primeros puestos y se abrió económicamente al capitalismo de punta. Pero mantiene el control político y el poder. Por ahí van también los vietnamitas. Ni en Rusia, ni en China, luego de medio siglo de indoctrinación exclusiva, apareció el “hombre nuevo” libre de egoísmo, que sólo existe en los mitos comunistas.

Cuba está en una encrucijada. Hoy la miseria y las penurias son grandes y los controles absolutos, pues el Partido-Estado es el único empleador, educador, pensador, empresario, comunicador… La gente está vigilada y secuestrada por el partido único y el gobierno pretende que sólo conozcan del mundo lo que la censura del régimen considera aceptable. No es el horizonte de esperanza social y libertaria, ni para Cuba, ni para ningún otro país. Hay que reconocer que, más allá de las buenas intenciones, el régimen no logra producir una sociedad más atractiva, pues su intento va “contra natura”. Ni lo ha logrado, ni lo logrará nunca.

La economía tiene un motor que (a pesar de las objeciones moralistas) se mueve por el instinto humano de la búsqueda del interés propio, combinado con la libre creatividad humana. El peligro capitalista (muy grave por cierto) está en convertir a los seres humanos en simples factores económicos y el interés de los más fuertes en suprema ley. Por eso la democracia social desarrolla la autoridad pública con moral, con instituciones, que, con sabiduría y solidaridad, encaucen la creatividad económica, combinando el logro personal con el interés y el bienestar común.

Hoy la alternativa para el pueblo cubano es la dialogada apertura económica y política, conservando los mejores logros, al tiempo que se oxigena el ambiente con las libertades básicas y la creatividad plural. Las revoluciones (la Francesa, la Rusa, la China…) tienen su etapa de grandes utopías, de movilización y de heroísmos, luego descubren sus límites y sus miserias y finalmente terminan devorándose a sí mismas. Toda revolución tiene sus glorias y sus crímenes, sus genialidades y sus locuras. De la Revolución Francesa se apoderó un Emperador que agotó a su país llevando la guerra a los confines de Europa hasta lograr la propia derrota; luego vino la restauración de la desprestigiada monarquía tradicional. Así pasó con el paraíso comunista en Rusia y China y ocurrirá en Cuba.

El empeño del gobierno venezolano en meterse en esa trampa mortal es simplemente un capricho reaccionario, y no querer aprender de la historia del socialismo–comunista es una locura. El país necesita un cambio profundo e inclusivo, no hacia el pasado, sino hacia el futuro. Con democracia social pluralista, concentrada en la transformación del ingreso petrolero en preparación humana, oportunidades y empleo productivo para toda la población, con instituciones públicas serias y solidarias que combinan el interés propio con la creación del bienestar colectivo de un desarrollo humano superior.

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