Opinión Internacional

El juego de Siria

El régimen de Damasco no haría nada en caso de que el régimen iraní fuera atacado por los israelíes en aras de evitar que Irán desarrolle su programa nuclear y pueda fabricar armas atómicas. El juego de Siria no ha cambiado, e Irán tan sólo puede esperar bellas palabras de Damasco en caso de que sea atacado de una forma fulminante, algo que seguramente sucederá en las próximas semanas.

A medida que crece la presión contra Irán, que definitivamente se ha embarcado en un camino sin retorno hacia el desarrollo de su programa nuclear pero también hacia el totalitarismo más abyecto, el régimen sirio sigue mostrando la misma ambigüedad y sagacidad oriental de siempre. Por una parte, se muestra receptivo y abierto hacia el Occidente sin querer cerrar las puertas  y, en la otra dirección, exhibe su firmeza en la defensa rotunda del régimen iraní, con el que siempre se entendió a las mil maravillas en un mundo árabe por lo general hostil a los persas y que siempre mira con un rabillo de desconfianza hacia Teherán.

Así ha sido siempre. Contundente en su retórica antisionista sin haber puesto siquiera un héroe desde hace décadas en la lucha por la destrucción del Estado de Israel, mientras mantenía negociaciones con la “entidad sionista” en los más variados escenarios, el régimen sirio sabe que en una confrontación directa con el ejército israelí saldría vergonzosamente derrotado, como ya le ha pasado en otras ocasiones. La Siria de los Assad, descarada patrocinadora del terrorismo en la región a través de Hamas y Hizbulá, sus brazos armados en Gaza y Líbano, respectivamente, ha mostrado al mundo en las últimas cuatro décadas su capacidad para sobrevivir en un escenario adverso y cómo el funambulismo político es posible en Oriente Medio.

Tras la Guerra Fría, y una vez perdido para siempre el apoyo de la extinta Unión Soviética, los sirios comenzaron un tímido proceso de acercamiento a Occidente, participaron en la Conferencia de Paz de Madrid junto con los israelíes y, más tarde, aceptaron el repliegue de sus tropas del Líbano, país al que incluso, contra el deseo de los halcones de Damasco, reconocieron política y diplomáticamente.

El juego de Siria, pese al oscurantismo oriental y la opacidad propia de un régimen autoritario incapaz de evolucionar hacia otras formas política, es bien claro: combina la inútil y gratuita retórica proárabe y filopalestina al tiempo que negocia entre bambalinas con europeos, norteamericanos e israelíes, pero nunca comprometiéndose en la búsqueda de un acuerdo global para la región, pues ello, paradójicamente, podría ser fatal para su régimen. Siria, además,  al tiempo que dialoga promueve el terrorismo, con el fin desestabilizar la zona para después hacerse valer con un peso político y estratégico ante sus interlocutores en el camino por encontrar “soluciones negociadas”.

VIEJA ESTRATEGICA SIN CAMBIOS EN DÉCADAS

Esta estrategia, hábilmente manejada por el difunto Assad padre y después por su retoño, le dota de legitimidad a un régimen carente de la misma, pues en su discurso  antioccidental y, por ende, antiisraelí encuentra una fuente para la permanente manipulación política, la movilización social y el rearme ideológico de ese cascarón vacío que es el BASS –partido árabe socialista de Siria- desde hace ya largos años, justamente desde que en 1970 Assad padre diera el Golpe de Estado que le catapultó al Gobierno.

Así las cosas, entre esos dos caminos, el de la retórica antisionista sin descartar hablar con el enemigo y el del terrorismo inteligentemente atizado pero sin llegar al megacaos total, ya que eso tampoco le interesa a Damasco, se mueve Siria en su calculado juego regional. Por todo ello, y conocedores de que más allá de la retórica el régimen sirio no va a hacer nada, los israelíes presionan ahora para que Europa y los Estados Unidos actúen contra el régimen iraní antes de que sea demasiado tarde y las fanforranadas de Mahmud Ahmadineyad se conviertan en cruda realidad. Un Irán con armas nucleares, tal como pretenden los dirigentes iraníes, sería el peor de los escenarios para el desestabilizado Oriente Medio, preocupación en la que, por cierto, convergen los aterrorizados dirigentes árabes moderados e Israel.

Sólo está por ver que harán los Estados Unidos, si finalmente darán el visto bueno a la necesaria y ya casi urgente operación quirúrgica que debe ser emprendida contra Irán sin más dilación, pues la diplomacia no ha dado los resultados oportunos y, según fuentes israelíes autorizadas, Teherán está a punto de llegar al final del camino en su abierto desafío a la sociedad internacional. Que nadie tema por una generalización del conflicto en la región, si el ataque se produce, ya que Siria no está ahora en la posición de fuerza de antaño y sus viejos aliados, Rusia principalmente, parecen más dispuestos a mirar para otro lado que a embarcarse en arriesgadas operaciones de apoyo al impredecible régimen iraní, también un peligro para sus intereses en Asia Central, Afganistán y el mismo Irak. El juego de Siria no ha cambiado, e Irán tan sólo puede esperar bellas palabras de Damasco en caso de que sea atacado de una forma fulminante, algo que seguramente sucederá en las próximas semanas

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