Opinión Internacional

El Libre Comercio según la revolución

El día de ayer, el Presidente colombiano Alvaro Uribe Velez, anunció la culminación de las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio entre su país y los Estados Unidos. Luego de 22 meses de iniciadas, las presiones de grupos proteccionistas en Colombia no pudieron sabotearlo. Las élites colombianas conocen perfectamente bien la gigantesca oportunidad que representa ingresar su país al principal mercado de consumo del mundo. Lo han podido ver claramente en el ejemplo dado por México el cual, a los diez años de haber suscrito NAFTA, vio crecer sus exportaciones diez veces. Por ello, se dejaron de tonterías y promovieron decididamente el tratado, naturalmente, habiendo exigido previamente las debidas concesiones de acceso al mercado gringo.

Claro que nada de esto podrá gustar a nuestro Ministro de Integración Económica, Gustavo Márquez, representante de la más deslucida elite política que nos haya gobernado alguna vez, quien ha jurado cerrar las fronteras venezolanas a los productos gringos que osen ingresar a Venezuela, vía Colombia, en búsqueda de antipatriotas consumidores venezolanos, indiferentes al origen del producto y más preocupados en buscar mejor calidad y precio donde sea posible.

Colombia juega a una política comercial pragmática, deslastrada de complejos ideológicos. Los venezolanos que hemos tenido la ocasión de negociar con ellos, sabemos que conseguir concesiones comerciales de los colombianos es más difícil que sacarse una muela sin anestesia. Los tipos saben hacer su tarea, en vez de quejarse de Mister Danger. Gracias a la preparación técnica, y a la claridad de objetivos, ahora se pueden dar el lujo de mostrar al mundo (a nosotros) un instrumento comercial que les dará el acceso comercial que a nosotros está vedado.

Por si fuera poco, ahora proclama el gobierno colombiano su intención de incorporar su país al MERCOSUR, liderando la Comunidad Andina; sin desplantes socarrones, o chapucerías. Es natural que así sea: Quien promueve el libre acceso a los mercados internacionales no tiene por qué diferenciar, por razones de ideología, el comercio libre con los Estados Unidos, o con Brasil. Comercio libre es libre comercio, sea con quien sea. La negación de esta obviedad solamente puede concebirla alguna cabeza ministerial bolivariana, a qué dudarlo.

¿Cuál será entonces la posición de una Venezuela que jura cerrar el comercio con el país hermano, a la vez que promueve su incorporación al MERCOSUR? ¿Vetar el ingreso –de palabra, no más- o meterse la lengua en el bolsillo? Nuestra obvia contradicción nos va a arrinconar, pues no habrá manera de defender nuestra incorporación a un tratado de libre comercio como MERCOSUR, negando el acceso de una Colombia que viene a pedir exactamente eso. A menos, claro está, que continuemos con el cuento de entrar en convenios comerciales con países como Irán, Cuba y Corea del Norte, muy dispuestos a negociarlos pero con un solo problema: que carecen de bienes que comerciar.

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