Opinión Internacional

El Mogote de los Frailes

¿Podrá Colombia poner su otro pié sobre el corazón de Venezuela?

¿Qué otros territorios de Venezuela, hoy en día, pueden continuar perdiéndose?

Aunque parezca mentira todo comenzó con el Mogote de los Frailes, el hito geográfico, que desde tiempos inmemoriales, había marcado el inicio de los límites entre Venezuela y Colombia. Se encontraba situado en el extremo occidental de la Península Goajira en el Cabo de la Vela -hoy más claro que nunca- el límite indudable entre los dos países, conforme al uti possidetti juris de 1810. Pero ocurrió, que la comisión colombo-venezolana demarcadora de límites, al llegar al lugar en el año de 1900 no lo encontró, así de simple, se había esfumado, como los sueños de tantos venezolanos que han luchado en vano por mantener la integridad territorial de su país.

 

¿Qué había ocurrido con el Mogote de los Frailes? Venezuela y Colombia habían mantenido una disputa territorial por la Península Goajira. Colombia sostenía que la mitad de la península pertenecía a Colombia (conforme señalaba el Tratado Pombo-Michelena, aprobado por el congreso colombiano). Venezuela reclamaba la totalidad de la Península Goajira, (el congreso venezolano negó su aprobación a ese tratado, que ya había sido aceptado por el congreso colombiano y daba a Venezuela la mitad de la Península Goajira). La reina regente María Cristina, a nombre del rey de España Alfonso XIII, encargado de dirimir la controversia, le otorgó a Colombia la casi totalidad de dicha península, dejando a Venezuela tan solo una minúscula franja, que aparece en los mapas a modo de afilado estilete, que bordea una buena parte de la costa. Pues bien, en el nuevo sitio en que se le buscaba, no se podía encontrar el Mogote de los Frailes, porque había quedado a centenares de kilómetros de distancia, al borde de un territorio antiguamente venezolano, que ahora pertenecía a Colombia en virtud de ese laudo arbitral español, dictado el 16 de marzo de 1891, que constituyó el único título que tuvo Colombia para arrebatarnos la Goajira venezolana.

 

Tuvo lugar entonces un hecho insólito, la comisión demarcadora sustituyó el Mogote de los Frailes, por un hito cualquiera, escogido a capricho: esto es “Castillete”, un nombre infausto en la historia de Venezuela. Pero, antes de continuar esta relación veamos que decía esa sentencia arbitral, la cual estableció que la frontera entre los dos estados quedaba definida de este modo:

“Sección I”:

“Desde los Mogotes llamados los Frailes, tomando por punto de partida el más inmediato a Juyachi, en derechura a la línea que divide el Valle de Upar, de la Provincia de Maracaibo y Río de El hacha; por el lado arriba de los Montes de Oca….etc., etc.” Por favor, nos encontramos bastante adentro en la Península Goajira, y como si fuera poco, el laudo arbitral nos indica que debemos ir “por el lado arriba de los montes”, esto es lejos de la costa. Entonces, por qué razón la comisión demarcadora de fronteras procedió a escoger como hito para comenzar los límites entre Venezuela y Colombia, en contravención a lo indicado en la sentencia arbitral, un lugar en la costa venezolana situado a centenares de kilómetros de distancia del punto expresamente indicado en el laudo, por encima de una montaña. Se escogió, aunque usted no lo crea amable lector, un hito llamado “Castillete” que ni siquiera aparece en el laudo y para colmo de males se encuentra en la entrada del Golfo de Venezuela.

 

Por supuesto que este hecho irregular siempre fue denunciado por Venezuela, y entre los estudiosos del tema de fronteras se alzaron muchas voces: los límites no podían comenzar en Castillete, porque esto no tenía base jurídica alguna y por lo demás contradecía el laudo arbitral. ¿Si el Mogote de los Frailes no aparecía, cómo podía ejecutarse el laudo arbitral? Entonces comenzó un proceso de sibilina astucia colombiana, que ablandó el corazón de los caudillos militares y de los líderes políticos  improvisados como diplomáticos: “la hermandad bolivariana” todavía invocada en nuestros días por Colombia, la “solidariedad andina” que tanto daño ocasionó en el pensamiento del general Eleazar López Contreras y lo llevó a firmar un nefando tratado un mes antes de entregar la presidencia, y la “integración latinoamericana”, un slogan casi diario en nuestros días. Estos son precisamente los motivos que nos han llevado a escribir este artículo: ninguno de estos objetivos, por nobles que parezcan, pueden lograrse a expensas y a daño de la integridad territorial de la nación venezolana. Esta es precisamente la historia que se está repitiendo en nuestros días con la reclamación de la Guayana Esequiba, un territorio venezolano de miles de kilómetros cuadrados que supuestamente debería ser entregado a los guyaneses en aras de la integración latinoamericana. Esta parece ser ¡Dios quiera esté equivocado¡ la posición del gobierno venezolano actual.

 

Pero,  regresando al desaparecido Mogote de los Frailes y al aberrante hito de Castillete, que ha debido ser denunciado por el gobierno venezolano, ocurrió el absurdo: este hito fue consagrado como el inicio de los límites entre Venezuela y Colombia por el “Tratado sobre demarcación de fronteras y navegación de los ríos comunes”, firmado en Cúcuta el 5 de abril de 1941, por el general Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela y por el presidente Eduardo Santos de Colombia, acompañaron al mandatario venezolano, el canciller Esteban Gil Borges y el ministro de educación Arturo Uslar Pietri; fue aprobado por el Congreso Nacional de Venezuela, el 18 de junio de 1941. En el Senado no hubo debates, se aprobó por unanimidad, pero en la Cámara de Diputados varias voces se alzaron contra la aprobación de este tratado, aquellas de los diputados por el estado Yaracuy Rafael Caldera Rodríguez y Ricardo Hernández Rovati, hicieron también magistrales intervenciones en este sentido, Pedro José Lara Peña, Andrés Eloy Blanco y Carlos Navas Spínola. Por el lado de los que apoyaban la firma, la más enjundiosa intervención la realizó el jurista Félix Saturnino Angulo Ariza. Este tratado significó en lenguaje simple y escueto, el instrumento “definitivo” por el cual Colombia se tragó de un solo bocado la Goajira y puso un pié en la costa del Golfo de Venezuela.

 

Después de este pié colocado en la entrada del Golfo de Venezuela, Colombia intenta una brutal embestida  sobre el archipiélago de Los Monjes, en un intento de apoderarse de estos colosales guardianes de la soberanía nacional sobre las aguas de nuestro Golfo de Venezuela, en razón de la plataforma submarina que ellos generan y la correspondiente zona económica. En marzo de 1952, una nave militar colombiana llamada “Almirante Padilla” atacó las embarcaciones de unos modestos pescadores artesanales venezolanos, razón por la cual la Armada de Venezuela intervino militarmente en Los Monjes y posteriormente la Cancillería obtuvo, mediante un canje de notas diplomáticas, el reconocimiento de la soberanía de Venezuela sobre el archipiélago, de esta manera Colombia no pudo colocar su otro pié sobre el corazón de Venezuela. No obstante, la creciente presión expansionista de Colombia, militar y diplomática, siempre presente en su vida de nación independiente, dirige su mirada codiciosa sobre las aguas del Golfo de Venezuela, el más importante “Cuerpo de Aguas” de nuestra nación, una área crítica y estratégica, de importancia militar y más allá de toda consideración, de importancia política y económica, por ser la ruta de nuestro comercio internacional: Como dicen los cultores de la geopolítica, quien domine el Golfo de Venezuela, domina a Venezuela y quién se mete en él, clava una espina en el corazón de Venezuela.

 

Para concluir, si el más desacertado error de la diplomacia venezolana del siglo XX, fue aceptar Castilletes como el inicio de nuestra frontera con Colombia, mediante un tratado formal (1941), el más grande error de la diplomacia de la era del canciller Maduro (2011), fueron las declaraciones de un embajador activo, excanciller de la República bolivariana –siempre muy perfumado y adorador de las rosas de un color amarillo yema de huevo- quien al referirse a la reiteración de los derechos de Venezuela sobre el territorio Esequibo, expresó que todo esto es simplemente, un pretexto “para buscar una guerrita con Guyana y provocar una invasión a Venezuela por parte del Imperio” Esto es servir en bandeja de plata los intereses de Guyana –un estoppel, en lenguaje jurídico- da pena ver como se roe subrepticiamente la integridad territorial de un país, a veces por ignorancia, otras por maldad. No hay que olvidar, que la reclamación territorial del Esequibo es el fruto de un gran consenso nacional que une a todos los factores del país, incluyendo por supuesto a la Fuerza Armada, más allá de ideologías políticas, razas y credos religiosos. Así mismo, es el resultado de grandes esfuerzos diplomáticos, jurídicos y políticos llevados a cabo por la República durante más de 100 años, para defender su integridad territorial.

¿Es con estos “diplomáticos” de la era del canciller Maduro, que nos preparamos para enfrentar las apetencias expansionistas de Colombia sobre el Golfo de Venezuela y los entramados que teje Guyana con la astucia de una araña?                     

*Hugo Álvarez Pifano es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia, con carrera de 36 años en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela. Es el único diplomático venezolano que ha prestado servicios en los tres países que hacen frontera con Venezuela: Guyana (4 años como Embajador), Brasil (4 años como Ministro Consejero), y Colombia (1 año como Encargado de Negocios y Ministro Consejero).

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Un comentario

  1. Oficialmente Colombia nunca ha reconocido soberanía alguna a Venezuela sobre los islotes de los monjes.No exíste ningún tratado,esos territorios estan siendo ocupados de facto por parte d Venezuela..Por otra parte,si la comición demarcadora hubiese encontrado el lugar llamado los Frailes,Venezuela hubiese perdido esa franja que sobresale porque este lugar esta situado 70 kilometros hacia el sur.

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