Opinión Internacional

El narco: la guerra fallida de Calderón

«Fracaso», es el término con que dos excolaboradores de Vicente Fox, Jorge G. Castañeda y Rubén Aguilar –al igual que muchos analistas y actores políticos–, califican la guerra de Felipe Calderón contra los cárteles de la droga. En un libro que acaban de publicar en coautoría, El narco: la guerra fallida, el excanciller y el exvocero presidencial pretenden destruir las tesis del mandatario con las que justifica una estrategia que ha costado miles de muertos y, por lo demás, no se ha traducido en una disminución del narcotráfico. Mediante este recurso, refieren los autores a Proceso, Calderón buscó legitimarse tras su dudoso triunfo en 2006.

El presidente Felipe Calderón emprendió su sangrienta y costosa guerra contra el narcotráfico sólo con el fin de «legitimarse» en el poder, tras ver que resultó muy cuestionado su triunfo en las elecciones de 2006. Calculó que –para consolidarse en la Presidencia– bastaría con aplastar a los cárteles mexicanos de la droga mediante un combate «fácil», «rápido» y de «bajo costo».

Pero calculó mal… Con tres años de gobierno, y después de miles de muertos, Calderón no ha podido acabar con esas mafias, ni tampoco con el consumo, venta y distribución de droga, puesto que el mercado en México «continúa estable».

Hasta Vicente Fox, antecesor de Calderón en la Presidencia, acaba de pedirle públicamente que, ante su rotundo fracaso, mejor le ponga un alto a la masacre y regrese a los soldados a sus cuarteles, ya que el Ejército sólo «ha multiplicado» el problema.

Y para rematar, dos funcionarios de la administración foxista, el exvocero presidencial Rubén Aguilar y el excanciller Jorge G. Castañeda, acaban de publicar el libro El narco: la guerra fallida, que comenzó a circular en estos días y en el que rebaten, una a una, las tesis de Calderón con las que justifica su combate al narcotráfico.

Comenta Castañeda a Proceso:

«Después de salir muy cuestionado de las elecciones de 2006, Calderón emprendió su guerra para legitimarse. Alguien le vendió esa idea, que suponemos salió de su círculo de asesores en la materia, conformado entonces por Eduardo Medina Mora, Genaro García Luna y el general (Guillermo) Galván».

–¿Y por qué justamente contra el narcotráfico?

–Le dijeron que sería una buena forma de legitimarse sin tener que golpear a los poderes fácticos lícitos, y que también sería una guerra fácil, rápida y de bajo costo. Partieron de la falsa idea de que los narcos son unos idiotas. Y no es así. Si fueran idiotas no serían ni ricos ni poderosos. Resultó, pues, una guerra dificilísima a la que no se le ve salida.

Lo secunda Rubén Aguilar:

«No sabemos si los malos cálculos de Calderón fueron por ingenuidad o por soberbia. Lo cierto es que no tomó en cuenta tres factores básicos para emprender esa aventura: contar con una fuerza apabullante para aniquilar al enemigo, definir claramente en qué consistiría la victoria y, por último, tener claridad en cómo iba a salir de su guerra».

Ambos indican que los golpes para legitimarse son una constante en los últimos inquilinos de Los Pinos: Miguel de la Madrid arrestó a Jorge Díaz Serrano para afianzar su poder; Salinas de Gortari al líder petrolero Joaquín Hernández Galicia; Zedillo a Raúl Salinas, y Vicente Fox quiso consolidarse al intentar negociar con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

«Sólo que, respecto a sus antecesores, hay una diferencia tremenda entre los costos sociales que ahora asumió Calderón. Su intentos por legitimarse resultaron muy costosos y muy drásticos», dice Aguilar.

Agrega Castañeda:

«La de Calderón es además una guerra optativa. Nadie se la impuso. El gobierno estadunidense no intervino ni lo presionó para realizarla».

–¿No la justificaba ni la violencia social?

–Aquí debemos aclarar que, antes de que Calderón comenzara su guerra, a fines de 2006, el grueso de la población no padecía la violencia provocada por el narcotráfico. Padecía, eso sí, los robos o los asaltos de la delincuencia común. No debemos confundir, pues, este tipo de inseguridad con la provocada por el narco. Ésta última se disparó sólo a raíz de la guerra de Calderón, que aumentó a lo bruto el número de ejecuciones.

Este es un extracto de las entrevistas que publica en su edición 1721 la revista Proceso que empezó a circular el domingo 25 de octubre

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