Opinión Internacional

El oleaje chino

Concluyeron las Olimpíadas de Beinjing (Pekín, como llama la ciudad mi generación), demostrando los magníficos resultados alcanzados por un pueblo que poco a poco dejó el recetario del totalitarismo económico, enunciando así una posible apertura democrática que no tardará por siempre. Y mientras ello ocurre, más allá de sus innegables logros deportivos, en este lado del mundo intentamos sacurdirnos del autoritarismo que exhibe como su mejor ejemplo la Cuba prisionera de un anacrónico marxismo-leninismo, atada a la suerte de los hermanos Castro. Peor, reacios a aprender de la historia contemporánea de la China Continental que corrigió el curso de un modelo económico hasta trepar un capitalismo que lo expone como probable potencia dominante en un futuro no tan lejano. Y, digamos, con el desempeño no menos impresionante de Taiwán en el campo económico, ésta también alecciona a la Continental sobre el rumbo que ambas debieron tomar muchísimas décadas atrás, en lugar de la experiencia ingrata que bien retratan movimientos como el de las Cien Flores de finales de los cincuenta, o la terrible Revolución Cultural de los sesenta, sobre los escombros del llamado Gran Salto Adelante, con un Mao Tse-Tun (o Zedong) que no tardaría en introducir reformas estructurales perfeccionadas después por quienes le sucedieron en el liderazgo político supremo.

Los chinos probaron con el primer oleaje de las reformas económicas, definitivamente orientadas hacia un capitalismo audaz que pedirá caminos a la libertad política. Cinco nacionalidades (tibetanos, figures, mongoles, hui y zhuang), confluyen en el común esfuerzo de asegurarse un lugar bajo el sol, pero la China de los contrastes apunta a la de las regiones o zonas especiales (con áreas nacionales de desarrollo económico y tecnológico, las protegidas y las de cooperación y de comercio fronterizo), con los restantes y remotos rincones del país que todavía viven una precaria situación. No obstante, éstas poco a poco conocen de las ventajas de la prosperidad económica, por un efecto de expansión de las descomunales inversiones privadas que están completamente compenetradas con lo que se hace en el campo científico y tecnológico. Vale decir, habitan entre las oleadas que llegan de un futuro promisor.

Los expertos señalan que, al comenzar la presente década, sobrepasó los 2.2 billones de dólares respecto al PIB, situándose en el cuarto lugar después de Estados Unidos, Japón y Alemania y, por lo que respecta al consumo de petróleo, pasó del 6,6% a 8,3% a mediados de estos años, alzándose con las exportaciones mundiales de mercancías de 3,9% a 6,5%. Datos éstos, sin dudas, superados en la actualidad disputándose el cuarto lugar mundial en relación al PIB, el segundo en consumo de petróleo y el tercero en comercio exterior. Más de 3 mil patentes esperan por registro, dando cuenta de su desarrollo tecnológico y de las inmediatas realizaciones industriales que tendrán. Y el otro oleaje, es el de las maquiladoras que invaden a China, provenientes de otros lugares del mundo en los que, al menos, aliviaban un poco la miseria y la pobreza.

Huelga comentar las grandes ventajas que está obteniendo China en la deslumbrada Venezuela del chavismo que, en lugar de aprender de las rectificaciones y audacias del gran país asiático, pretende obtener dividendos entera y anacrónicamente políticos. Sin embargo, amigo lector, usted debe conocer a más de un paisano que se ha atrevido a viajar a la distante China para hacer negocios, importando textiles, juguetes y hasta la pólvora que quemamos en nuestras épocas navideñas. Mientras Hugo Chávez todavía no sabe que Mao ha muerto, rindiéndole pleitesía a la distante etapa de la llamada guerra fría, muchos vestimos, utilizamos artefactos e, incluso, conducimos automóviles de facturación china, aunque exhiban marcas registradas en Norteamérica o Europa. Y es que llega el oleaje chino en una versión irreprimible de la globalización a la que paradójicamente renuncia el chavismo. Y quizá lo hace porque le dará alcance el fantasma de Tianamen, al recordar la protesta juvenil que prontamente ahogaron en Pekín años atrás. Pero ese fantasma, el del totalitarismo político, no tardará en diluirse en una China que ha resquebrajado el totalitarismo económico, mientras que hoy los venezolanos sentimos cada vez más su densa sombra … hasta que reaccionemos. Y ojalá a tiempo, para que el oleaje sea completo.

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