Opinión Internacional

El padre de la nación

En la villa Rau, en las faldas del monte Kilimanjaro, todos los días muere
al menos un menor de cinco años por la epidemia de malaria. Tanzania es el
primer productor de mosquiteros en África, pero los dos dólares por pieza
que cuestan en el mercado de Moshi (a una media hora a pie) son prohibitivos
para la mayoría de las familias de aquí. Rau cuenta con un buen número de
escuelas públicas muy mal dotadas (también con un instituto de negocios para
cooperativas, en un sendero de tierra en el medio de los maizales), pero la
mayoría de los niños desertan del sistema alrededor de séptimo grado para
buscar fuentes de ingresos adicionales (cortar madera y criar pollos entre
las principales). Lo que no falta aquí en ningún lugar, sea hospital o
escuela, bar o bodega, es el cuadro con la foto de Julius Nyerere, el padre
de la nación (Baba wa Taifa).

Nyerere tuvo un origen muy humilde: nació en la tribu zanaki, a orillas del
lago Victoria, y llegó a ser en su época el hombre más celebre de África.

Sus dotes para la oratoria, su capacidad para establecer contacto con los
sectores más pobres y su perspicacia política le abrieron el camino de una
exitosa carrera: desde portavoz de la Asociación Africana de Tanganyika,
pasando por presidente del gobierno autónomo reconocido por Gran Bretaña en
1959, hasta primer presidente de la República de Tanzania (1962). Su lema:
Libertad y unidad (uhuru na umoja).

Nyerere tomó las riendas de un país económicamente hundido. Desde el
principio se comprometió con una filosofía de corte socialista y de
autosuficiencia. Su concepción del socialismo tenía raíces en las teorías de
Marx, la Biblia, y el sistema comunista chino, adaptados (como solía
repetir) a las condiciones particulares de la realidad africana. La piedra
angular eran las comunidades familiares (ujamaa), cooperativas agrícolas
organizadas según directrices del gobierno nacional. Si ya de por sí en
Tanzania las grandes familias cultivaban los campos en común y compartían
bienes los bienes en tiempos difíciles: ¿por qué no podía trasladarse ese
microcomunismo al plano nacional, para salvar la enorme distancia entre los
ricos y los pobres? El ensayo con la propiedad comunitaria fue abandonado a
mediados de los años setenta y sustituido por la propiedad absoluta del
Estado.

Al experimento socialista de Nyerere se le atribuye, con justicia, el
desarrollo del sistema educativo y sanitario, además de la unificación de
Tanzania. Buena parte de ésta se forjó a través de la transferencia forzada
(1973-1978) del 85% de la población rural (en muchos casos de diferentes
tribus) hacia 7.000 aldeas proyectadas con la intención de modernizar el
sector agrícola y mejorar el acceso a los servicios sociales.

En el plano económico, el fracaso no pudo haber sido más estruendoso. Tras
24 años de mandato, el ingreso por habitante de Tanzania cayó en picada,
mientras la producción agrícola, clave en la filosofía de Nyerere, se
mantuvo estancada en su nivel de 1962. En 1985 el descontento generalizado
lo forzó a renunciar y darle paso a un gobierno de transición que se
distanció de sus políticas e implementó de inmediato un programa de
recuperación económica. Baba wa Taifa.

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