Opinión Internacional

El peligro que acecha

Nada fue más sorpresivo que la concesión de este reconocimiento a los esfuerzos que la Unión Europea, representada en sus instituciones, ha realizado por la reconciliación de sus miembros, por derribar los muros que los separaban por la Segunda Guerra Mundial y por construir una entidad económica que con sus más de 500 millones de ciudadanos llegara a convertirse en la tercera potencia económica mundial.

Fue sorpresivo porque no es usual la despersonalización del máximo galardón de Noruega como es, en la opinión de muchos, el que lleva el distintivo de la paz. Es igualmente inesperado porque Noruega, por decisión de sus ciudadanos, se ha negado de manera deliberada a formar parte del Club europeo. Es decir, Noruega, al igual que Suiza, no puede saber hoy cuáles habrían sido las ventajas que su país hubiera adquirido si se hubiesen arriesgado a compartir con el resto tanto sus proyectos económicos como sus inquietudes sociales y su dinámica política.

Por estas razones, considero que la decisión del Comité del Nobel, más que cualquier otra cosa, es una alerta: han pasado un inequívoco mensaje de que la construcción de la unidad en lo económico es una importante contribución a la solidaridad y que es en esa senda donde los 27 deben continuar para sobreponer la hora de las dificultades que atraviesa la zona del euro desde el inicio de la crisis financiera de fines de la década pasada. Pero el mensaje lleva implícita la consideración de que ello no es suficiente para fraguar una paz ni estable ni duradera.

Aunque así no lo proclama el texto del galardón, a la vez que una palmada en la espalda de los actores de Bruselas, lo que se lee entre líneas de la decisión del premio es un severo recordatorio de la fragilidad del compromiso que la región tiene en las manos en esta dura hora. España ha visto emigrar a un millón de sus ciudadanos desde que el país entró en una barrena que aún no han logrado detener. Muchos de los españoles han esperado encontrar una grama más verde en otros de los países socios, pero un contingente numeroso no confía en que sea posible sacar a Europa del atolladero económico en que se encuentra sumida y están probando suerte fuera del vecindario.

La realidad es que hoy, después de tantos esfuerzos integradores, se ven esvásticas en las calles, violencia callejera en los países más afectados por las medidas de rescate, movimientos independentistas radicales, migraciones masivas y muchos nacionalismos a flor de piel.

En buena hora les llega el Premio de la Paz: este grupo de 27 naciones continúa moviéndose, a pesar de sus muchos éxitos comerciales, financieros, monetarios y económicos, en una dirección peligrosa.

 

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