Opinión Internacional

El periodista, ese huesped incómodo

87 periodistas y empleados de los medios murieron o fueron asesinados en 1999 -mas que nunca desde 1994, cuando la guerra en Bosnia y el genocidio en Rwanda atrajeron la atención de la prensa mundial, favoreciendo la violencia que acompaña a este género de situaciones- según el informe anual del Instituto de Prensa Internacional, que menciona a Colombia, Yugoslavia, Rusia y Sierra Leona entre los países con mayor riesgo para el ejercicio de la profesión.

La antigua federación de los Balcanes se adjudica la infamante distinción del lugar mas peligroso, con 25 víctimas, 16 de ellas durante los bombardeos de la OTAN al edificio de la radio y televisión de Belgrado.

Tan sólo en Latinoamérica, reza el documento, siete periodistas murieron en Colombia, entre ellos el inolvidable humorista Pancho Galán; uno en Argentina, uno en República Dominicana, uno en Guatemala y uno en Perú; 16 fueron secuestrados y mas tarde liberados, y cuatro colegas permanecen encarcelados en Cuba –“el único lugar del hemisferio occidental donde los periodistas son detenidos por haber ejercido su profesión”- por presuntas ofensas al Presidente Fidel Castro; mientras “muchos mas fueron amenazados, acosados o atacados fisicamente por funcionarios corruptos, traficantes de droga y otros elementos criminales” para impedir que realizaran su trabajo.

Por todo ello, la organización localizada en Viena denuncia que a despecho de no importa cuanto se habla de principios éticos y derechos humanos, la incapacidad de las gobiernos para capturar y castigar a los asesinos vulnera el funcionamiento de la democracia y hace que la lucha por la libertad de prensa continúe siendo un objetivo sublime en numerosos rincones del planeta.

Ingrato oficio, el periodismo; perros de la prensa según el insulto que Francois Mitterrand endilgó a los reporteros que mantuvieron una implacable campaña contra su Primer Ministro, Pierre Beregovoy, hasta hacerlo flaquear emocionalmente y conducirlo al suicidio.

Esto ocurrió en mayo de 1992, cuando el Presidente francés, evidentemente afectado por la pérdida de uno de sus colaboradores mas fieles, concentró su bilis en los reporteros que durante semanas denunciaron lo que, en sentido estricto, no podía calificarse de corrupción si bien constituyó un desliz del funcionario, de reconocida honestidad, a quien se vinculó a especulaciones bursátiles gracias a informaciones de índole restringida.

Aquella condena propició el debate habitual sobre la responsabilidad y los límites del llamado Cuarto Poder, que se reactivaría en fecha mas reciente con la muerte trágica de la Princesa de Gales, en un viaducto de París, entre otras cosas por el acoso de los fotógrafos sensacionalistas.

Una oportunidad perfecta para demonizar en bloque al oficio ingrato de quien vive azaeteado entre las exigencias de los editores y los halagos y las amenazas de los poderosos, del periodista, suerte de saltimbanqui consumado que a cincuenta metros del suelo y sin red de protección arriesga el pellejo en el circo cotidiano.

Y todo, en suma, para honrar la definición que se atribuye a Sócrates, del periodista como el moscardón fastidioso que cabalga sobre el lomo del caballo para mantenerlo despierto. Por ejemplo, investigando como hizo el ya septuagenario Graham Greene a los círculos mafiosos de la Costa Azul, hasta llevar a la cárcel al alcalde de Niza, Jacques Medecin; o la pareja ahora legendaria del Washington Post , que sacó a Richard Nixon de la Casa Blanca con una valiente y obstinada labor reporteril; o, en estos precisos momentos, El Comercio del Perú con su incisiva campaña contra los abusos en que habría incurrido el Presidente Fujimori en su obsesión releccionista.

Hace dos semanas, en efecto, el matutino limeño denunció la inscripción fraudulenta de uno de los grupos que integran Perú 2000, a alianza oficialista, mediante la falsificación de un millón de firmas, en una auténtica fábrica que trabajó entre octubre y noviembre de 1999 con fotocopias de los registros de votación de la última consulta municipal.

Ha sido el apoyo que necesitaban la oposición para redoblar sus esfuerzos, y desde luego inoportuno para el actual mandatario -aspirante a un tercer mandato gracias a una veleidosa interpretación constitucional, de las que suelen sustentar la usurpación en los países en desarrollo- por cuanto realza las posibilidades del alcalde limeño, Alejandro Toledo, en la eventualidad de una segunda vuelta electoral.

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