Opinión Internacional

El primer gabinete del tercer gobierno K

En menos de una semana se sabrá con qué personal Cristina Fernández de Kirchner va a iniciar su segundo mandato, el tercero de la familia.

¿Será importante contar con esa información? No tanto. El actual gabinete, que sólo se reúne por excepción, tendrá pocas modificaciones y no demasiado sustanciales. Por el momento la Señora no juzga imprescindible nombrar en los ministerios y secretarías a personas que tengan virtudes especiales, más allá de la disciplina y lo que en los círculos K llaman “lealtad”, término con el que designan una mistura de obediencia, aguante y discreción extrema. Ella  no cree necesitar ningún “superministro”, especie que desapareció del escenario oficial  con la renuncia de Roberto Lavagna  y que genera una comezón alérgica en el sistema K. Sólo in extremis la Presidente convocaría a una figura a la que su envergadura profesional le otorgase a priori alguna cuota de autonomía y criterio independiente. Las dificultades actuales, la fuga hacia el dólar y el clima que va generando la perspectiva de fuertes incrementos en los servicios públicos y privados que deberán afrontar en las próximas semanas y meses las clases medias y trabajadoras  todavía no le representan a la Señora una preocupación o el peligro de una emergencia.

 

La debida obediencia

 

La señora mantendrá en su equipo a los ministros que no tienen compromisos parlamentarios. Seguramente hasta conservará en el ministerio de Trabajo a Carlos Tomada, que contaba con tomarse un merecido descanso. Julio De Vido, otro veterano que ingresó en el 2003, seguirá, pero seguramente en otro puesto. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, también permanecerá en el gobierno cambiando de ubicación. Alicia Kirchner retendrá su cartera y lo mismo sucederá con la  titular de Producción, Deborah Georgi y con el sobrio Lino Barañao, de Ciencia y Tecnología.  Nilda Garré ha conseguido la atención presidencial más allá de los temas de su ministerio de Seguridad; está claro que no se irá, pero  podría ocurrir que ascienda un pasito, a la Jefatura de Gabinete.  Garré y su círculo sólo se alegrarían de esa eventual promoción si consiguieran dejar en Seguridad a  algún coequiper. Por ejemplo, a Leon Arslanián. En esa cartera se barajan asuntos gordos.

Todos los ministros –los que quedarán y los que lleguen- saben cómo son las cosas. A ellos los pone la Señora –“no el Espíritu Santo”, comentaría ella-  y se espera de ellos la obvia docilidad, la obediencia debida.

 

“Yo te puse, che”

 

Por si no conocieran ya sobradamente el estilo de mando de la Señora, en la última semana fueron notificados por interpósita persona. La Presidente usó el sarcasmo para recordarle a Amado Boudou –desde lejos y por televisión, mientras el ministro se ocupaba de la inauguración de una obra en Puerto Madero-: “Yo te puse de vicepresidente”. Lo hizo después de presentarlo como un “concheto de Puerto Madero”.  Por un instante al ministro le fallaron los reflejos de sumisión que los funcionarios suelen emplear en circunstancias parecidas y se atrevió a enmendarle la plana a la Presidente: «Esto se ha convertido en un paseo para miles y miles de porteños que los fines de semana vienen a la Costanera Sur. No es sólo para los conchetos de Puerto Madero, como usted dijo”, la corrigió el ministro. “Tampoco te lo tomes así, che – lo llamó al orden la Señora-. Fue una bromita lo de concheto. Si te puse de vicepresidente y vivís en Puerto Madero.”

La señora viajó a Venezuela con algunas dudas in pectore. Por ejemplo: ¿Tocará la cúpula del ministerio de Justicia? Hay quienes le aconsejan que mantenga en su cargo a Julio Alak, que ha conseguido gambetear hasta el momento las sanciones que suele prometer el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional), un cuerpo mundial que estudia el lavado de dinero en el planeta. En febrero hay una nueva reunión del organismo y –sugieren esas fuentes- conviene “no cambiar de caballo en mitad del río”, es decir, que vuelva a afrontarla Alak. El tema es uno de esos con capacidad para hacer daño. Por otra parte, la señora de Kirchner lo está tomando como un punto de pivoteo de sus discursos internacionales (viene de hacerlo en la reunión venezolana del CELAC), mientras en Estados Unidos, la unidad antilavado del gobierno de Obama ubica a la Argentina como el segundo país del mundo en número de operaciones financieras sospechosas.

 

Si Icazuriaga va a Justicia, ¿quién va a la SIDE?

 

Si estos argumentos no tienen peso para retener a Julio Alak y la señora decide producir una vacante en el ministerio de Justicia, se abren algunas alternativas. 

Puede ser que la Presidente quiera cubrir esa silla dejando otra vacía para poder ocuparla con una persona que ella hace tiempo quiere tener en su gobierno. Esa persona es el embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini, un platense que cultiva la amistad de Cristina desde que ambos asistían a la Universidad, en los años 70 y (con mayor compromiso él, con simpatía romantizada ella) adherían a la Tendencia Revolucionaria de la JP. Al parecer, la señora ha pensado que la Secretaría de Inteligencia (la vieja SIDE) podría ser un destino que interese a su amigo. En tal caso, Héctor  Icazuriaga podría abandonar la jefatura de los espías para reemplazar a Alak y ocuparse de la Justicia y de los jueces (un recurso estratégico para todo el oficialismo).

Un sector donde pueden producirse  novedades es el área de Comunicación, que para el gobierno tiene una importancia decisiva. Hace años que se menea en la Balcarce 50 un proyecto cuya invención adjudican al ex secretario de Medios, Enrique Pepe Albistur: fusionar las carteras de Comunicación y Cultura. En los hechos, se trataría de establecer sin demasiado disimulo un ministerio de Propaganda. Prevalecería allí, seguramente, la rama favorita del gobierno (la comunicación) y el área cultural quedaría burocráticamente subordinada a aquella. El actual secretario de Cultura, Jorge Coscia, podría ser la víctima propiciatoria de ese plan. Y sus beneficiarios podrían ser Juan Manuel Abal Medina (h) y/o Tristán Bauer, el director del Sistema de Medios Públicos y creador de Canal Encuentro.

 

Ojo con la autonomía

 

La Presidente está empeñada en exhibir poder porque necesita subordinación y, aunque obtiene algún remedo de ella en segmentos de la oposición y del empresariado, no termina de conseguirla  en el seno del peronismo aunque  se invoque permanentemente la “lealtad”.

Hay que decirlo: Hugo Moyano no hace mucho para disimular su indocilidad. Reunió a la CGT la última semana e insistió con reclamos que la Casa Rosada prefiere no escuchar: negociaciones paritarias sin topes, elevación del mínimo no imponible por el impuesto a las ganancias, devolución de cientos de millones que el Estado le debe a las obras sociales, defensa del proyecto parlamentario de distribución de las ganancias de las empresas. Moyano prepara un acto para celebrar el Día del Camionero que será una demostración de fuerza a cinco días de la asunción formal de Cristina Kirchner en su segundo mandato. El jefe de la CGT y su círculo insisten en que ellos no han cesado en su apoyo al “modelo” e inclusive al gobierno de CFK. Pero quieren hacerlo con autonomía. Y es la autonomía lo que se le atraganta a la Presidente.

Esta última semana los medios oficialistas dispararon con saña sobre el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, a quien le imputaron el pecado de haber cortado las cintas de una gran muestra rural en su provincia. Sucede que la muestra era Expoagro, un emprendimiento conjunto de Clarín y La Nación. Y junto a Urtubey, en la foto de esa inauguración, estaba Marcedla Noble Herrera, la hija de la principal accionista del Grupo Clarín. “Urtubey, al fotografiarse junto a Marcela Noble Herrera, heredera de la dueña del Grupo Clarín, el oligopolio multimediático (…) adoptó prácticamente la conducta de un partido opositor – escribió de sobrepique uno de los diarios porteños sostenidos con la publicidad oficial-  (…) en política, las contradicciones se pueden administrar o, en cambio, pueden hacerse crecer hasta un punto de difícil retorno”.  Para el diario, “la foto tiene  bastante de provocación”.

Como Moyano, Urtubey ha sido elegido como adversario a golpear con fines disciplinadotes. No son (no serán) los únicos. El respeto a las actitudes autónomas no es  una materia preferida del gobierno. Allí tiende a prevalecer la baja tolerancia.

 

Final revisionista

 

Una semana atrás, en los actos oficiales que evocaban el Día de la Soberanía (donde la señora de Kirchner lanzó su controvertido decreto de creación del Instituto gubernamental de Revisionismo Histórico) ocurrió un episodio menor, pero acaso significativo. Una persona que estaba en el paco central, vestido con hábitos de gaucho inspirados en los de los Colorados del Monte de la era rosista, se sacó una gran insignia punzó que lucía en el pecho y se la hizo llegar a la Presidente, con la sugerencia de que se la pusiera ella. Un funcionario de protocolo le alcanzó el emblema a la Señora y le transmitió el pedido; al hacerlo, le subrayó el texto escrito en el emblema (“Viva la Federación, mueran los traidores unitarios”, indicando con el dedo, reprobatoriamente, la palabra “mueran” como una advertencia a la Presidenta. Ella notó el gesto, tomó el galardón y se lo prendió al pecho con una frase breve dirigida al cauteloso funcionario: “Es una consigna muy buena y muy actual”. Telón.

 

                                                                               

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