Opinión Internacional

El PSOE ante al abismo

Hay, desde luego, una gran diferencia entre la economía española y la venezolana: cada Euro del presupuesto con que cuentan los gobernantes españoles ha sido laboriosamente ganado con el esfuerzo de su población. No sale de un hueco.

¿Qué sería de Venezuela sin petróleo? Pregúnteselo a los haitianos.

En justo precio a la debacle de un partido que ha renunciado a defender los valores de la democracia, sumándose en cambio a dictaduras oprobiosas como las de Castro o Chávez, e incapaz de responder a los urgentes requerimientos de la economía española y situarse a la altura de la modernización que reclama su sociedad, el PSOE atraviesa por el peor momento de su historia. Se encuentra un punto por debajo de la bajísima popularidad alcanzada en 1977, cuando obtuviera el 24.4% de la aceptación popular. Hoy, los últimos sondeos le reconocen el 24.3% de las preferencias ciudadanas.

Un auténtico portazo en las narices al pésimo gobierno de Rodríguez Zapatero, vistos los 18.8 puntos que lo separarían del Partido Popular, que obtiene en la misma encuesta el 43.1% de las preferencias. Casi el doble. Los temas que han ido separando al electorado español del partido socialista son variados y múltiples, y van desde asuntos de seguridad, jubilaciones, alzas de impuesto y revelaciones de Wikileaks, que dejan mal parado al gobierno en asuntos de delicada política internacional.

De lo que no cabe duda, es de que este extremo debilitamiento del partido de gobierno fortalece las tendencias de la política europea hacia resoluciones políticas de centro derecha. Fórmulas que impidan las debacles que ya se anuncian sobre los presupuestos de griegos y portugueses y la posibilidad nada lejana de ver un rosario de países en bancarrota por precipitadas políticas sociales, que dejan en segundo plano las preocupaciones por elevar sus índices de competitividad y caen bajo las presiones por jubilaciones tempranas y reducciones de horarios laborales.

Ciertamente: visto desde la perspectiva de un país tan escandalosamente caótico como el venezolano, en donde nadie parece preocuparse por los índices de crecimiento, la honestidad de la gerencia pública y la política de ahorro del gasto público e inversiones en salud, educación y seguridad, la caída de la popularidad del principal aliado de Hugo Chávez en Europa no tiene explicaciones.

Si la sociedad venezolana tuviera un ápice de la seriedad que mantiene la española, Chávez estaría rondando el 0% de las preferencias. Para nuestra inmensa desgracia, el subdesarrollo material también tiene un correlato intelectual: es la miseria moral de un importante sector del pueblo que prefiere la limosna al progreso y la sumisión a la prosperidad. No se es pobre por casualidad.

Hay, desde luego, una gran diferencia entre la economía española y la venezolana: cada euro del presupuesto con que cuentan los gobernantes españoles ha sido laboriosamente ganado con el esfuerzo de su población. No sale de un hueco.

¿Qué sería de Venezuela sin petróleo? Pregúnteselo a los haitianos.

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