Opinión Internacional

El ser o el no ser del alca

El pasado 4 de noviembre los 34 jefes de Estado y de gobierno de América decidieron en la Cumbre de Mar del Plata, dejar constancia de su desacuerdo en torno del espinoso tema de proseguir o no las negociaciones para la eventual firma de un Acuerdo de Libre Comercio de América (ALCA), el cual debía concluirse este año conforme al mandato emanado de la primera cumbre continental celebrada en Miami en diciembre de 1994. Desde entonces las condiciones geopolíticas y socio-económicas del mundo han cambiado radicalmente.

Los primeros síntomas del resquebrajamiento del llamado Consenso de Washington comenzaron a manifestarse ese mismo diciembre, cuando México se vio imposibilitado de cumplir con sus compromisos de servicio de su abultada deuda externa y los Estados Unidos, en un santiamén, salió al auxilio de la nación azteca con un cheque al portador por US$ 40 millardos. En 1997, Asia sufrió un colapso económico y financiero de características y repercusiones similares al Great Crash de 1929. En 1998, Rusia declaró la cesación de pagos de su deuda externa. En 1999, Brasil devaluó dramáticamente su moneda, seguido de Argentina en 2001, cuando su déficit fiscal y de cuenta corriente y sus altos índices de desempleo y pobreza dieron al traste con el sistema de caja de conversión aplicado por el binomio Menem-Cavallo y Buenos Aires tuvo que declarar también su propia cesación de pagos.

Las consecuentes crisis sociales se hicieron sentir en todo el tejido institucional suramericano, dando lugar no sólo a la elección de nuevos presidentes surgidos del voto popular con promesas de realizar profundas transformaciones radicales de sus estructuras políticas, sociales y económicas, como es el caso de Argentina, Brasil, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela, sino que algunos de los presidentes electos, como los de Bolivia y Ecuador, no pudieron terminar sus respectivos mandatos y fueron forzados a renunciar por la presión popular de sus pueblos empobrecidos.

Desde la Cumbre americana de Miami el multilateralismo ha entrado en franca crisis y el unilateralismo se ha enseñoreado. Las Naciones Unidas luce incapaz para actuar decidida y eficazmente en conflictos cruciales como Irak y el Oriente Medio. La Organización de Estados Americanos parece timorata ante los retos de la gobernabilidad en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. La Unión Europea no sale del shock del rechazo francés a su proyecto de Constitución y después de firmar acuerdos de asociación y libre comercio con Chile, Israel, México y África del Sur, parece haber metido un frenazo a la negociación de nuevos acuerdos con el MERCOSUR y la Comunidad Andina.

La negociación de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) se ha prolongado más de la cuenta y las perspectivas de la reunión de Hong Kong son poco promisorias. Las burocracias del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, del Banco Europeo de Inversiones, de la Corporación Financiera Internacional y del Banco Interamericano de Desarrollo son demasiado pesadas para reaccionar con audaces innovaciones para darle un giro total a sus estrategias multilaterales de crédito y cooperación financiera al desarrollo. El absurdo e inútil embargo económico estadounidense a Cuba sigue campante.

Los resultados de la Cumbre del Mar del Plata no deben, por consiguiente, sorprender a nadie. Hay una crisis de gobernabilidad mundial que ha quedado patente en el soleado balneario argentino y esta crisis tiene una dramática expresión en América Latina, la región con la peor distribución del ingreso del mundo, como fue destacado por los presidentes Lula y Kirchner en sus respectivos pronunciamientos. El presidente de Chile, Ricardo Lagos, en artículo escrito en la víspera para el diario La Nación de Buenos Aires, se quejaba de que América Latina está ausente en los foros del mundo, imposibilitada de presentar una vocería común ante los grandes desafíos planetarios.

Es necesario recordar que en noviembre de 2003 los gobiernos de América alcanzaron un compromiso para concluir lo que entonces se denominó un ALCA Light, es decir, un tratado menos ambicioso que el inicialmente propuesto en la Cumbre de Miami. El ALCA Light recogió esencialmente una propuesta del MERCOSUR, luego de que la reunión ministerial de Cancún de la OMC, realizada en setiembre de aquel año, no registró progreso alguno en torno de la Agenda Doha para el Desarrollo.

Los países industrializados no han ofrecido todavía a los países en desarrollo rebajas arancelarias suficientes para los productos agrícolas e industriales, ni el desmantelamiento de los subsidios a la agricultura y a la industria, ni la supresión de los injustos regímenes anti-dumping y de derechos compensatorios y demás obstáculos para-arancelarios que impiden el acceso a mercado de los productos de las naciones en desarrollo, agravando las tensiones sociales y políticas de estos países y comprometiendo la gobernabilidad mundial, tan vulnerable a brotes fundamentalistas o populistas.

El propio ALCA Light enfrentó dificultades desde el acuerdo de 2003. Estados Unidos concluyó tratados de libre comercio con Chile y Centroamérica e inició negociaciones con Ecuador, Colombia y Perú, sin Bolivia y Venezuela (aunque el primero de estos dos últimos países ha replanteado su reincorporación a las negociaciones).

Parece configurarse un escenario que los especialistas mexicanos Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky denominan “spaghetti bowl,” es decir, la proliferación de acuerdos bilaterales o sub-regionales dentro del continente americano. Parecía inevitable que este sería el curso a seguir; pero, lamentablemente, a largo plazo, podría perderse el objetivo estratégico de configurar una justa, asimétrica y equilibrada zona de libre comercio en América, que abra oportunidades equitativas de empleo, comercio e inversión a 800 millones de americanos.

Siempre será mejor negociar en bloque con Estados Unidos por la simple razón de que en la unión está la fuerza de América Latina; pero ello no ha sido históricamente posible, lamentablemente. La propia América Latina está dividida. La conveniencia de fortalecer la integración latinoamericana antes de concluir el ALCA es un argumento razonable, pero no tiene por qué ser incompatible con una apertura efectiva, amplia y socialmente inclusiva del gigantesco mercado norteamericano a las exportaciones latinoamericanas.

En muchos aspectos la negociación del ALCA se ha convertido en un interesante pero no muy provechoso torneo entre los intereses geo-económicos de Estados Unidos y de Brasil, en defensa de sus mega-mercados, cuando debe ser una negociación para que 34 naciones puedan beneficiar a sus pueblos en la lucha contra la pobreza y la exclusión social a través de una auténtica apertura de los principales mercados americanos: Brasil y Estados Unidos.

La proliferación de acuerdos bilaterales y sub-regionales beneficia más a Estados Unidos que a sus propios países signatarios. Divide e impera. Estados Unidos “bilateraliza” los acuerdos. Puede mantener sus altos aranceles agrícolas y sus picos arancelarios en productos industriales, preserva los subsidios agrícolas e industriales y conserva su indefendible régimen anti-dumping. Sus maquinarias, equipos y productos de alta tecnología pueden ingresar ya con cero o bajos aranceles en los países latinoamericanos. Entretanto, América Latina, o mejor dicho parte de Suramérica -porque ya México, Chile y Centroamérica han firmado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos-, sigue sin resolver sus problemas de acceso a mercado con la gran nación del Norte.

El diferimiento prolongado o la imposibilidad de alcanzar una equitativa zona de libre comercio americana beneficia también a Asia, principalmente a China y la India. Sus robustas expansiones económicas, sus grandes capacidades exportadoras, sus manos de obra calificadas y más baratas y sus avances tecnológicos, configuran un compacto imbatible cuya penetración del mercado americano se hace cada vez más difícil de contrarrestar aún con países que, como México, ya gozan de acceso libre de aranceles a ese insaciable y atractivísimo mercado. No en balde Chile, siempre a la vanguardia de la región, ha sido pionero en la firma de un acuerdo de libre comercio con China.

Es posible que las perspectivas de una zona de libre comercio americana mejoren después de que concluya la negociación de la Agenda Doha del Desarrollo en el seno de la OMC, pero hasta este momento las perspectivas de la reunión de Hong Kong lucen poco optimistas.

Y dentro del tablero de las negociaciones comerciales internacionales, cómo queda la Comunidad Andina?. La negociación de una zona de libre comercio con Estado Unidos se inició, en mayo de 2004, para los países beneficiarios del régimen droga del Sistema de Preferencias Generalizadas de este país, el cual no incluye a Venezuela. Recientemente, los presidentes de Ecuador, Colombia y Perú se dirigieron al presidente Bush para solicitar una flexibilización de la posición de Estados Unidos.

La Unión Europea, por su parte, firmó en Roma, en diciembre de 2003, un nuevo Acuerdo sobre Diálogo Político y Cooperación con los cinco países andinos, quedando supeditada la futura zona asimétrica de libre comercio euro-andina a la finalización del acuerdo multilateral de la OMC y a los progresos que registre su propio proceso de integración. Mientras tanto, el régimen droga del SGP europeo feneció el 1ro. de julio de 2005, muy erosionado ya de por sí desde hace años. Para tener acceso a reducciones arancelarias mayores –no definidos- a las previstas en el SGP normal, Europa impone unilateralmente que los países andinos den cumplimiento de una treintena de tratados multilaterales sobre derechos laborales y a convenciones internacionales sobre protección ambiental.

La Comunidad Andina luce como el eslabón más débil de la cadena, quedándose en el último vagón del tren, lo cual retrasará aún más la generación de ingreso y empleo para sus 120 millones de ciudadanos.

La creación de una zona de libre comercio americana puede ser todavía un objetivo loable si se reformulan completamente las bases de la negociación. A pesar de que 29 países de la región apoyaron en Mar del Plata el reinicio de la negociación y otros cinco, cualitativa y cuantitativamente muy importantes como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, la opusieron, hay que reconocer que el ALCA concebido en Miami ya no es realista y los jefes de Estado fueron a Mar del Plata a sabiendas de que el tratado inicialmente formulado estaba moribundo porque la crisis institucional y socio-económica mundial y suramericana es mucho más profunda.

Independientemente de cuán bueno el ALCA pueda teóricamente ser desde una óptica meramente comercial, la integración americana requiere de un empuje político mucho más audaz, equitativo, realista y ambicioso, que debe comenzar porque Estados Unidos otorgue concesiones mayores en todos los campos de la negociación (acceso a mercado, servicios, regímenes anti-dumping, facilitación de comercio, regulaciones sanitarias y fitosanitarias, competencia, compras gubernamentales, inversiones, cooperación financiera al desarrollo, solución de controversias, estándares, normas técnicas y certificados de conformidad, comercio electrónico, etc.).

Un Estados Unidos que promueva activamente el multilateralismo como el vehículo más idóneo para alcanzar en democracia el desarrollo socio-económico sustentable de los pueblos del mundo, particularmente de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba