Opinión Internacional

El sistema republicano del socialismo

En la cruzada por esclarecer cuál y cómo sería el socialismo del o en el Siglo XXI, es crucial profundizar en el estudio de los trabajos de Marx y Engels, los fundadores del socialismo moderno; más cuando no pocos compañeros insisten en que ellos no escribieron sobre el socialismo, “nadie dijo cómo hacerlo” y se acerca la fecha en que el Partido Comunista de Cuba se apresta a librar la convocatoria de su VI Congreso.

A fines de agosto de 1866, Carlos Marx escribió sus “Instrucciones sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional” (1) -denominado posteriormente Consejo General- enviadas al I Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, celebrado del 3 al 8 de septiembre de 1866 en Ginebra. De los nueve puntos formulados por Marx en estas instrucciones, seis fueron aprobados como resoluciones del Congreso, entre ellos el referido al trabajo cooperativo.

Se transcriben a continuación los seis párrafos que dedicara Marx en estas “instrucciones” a tratar de esclarecer el papel del trabajo cooperativo en la nueva sociedad.

“Punto 5: Trabajo Cooperativo.

La Asociación Internacional de los Trabajadores se propone unir, llevando a un mismo cauce, los movimientos espontáneos de la clase obrera, pero, de ninguna manera, dictarle o imponerle cualquier sistema doctrinario. Por eso el Congreso no debe proclamar uno u otro sistema especial de cooperación, sino que ha de limitarse a la enunciación de algunos principios generales.

a) Nosotros estimamos que el movimiento cooperativo es una de las fuerzas transformadoras de la sociedad presente, basada en el antagonismo de clases. El gran mérito de este movimiento consiste en mostrar que el sistema actual de subordinación del trabajo al capital, sistema despótico que lleva al pauperismo, puede ser sustituido por un sistema republicano y bienhechor de asociación de productores libres e iguales.

b) Pero el movimiento cooperativo limitado a las formas enanas, las únicas que pueden crear con sus propios esfuerzos los esclavos individuales del trabajo asalariado, jamás podrá transformar la sociedad capitalista. A fin de convertir la producción social en un sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo son indispensables cambios sociales generales de la sociedad, es decir, del poder político, de manos de los capitalistas y propietarios de tierras, a manos de los productores mismos.

c) Recomendamos a los obreros que se ocupen preferentemente de la producción cooperativa, y no del comercio cooperativo. Este último no afecta más que la superficie del actual sistema económico, mientras que la primera socava sus cimientos.

d) Recomendamos a todas las sociedades cooperativas que conviertan una parte de sus ingresos comunes en fondo de propaganda de sus principios, tanto con el ejemplo, como con la palabra, a saber, contribuyendo al establecimiento de nuevas sociedades cooperativas de producción, a la par con la difusión de su doctrina.

e) A fin de evitar la degeneración de las sociedades cooperativas en simples sociedades burguesas por acciones (sociétés par actions), los obreros de cada empresa, independientemente de si están asociados o no, deben cobrar igual parte de los ingresos. Podemos consentir a título de compromiso puramente temporal, que los asociados cobren, además, un interés mínimo.”

Hasta aquí el punto 5, Trabajo Cooperativo. Las negritas y los subrayados son del autor.

Estas “instrucciones” de Marx, no dejan lugar a dudas sobre su concepción cooperativista de las relaciones de producción en el socialismo y su convencimiento de que el capitalismo sería sustituido por un “sistema republicano y bienhechor de asociación de productores libres e iguales”, lo cual solo sería posible por el establecimiento de un “sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo”, para el cual serían necesarios cambios generales en el poder político, “de manos de los capitalistas y propietarios de tierras, a manos de los productores mismos”, pues las “formas enanas” de cooperativas simples que puedan hacer los trabajadores con sus propios esfuerzos, jamás podrían transformar la sociedad capitalista por sí solas.

No se trata de aplicar mecánicamente, sino si no en forma creadora y de acuerdo con las circunstancias históricas concretas, las generalizaciones teóricas de los clásicos fundadores del socialismo moderno sobre las nuevas formas y relaciones de producción.

Es trascendental la indicación de Marx de que no se trata de imponer doctrinariamente uno u otro sistema especial de cooperación, sino de enunciar principios generales, toda vez que cada país tiene sus características y las formas de cooperación han sido siempre muy diversas. Es precisamente esa idea no doctrinaria, la que nos llevó a plantear en las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, una amplia gama de sistemas cooperativos, autogestionarios, cogestionarios, de trabajo individual y familiar y otras que las circunstancias determinen, así como su proyección en Uniones y Agrupaciones mayores.

Específicamente para la etapa actual en que se encuentra la Revolución Cubana, estos planteos de Marx, presentan plena validez, pues se trata –precisamente- del avance necesario en la socialización que demanda la situación actual, ya que no será posible derrotar la vieja sociedad capitalista -presente en Cuba en sus relaciones de producción asalariadas, la concentración de la propiedad, su estado jerarquizado, su aparato económico burocratizado y aburguesado, en los vínculos con el capital foráneo, y en muchas de sus formas de la conciencia social- y construir la nueva, si el sistema de trabajo cooperativo-autogestionario no se extiende de las cooperativas actuales de pequeños propietarios agrícolas, a todas las empresas y ramas de la economía: la autogestión empresarial y social, la que precisa también que el poder real, actualmente en manos del aparato burocrático, se traspase a los productores mismos.

El papel del Partido Comunista es orientar ese proceso de socialización, no obstaculizarlo, ni pretender administrar indefinidamente un capitalismo de estado. Si el ser social determina la conciencia social, el ser un administrador del capitalismo, debe generarle –lógicamente- la conciencia correspondiente.

En distintos trabajos del autor y de otros compañeros cubanos y extranjeros, se ha señalado reiteradamente que el mantenimiento de la organización asalariada de la producción, fue la causa principal de la restauración capitalista en el viejo “socialismo real”. Uno de los errores finales del viejo socialismo fue tratar de convertir las empresas estatales en sociedades por acciones, desoyendo a Marx, que permitieron a los poseedores de capital comprarlas y reconvertir la propiedad estatal en capitalista.

En este y en otros muchos escritos de Marx y Engels, reiteradamente citados por este autor y muchos otros, se establecen con toda claridad las ideas fundamentales que sobre el Socialismo, sus relaciones de producción y sistema político tenían los clásicos.

Un próximo artículo abordará como tema el sujeto de la revolución socialista.

Socialismo por la vida.

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