Opinión Internacional

Elecciones en Colombia: la goleada de Uribe

(%=Image(9879627,»LRCN»)%) Bogotá (AIPE)- En Colombia, el 12 de marzo, se celebraron las elecciones al Congreso. Aunque estas siempre se hacen cada cuatro años, las de este año estaban rodeadas de una significación especial.

En primer lugar, en ellas se experimentó por primera vez un nuevo sistema de reglas electorales aprobado hace dos años. Y, segundo, en estas elecciones la sociedad colombiana expresaría su sentir acerca de las políticas del presidente Alvaro Uribe y sobre la orientación ideológica del país, que por ahora se ha mantenido, por fortuna, al margen de la oleada de populismo izquierdista que cabalga por América Latina. Los resultados serían también determinantes para el futuro político del país en el corto plazo. Como se sabe, el presidente Uribe aspira a ser reelegido el próximo 28 de mayo y el éxito de su gestión en el segundo período dependerá en buena medida del apoyo que tenga en el Congreso. En ese segundo período, el gobierno llevará ante el órgano legislativo proyectos de muy alta importancia, como la llamada “reforma tributaria estructural” y el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC).

No es exagerado decir que estas elecciones fueron una goleada de Uribe. Los partidos que lo apoyan obtuvieron mayorías absolutas tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. En el caso del Senado, la mayoría llega al 70% y en la Cámara alcanza 53%. De ser reelegido, no tendría entonces Uribe que enfrentarse a un Congreso hostil ni encarar, al menos en un principio, la posibilidad de bloqueo legislativo de sus proyectos de gobierno. Si en las elecciones presidenciales Uribe logra una mayoría significativa, similar a la que logró en 2002, consolidará entonces un contundente mandato político.

Los resultados han tranquilizado particularmente a quienes apoyamos la ratificación del TLC con Estados Unidos. De hecho, la representación parlamentaria de los partidos que de manera abierta y radical se oponen a este tratado no resultó significativa. Los partidos que apoyan a Uribe han incluido la ratificación del TLC en sus agendas y, ahora que la ley ordena a los partidos actuar como bancadas disciplinadas, el TLC podría tener en el Congreso un camino más seguro. Esto no significa, sin embargo, que la ratificación del TLC pueda considerarse como un hecho consumado: ahora más que nunca es necesario explicar al país las enormes bondades de este tratado.

En contraste con los buenos resultados obtenidos por los partidos uribistas, el partido Liberal, el cual ha tomado como bandera la oposición a Uribe, sufrió los peores resultados en toda su historia. Este partido, otrora la más importante fuerza política de Colombia, está sumido en una tremenda crisis desde mediados de los noventa y su decisión de oponerse de manera radical a Uribe sólo ha contribuido a su mayor hundimiento. El Polo Democrático, coalición de partidos de izquierda, mantuvo su representación en el Congreso, la cual si bien no es alta, es la más significativa que haya obtenido la izquierda en Colombia.

Pero tal vez lo más interesante del proceso es su significado como decisión política. Con este resultado queda claro que los colombianos han tomado distancia de la oleada de populismo izquierdista que recorre América Latina. Ya Colombia había dado su primera muestra de distancia en 2002, al elegir por una mayoría histórica al presidente Uribe. Ahora, cuando esa oleada de populismo pasa por su mejor momento, cuando se ha vuelto una especie de dogma que en la región hay un “giro a la izquierda”, cuando el gobierno de Venezuela alimenta su locura con gigantescos ingresos provenientes del petróleo y promueve activamente movimientos de izquierda en varios países, Colombia reafirma mediante este contundente resultado electoral que ha decidido no dejarse contagiar por esa epidemia.

Al Congreso recién elegido le corresponderá asumir retos históricos. Deberá decidir, cuando considere la ratificación del TLC, si Colombia se une a las tendencias del progreso y la globalización o si opta por ser una economía mediocre y rezagada. Deberá también tener el valor de modernizar la estructura tributaria de Colombia, así esto implique eliminar muchos privilegios y enfrentar la demagogia de quienes creen que toda rebaja de impuestos es un pecado contra el sacramento de la redistribución. Por fortuna, la política de seguridad de Uribe, que sigue siendo la más alta prioridad de la nación, es en buena medida inmune ante el ir y venir de los políticos y sus intenciones. Aunque el Congreso elegido es favorable a Uribe, en la política todo puede pasar, especialmente si llegara a acabarse termina la luna de miel entre el presidente y los legisladores.

* Director ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso (ILP), Bogotá.

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