Opinión Internacional

Elecciones en Suecia, Francia y Venezuela

Acabo de regresar de Estocolmo donde pude observar el proceso electoral que culminó ayer con el triunfo de la coalición de centro-derecha, llamada “burguesa”, frente a la coalición de izquierda llamada de los “trabajadores”. Ahora estoy en Francia para participar en las elecciones de 2007. Y, teniendo la doble nacionalidad, estoy muy atento a las elecciones de diciembre en Venezuela. Es por todo ello que quiero compartir con ustedes algunas observaciones.

Fue interesante observar en Suecia cómo en cada centro comercial los principales partidos políticos tenían sus stands con folletos sobre todos los temas, locales y nacionales, que pueden interesar a los electores -los cuales son distribuidos también a través de los buzones de correo. Figuras nacionales y locales estaban presentes para contestar a las preguntas. El todo con mucho civismo y cordialidad. Esto es adicional a los avisos de prensa, las vallas, programas y cuñas de radio y televisión donde los mensajes son sectorizados y segmentados.

El posicionamiento de los partidos políticos en Suecia ha ido cambiando con el tiempo. Goran Persson, por ejemplo, primer ministro y líder del partido social-demócrata, no acepta que lo llamen “socialista” e insiste en ser un social-demócrata, que no es lo mismo. Por la derecha, el partido “moderatarna” agregó el adjetivo “nya” – nuevo en sueco – y se identifica como “el nuevo partido de los trabajadores.” Es como si en Venezuela los partidos Acción Democrática y Copei decidieran agregar este adjetivo “nuevo” para diferenciarse de los regimenes anteriores. En el caso de Francia, los términos “socialista”, “comunista” e “izquierda revolucionaria” son ampliamente empleados para la sorpresa de muchos.

Es por ello que los suecos no entienden muy bien porque la derecha es referida como “burguesa” y la izquierda como “trabajista”. La centro-izquierda prefiere el término “social-demócrata” y la centro-derecha el término “demócrata-social”. En todo caso, el 90% de los suecos desea mantener el modelo social sueco – pero con ciertas modernizaciones. Goran Persson perdió con una diferencia de 2%, una abstención del 19%, por cuatro principales razones: el desgaste del poder de 10 años de un hombre que se pone viejo, la compra de una lujosa propiedad, su falta de entusiasmo para hacer las reformas, y en menor grado su divorcio.

Fue interesante también observar el comportamiento de los periodistas y de las asociaciones civiles suecos. En primer lugar, cuestionan en detalle acerca de todos los logros que expresa el gobierno para ver si son ciertos y legales (casi siempre lo son). Luego someten a cada aspirante a duros cuestionarios para saber 1) por qué prometen lo que prometen, y 2) cómo piensan lograrlo. Preguntan también por qué no acepta una buena idea de otro candidato (la mayoría lo acepta salvo si hay serias diferencias ideológicas). En Francia el proceso no es tan civilizado.

Vemos entonces que la democracia en Suecia es muy participativa mientras que en Francia es mas bien representativa y con limitaciones. Las mujeres representan el 45% del congreso sueco mientras que en Francia apenas llegan al 9%. Me alegró oír comentarios muy positivos acerca de la mujer venezolana. Los trabajadores suecos están en un 90% afiliados a la poderosa central obrera FO y no hay huelgas. En Francia solamente el 9% de los trabajadores pertenecen a varios sindicatos pero hay huelgas a cada rato. En cuanto a los extranjeros, el 90% de los suecos no quiere mas inmigrantes pero los que viven legalmente en el país son bien integrados y hay un ombudsman que los protege. No es el caso en Francia donde todavía hay mucha marginalidad, racismo y discriminación. Todo ello se agrava con la expansión del islamismo y las amenazas terroristas que en Francia son muy serias.

En cuanto al sistema electoral, tanto en Suecia como en Francia el Registro Electoral es llevado por las alcaldías bajo el severo escrutinio de los partidos políticos. Nos sorprendió oír que en Venezuela el número de inscritos subió un 35% entre 2005 y 2006. El voto no es obligatorio y la abstención oscila entre el 20% y el 30%. No se conocen fraudes excepto 247 casos en Francia en 2002 causados por cédulas muy bien falsificadas.

El conteo de los votos es manual tanto en Suecia como en Francia, y en presencia de los partidos y de los electores. Es muy estricto. Las máquinas no son aceptadas ya que podrían detectar quien votó por quien; además, los votos pueden ser fácilmente desviados, inclusive a distancia vía Internet. Se puede votar por correo o por poder, y se está experimentando el voto por Internet, pero siempre con el conteo manual. Un ejemplo de la no confiabilidad de las máquinas es lo que acaba de pasar en Suecia: expertos en computación del Partido Liberal lograron penetrar 78 veces, entre enero y marzo, en las computadoras del Partido Social-Demócrata sustrayendo información confidencial. La policía intervino, muchos dirigentes fueron expulsados, y el Partido Liberal perdió muchos votos ayer.

Tanto en Suecia como en Francia, y Europa en general, se le tiene mucho cariño a los venezolanos. Es por ello que los gobiernos europeos están dispuestos a ayudar a Venezuela para que sus próximas elecciones sean fiables. El primer interesado debería ser el propio gobierno para que, de resultar vencedor, pueda ser reconocido internacionalmente. Resultaría incomprensible que tanto los partidos de gobierno como los de la oposición vayan a unas elecciones sin las garantías de su confiabilidad. De hacerlo sería inaceptable un reclamo posterior de fraude ya que todos los partidos acudieron al acto en las condiciones dadas. Y la abstención masiva es igualmente inaceptable ya que legalmente no resuelve nada. Si hay voluntad masiva, de parte y parte, de ofrecer al mundo una imagen positiva del gentilicio venezolano, debe expresarse antes de las elecciones y no después. Sabemos que el tiempo apremia pero es perfectamente legitimo postergar por unas semanas el proceso electoral hasta tanto sea aceptado por todos los partidos.

Para concluir quiero recordarles el mensaje del presidente francés Clemenceau:
“Hay que saber lo que uno quiere. Cuando uno lo sabe, hay que tener el coraje de decirlo. Y cuando uno lo dice, hay que tener el coraje de hacerlo.”

Con mis mejores votos para el bienestar de todos los venezolanos, en Vannes (Francia) el 18 de septiembre de 2006.

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