Opinión Internacional

En la tranquila tierra de Burma

El liderazgo político más frágil y delicado del mundo lo encana una mujer sexagenaria, presa desde hace dieciséis años, quien se crió sin padre, está lejos de su familia, tiene minuciosamente restringidas las visitas y combate desde su encierro con un arma poco convencional: la poesía. Es la premio Nóbel, Daw Aung San Suu Kyi, prisionera de conciencia de la tiranía birmana, heroína civil de su país, hija a su vez del Precursor de la Independencia y a quien ni la fama mundial ni la gloria han logrado hacerle feliz.

Su papá fue el general Aung San, el “Francisco de Miranda” Birmano. Un joven general, brillante, audaz, valiente, quien en los años cuarenta lideró a su país rumbo a la independencia. Resulta inapropiado llamarlo militar cuando fue más un intelectual que un hombre de armas. Su acción política discurrió en el seno de la Universidad de Rangoon, capital de la Birmania que entonces formaba parte de la India Británica.

Aung San, el padre, fue Licenciado en Artes, Literatura Inglesa, Historia y Ciencias Políticas. Una extraordinaria formación con la cual la administración colonial aspiraba a preparar sus futuros aliados para la preservación del status quo en los territorios bajo su control. Ya era un líder nacional de la juventud cuando se desató la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico y los japoneses pretendieron utilizarlo para quebrar el dominio inglés en el área. Con apoyo japonés el licenciado San formó el Ejército Birmano de Liberación Nacional dentro del cual alcanzó el rango de Mayor-General.

La visión del general Aung San le permitió soltarse a tiempo del control japonés y negociar con los británicos el orden de la post-guerra. La puja con los ingleses no fue fácil pero el general-intelectual condujo con firmeza las negociaciones hasta lograr la independencia en 1947.

Aquel héroe ya era ministro y líder nacional de Birmania cuando en un salvaje atentado lo asesinaron en compañía de varios de sus más cercanos colaboradores. Era el año de 1947 otro de sus seguidores, U Nu, encabezó un gobierno proclive a Moscú y como estaban en plena guerra fría, a poco lo depusieron. Entonces subió al poder un oscuro militar llamado Ne Win, quien encabezó por veintisiete largos años una de las dictaduras más represivas del mundo contemporáneo, con las calles bañadas en sangre, la juventud acorralada y un verdadero totalitarismo controlando cada área de la vida social y cultural del país.

Recordemos que Birmania es un territorio de modestas dimensiones (600 mil kilómetros, dos terceras partes de lo que tiene Venezuela). Está ubicado en el Sudeste Asiático, vecino de Vietnam, de Laos, Tailandia y Camboya, es decir de los países-polvorín de los años sesenta y setenta. Desde la Antigüedad fue apetecido por diferentes potencias, inclusive los Mogoles Indios, que se metieron en toda la zona, hasta Afganistán. Temprano tuvieron su propia monarquía, la cual desapareció en 1885, cuando fueron ocupados por los ingleses. Pero esencialmente un país pobre, agrícola, de villas miserias, de casitas sobre los ríos, de gente macilenta y desesperada.

La huella progresista e ilustrada de Aung San se dejó sentir tempranamente. Uno de sus discípulos, el profesor U Thant, quien sirvió en los gobiernos de sus herederos, llegó accidentalmente a la Secretaría General de la O.N.U en 1961. Acababa de morir Dag Hammarskjold y la comunidad internacional descubrió en el discreto diplomático birmano el titular idóneo para dicho cargo. Resultó uno de los mejores titulares de las Naciones Unidas, el mediador que brilló en la dramática hora de la Crisis de los Misiles (octubre de 1962) cuando el mundo casi vive una hecatombe nuclear.

Pero la barbarie bramaba internamente y cada vez con mayor fuerza. Al sanguinario dictador Ne Win lo sucedieron otros personajes igualmente represivos. El dictador de turno, un oscuro general Than Shwe, registra en su biografía oficial el cargo de cartero, funcionario del departamento de inteligencia y burócrata de toda la vida. Entonces es una camarilla la que gobierna Birmania, el mediocre de guardia a la cabeza.

La poetisa Daw Aung San Suu Kyi salió de Birmania muy niña, al morir su padre y tuvo una crianza perfectamente occidental. De hecho, culminó sus estudios en Oxford University. Quizás por la presencia de U Thant al frente de la O.N.U. la joven intelectual trabajó en el organismo y casó con un educador inglés. Tuvo sus hijos en Inglaterra, era ciudadana del primer mundo, políglota, incluso se ganó una beca para estudiar en Japón, país donde estudian a su padre con interés casi místico.

Al final resultó sorpresivo que una mujer de mediana edad, de cultura occidental, con la vida hecha, limitada por la presión psicológica de un esposo y unos hijos de mentalidad británica, se devolviese a sus orígenes y ofrendara su existencia en la política. Parece que la decisión fue sobrevenida. Ella volvió a Rangoon para crear una biblioteca en honor de su padre, pero la visión del pueblo acorralado y amordazado, le alteró la homeostasis. A poco estaba presidiendo manifestaciones, echada a la calle pidiendo por la democracia. Entonces la persiguieron y cercaron, ofreciéndole un exilio dorado. Ella puso como condición que primero libertaran a todos los presos políticos. Muy por el contrario, ella terminó también presa y sin juicio ni juez natural ni debido proceso.

El sacrificio personal de la señora Daw permitió que por primera vez en muchos años el mundo recordara que en Birmania (ahora llamada Myanmar) sobrevivía una tiranía casi medieval, que torturaba niños, que destruía poblaciones enteras, que masacraba gente en las calles y que no toleraba forma alguna de disenso. De hecho, la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1991, fue el reconocimiento mundial de problema poco conocido al drama birmano.

Tiene una honda simbología que sea una mujer delgada, casi famélica, sin mayor experiencia política, sea quien encarne la vocación libertaria del pueblo birmano. Es en cierta forma, el eterno conflicto entre civilización y barbarie. Ella humanista, mujer, madre y pacifista. Los tiranos, ignaros, machistas, asesinos y belicistas.

En sus finos versos va implícito el mejor discurso por la democracia. Leo un poema titulado “En la tranquila noche de Burma” (que así llamaban antes a su país). Ella dice: “en esta tranquila noche nadie puede decir si alguien está escuchando, los secretos que ellos quieren revelar, los informantes están cubiertos por la sangre de la tierra y nadie puede quedarse más allá de donde los tiranos quieren que permanezcan”. (fin de la cita).

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