Opinión Internacional

En Legítima Defensa

Nunca como ahora Ecuador y Venezuela parecen estar tan preocupados por lo que ocurre en sus fronteras con Colombia. Al menos, no pareció importarles cuando fueron usadas para beneficio del grupo terrorista FARC. Muy a pesar de que desestabilizan la región con su presencia.

Ecuador poco o nada ha dicho cuando la frontera fue usada como coladera por las FARC para jugar al gato y al ratón con las fuerzas armadas colombianas. Escurriéndose así de afrontar la legalidad de un país y su derecho para encontrar paz. Poco o ningún interés hubo por parte de Ecuador en esos momentos, más que jugar un papel lastimero, de súplicas y ojalas, pidiendo el socorro del Divino para ser librado de no sufrir en carne propia lo que su país vecino ha venido padeciendo.

Colombia se excedió es verdad, violó soberanía, innegable. Sin embargo, es el mal menor para sacar fuera de combate a un grupo que usa el secuestro, el homicidio y el asesinato selectivo cuando no está ocupado ejerciendo como un valioso aliado del narcotráfico buscando maximizar sus beneficios económicos. No ignoremos que tras el discurso ideológico de pan y libertad, hay mucho dinero negro, un pingüe negocio.

Hubo información de inteligencia, una oportunidad dorada y el gobierno de Álvaro Uribe hizo lo que todos, de ser colombianos o los que hemos sufrido el azote del terrorismo en nuestro suelo, sabemos o deseamos hagan nuestros políticos. Ordenar un ataque militar que fue exitoso. Una operación que debe dejar claro alas FARC que con terroristas no se negocia, que tarde o temprano con una política decidida, enfrentarán a las autoridades o morirán en su ley.

Coordinar con gobiernos cómplices o simpatizantes de grupos terroristas está claro no era una opción. Uribe no se equivocó al actuar sin consultar a sus países vecinos. Aquellos que les dan alojamiento y comida, está demás decirlo también deben enfrentar a los tribunales en su momento.

Romper relaciones diplomáticas, amenazar de guerra o montar un bochornoso espectáculo de victimas de atropello, solo ha demostrado que los gobiernos en América Latina están divididos y no hay que ser adivinos para saber de donde vienen esas voces de discordia. Pero así estamos. Un grupo de países que apuesta por la democracia como diálogo interno para resolver los problemas de sus países y que desde la imperfección y fragilidad de sus instituciones están en el compromiso de lograrlo, y los otros; que ven la lucha armada con un romanticismo ingenuo y peligroso, que consideran a grupos que secuestran y matan, dignos de un minuto de silencio.

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