Opinión Internacional

¿En qué falló el modelo?

¿En qué falló el modelo? ¿Es la reforma económica la causante de la crisis social que vive Bolivia? Afirmar que sí, resulta una verdad a medias. Una auténtica reforma estructural debe apuntar a generar mayor estabilidad, redefinir el rol del Estado con referencia al sector privado, lograr crecimiento y buscar mejora social.

En Bolivia terca y porfiadamente se ha venido aplicando un modelo de libre mercado destinado exclusivamente a mantener la estabilidad macroeconómica dejando de lado otros aspectos. Veinte años han sido por demás suficientes para comprender que la doctrina económica tenazmente impuesta, logró únicamente estabilidad de precios y fue incapaz de mejorar cualitativamente el nivel de vida de la población donde la pobreza alcanza al 60%.

La ingenuidad con la que Bolivia ha venido soportando, como dogma una limitada reforma estructural, permitió que varias organizaciones, incluido el BID, mostraran internacionalmente al país como líder y ejemplo de disciplina y rigidez en la observancia de medidas económicas. ¿Debemos estar orgullosos los bolivianos de tan distinguida mención? ¿No nos habrán hecho creer, engañosamente durante 20 años, que hasta donde les convenía nos hacían sostener tozudamente un severo e incompleto modelo de economía de mercado y que gracias a ello estamos inmersos en una profunda crisis, con efervescencia social y violencia, al extremo de protestar contra todo lo que esté relacionado con la inversión extranjera?

Pero ello no fue fortuito. Durante todo este tiempo, este distorsionado fundamentalismo de mercado fue alimentado por quienes aún continúan defendiéndolo desde distintas instituciones, llámese Ministerio de Economía, Presidencia del Banco Central, Superintendencia del Sistema Financiero. Ellos permanentemente han venido asesorando y aconsejando a los gobiernos de turno sobre la necesidad de mantener inalterable el modelo aplicado, advirtiendo que de no ser así sobrevendría el colapso económico y el descrédito internacional.

¿Qué pasará de ahora en más? Están los que reparan que concluidas las elecciones quien deba conducir el Estado necesariamente deberá tomar una decisión entre imponer un “capitalismo competitivo”, sin proteccionismo y con regulaciones estatales limitadas a asegurar derechos de propiedad y ambientes competitivos y con una política distributiva restringida a igualar oportunidades y paliar la pobreza extrema, o podrá decidir por desarrollar un “capitalismo corporativo”, es decir, con proteccionismos, apoyos especiales del Estado, fuerte regulación de mercados, y un papel distribuidor mediante un desarrollado Estado solidario.

Lo cierto, al fin y al cabo, es que el modelo tal cual hoy se presenta, ya no va más. Para mantener algunos beneficios del sistema, quien gobierne, debe concebir una especie de “tercera vía” adecuada a la realidad del país, es decir, un “modelo mixto” que acepte básicamente la eficiencia de la economía de mercado y proponga modificaciones para corregir falencias y desigualdades.

Debe idear un modelo económico cuyo éxito se asiente en establecer el adecuado contexto político e institucional tanto para garantizar inversiones, como para privilegiar aquellas intensivas en creación de fuentes de empleo, cuyo enfoque esté dirigido a reducir la pobreza. Un “modelo mixto” cuya aplicación no esté limitada exclusivamente a su consistencia técnica, sino a garantizar estabilidad social; sin la cual no existe gobernabilidad.

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