Opinión Internacional

Entre el peronismo y “el hombre de al lado”

Ni siquiera se disculpó con quienes pasaron seguramente el peor enero de sus vidas. Y ocultó todo lo posible a Amado Boudou, una criatura política de su exclusiva creación, casi borrado en las tomas de la cadena nacional, pese a estar sentadito a su lado. El gesto dio fuerza a las creencias de que “le soltaron la mano” al hombre de la congelada sonrisa juvenil que desmiente su estirpe de rockero veterano, amado en otros tiempos por el kirchnerismo más fatuo y obediente.

Por si algo faltara, antes la Presidenta ordenó cumplir no ya un formulismo burocrático, sino un fuerte simbolismo político y una estrategia política de poder para proteger sus espaldas. Impuso en la línea sucesoria presidencial al radical K Gerardo Zamora, ex gobernador de Santiago del Estero.

Boudou quedó desenfocado con esa decisión. No es el único.

“No sé si el kirchnerismo es peronismo, pero se le parece bastante”, dijo con alguna sorna la Presidenta en el Congreso. Sin embargo, para la línea sucesoria de mando prefirió a un liberal frívolo, con aires de nene malcriado, y a un radical en alquiler. Ningún peronista está en ese estratégico lugar: ¿desconfiará de sus compañeros en caso de que llegaran horas críticas para su gestión? Pareciera que sí, aunque le gusta escudarse en Evita y en Perón. Y, sobre todo, evocar su propia militancia light en tiempos de adolescencia apresurada.

Es como si la Presidenta estuviera previendo futuros infortunios para Boudou, cada vez más cercado por la Justicia en la causa Ciccone. Ella ya hizo por él todo lo que podía hacer y más. Descabezó al jefe de los fiscales, Esteban Righi, hombre del riñón setentista, y dejó correr luego el apartamiento de la causa del fiscal Rívolo y del juez Rafecas. Una advertencia a la Justicia no entrenada para la genuflexión, que, atenuada, repitió ante la Asamblea Legislativa.

Ahora el fiscal es Di Lello, de cuna peronista, y el juez es Lijo, llevado al fuero federal por Néstor Kirchner. Cristina no parece dispuesta a mover un dedo por el imputado: las huellas de Boudou están en todas partes. Será difícil que no se lo procese, al menos por tráfico de influencias. Y hay una causa conexa por enriquecimiento ilícito, un daño político tremendo para el Gobierno. No es el único que dejó marcas. En el futuro habrá que repasar los nombres de cada legislador que votó la expropiación de la imprenta con el sólo fin de resguardar al vicepresidente de todas sus trapisondas en Ciccone.

Son cómplices del encubrimiento institucional. Y lo peor es que lo festejaron como si hubiese sido una gran gesta peronista. En verdad, fue sólo el triste paso anticipatorio del kirchnerismo en su hora final.

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