Opinión Internacional

Escándalo en el New York Times

Washington (AIPE)- El escándalo por los plagios del reportero (%=Link(«http://www.journalism.org/resources/briefing/archive/blair.asp»,»Jayson Blair»)%) del New York Times ha generado más comentarios que cualquier otro escándalo de la prensa que yo recuerde. En parte se debe a la burda politización de ese diario bajo su actual director ejecutivo, Howell Raines, y su editor, Arthur Sulzberger III.

La distinción entre columnas de opinión y reportajes informativos se han vuelto borrosas, como por ejemplo en la reciente campaña del periódico para que el Club de Golf Augusta admitiera a mujeres. Pero lo más extraordinario del escándalo es que Blair continuamente inventaba citas en sus reportajes y nadie se quejaba. Mucha gente leyó información y citas falsas de ellos mismos, sin exigir que el periódico publicara una corrección.

Está claro que el New York Times sí ignoró las quejas de muchos, lo cual es otra mancha para el diario. Pero me sorprende que mucha gente sobre quienes Blair escribió falsedades se quedaran callados, lo cual como bien lo apunta Howard Kurtz del Washington Post es en sí deprimente.

Confieso que jamás me he preocupado en corregir la publicación distorsionada de mis declaraciones a la prensa. En mi trabajo, lo importante es que me citen y escriban bien mi nombre. ¿Por qué buscarme la enemistad del reportero, cuando nadie en realidad lee las correcciones que se publican posteriormente?
Pienso que ese hastío que mucha gente siente por la prensa resulta de conocer personalmente sucesos que luego son distorsionados por los medios, sintiéndose capaces de detectar cuando los reportajes son fidedignos o parcializados.

Experimenté ese fenómeno por primera vez a mediados de los años 70, cuando trabajaba en el Congreso. Día tras día leía reportajes en periódicos como el New York Times sobre eventos de los cuales había sido testigo y la imagen distorsionada de los hechos me impactaba. En aquellos tiempos, nada se podía hacer.

La situación es totalmente diferente hoy. Uno puede fácilmente ofrecer documentos, fotografías, audio y video en la Internet, para que la gente se entere de la verdad, sin tener que creerle a un reportero del New York Times.

Hace poco, un amigo mío que fue falsamente acusado por una ex–novia, cuyas mentiras fueron publicadas por el Washington Post y otros periódicos, pudo limpiar su imagen publicando documentos en la Internet. Inclusive sus enemigos políticos se vieron obligados a admitir que las acusaciones habían sido falsas.

Mi amigo no hubiera logrado limpiar su nombre antes de la existencia de la Internet. Aquellos interesados en la verdad no hubieran sabido dónde encontrarla y las mentiras lo hubieran perseguido por el resto de sus días. De la misma manera, mentiras contra el presidente Bush, Newt Gingrich y otros pueden ser puestas al descubierto de maneras que no era posible hacerse en el pasado. Eso augura el fin de los prejuicios y la parcialidad de los principales medios de comunicación y a los mentirosos como Jayson Blair les será mucho más difícil engañar a sus lectores.

(*): Economista y académico del National Center for Policy Analysis (NCPA).

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