Opinión Internacional

España y sus nacionalismos

En el artículo “El futuro de Euskadi” reviso la falta de pasos serios para lograr la independencia del País Vasco y cómo la idea no ha calado en la sociedad en general. ¿Por qué sus líderes no han invertido en el ámbito internacional? Simple: no hay votos. Latinoamérica formó el cuerpo principal de su ideología independentista y se puso en marcha contra el poderío español rápidamente. La cronología se inicia con la insurgencia contra el Virrey Agustín de Jáuregui, encabezada por Tupac Amarú II en 1780. Para 1830 la mayoría de países ya habían logrado la independencia; es decir, cincuenta años. La india se independizó de la dominación inglesa en poquísimo tiempo también. La idea de la independencia se originó tras la Primera Guerra Mundial y para el final de la Segunda Guerra Mundial, ya se había logrado.

“Llevamos 200 años de dominación española», dice Arnaldo Otegui. El proyecto de Euskadi está pasmado porque sus propios líderes no creen en ella. Solo utilizan el tema para polarizar y victimizar a la sociedad. Así, ellos se vuelven indispensables. Ocurre el mismo fenómeno de Bush y Al Qaeda, los fundamentalistas árabes necesitan a un residente en la Casa Blanca tan radical que obligue a los musulmanes a reaccionar y Bush necesita a un terrorista que le permita llamar a la unidad estadounidense para poner en marcha la voluntad imperial.

Podría argumentarse en contra de los ejemplos citados líneas arriba, que la independencia es más fácil de conseguir a mayor distancia geográfica del poder colonial. La verdad es que quizá el País Vasco esté tan conectado a España que no se sabe con certeza dónde empieza y dónde termina. Entonces no se puede hablar de separatismo sino de amputación.

Hoy parece ridículo discutir sobre nacionalismos y parecería más bien un tema que debería estar superado en Europa, tan abatida y ensangrentada inútilmente por bañarse en estas tesis. Lamentablemente existen organizaciones políticas y movimientos sociales que demuestran que está vigente. Un nacionalista tiene que tener graves trastornos de la personalidad, por antonomasia es peligroso.

Miquel Molina i Diez ha escrito “País Valenciano es Catalunya, el Rosellón es Catalunya y las Islas Baleares es Catalunya. Bueno, y los medios de comunicación, los libros de texto…no dicen eso: no quieren que los catalanes nos unamos; quieren que permanezcamos separados, por eso de divide y vencerás, o confunde y vencerás. Bueno, y la televisión valenciana da ganas de llorar de la impotencia que causa ver la mayor parte de su programación en castellano y la política españolista y anticatalanista que promueven. No existe cosa tan aberrante que alguien reniegue de su identidad y traicione a los suyos».

Lo míos y los suyos

Cito textualmente este párrafo para decir que todo depende del ángulo o límite en que nos encerremos. Unos creen que su techo es más pequeño que el de otros. Lo que me recuerda que hay carpas que crecen según la disponibilidad de alimento y del espacio en donde viven. Una carpa en una pecera doméstica podría desarrollarse apenas un par de centímetros, pero en un estanque puede llegar a los treinta centímetros. Igualmente, hay ciudadanos que dicen vivir en pequeñas demarcaciones y que éstas -sostienen furiosamente- les pertenecen, así cerrándose a los beneficios globales y de integrarse al resto de España y del mundo. Quien se sienta mejor sobre otros solo por haber nacido en un lugar en especial, traiciona al resto de la Humanidad. Quien crea que su nido es mejor sobre otros, es porque es un ignorante que necesita viajar más. Si ellos, los nacionalistas se dividen, ellos se separan, ellos pierden. El mundo nació para ser uno solo.

Debido a que la contaminación de los incendios petroleros en Kuwait afectó a toda la Humanidad, elevando las crisis respiratorias y la dermatitis reportada por los hospitales. No veo cómo no sentirme un ciudadano universal, listo para comer y vagar por el gran estaque que es nuestro planeta azul. Si otros prefieren una pecera, allá ellos.

A estos nacionalistas, yo no los entiendo, siempre tan limitados y excluyentes, tan ciegos ante las maravillas, que las hay en todo rincón. No me siento de alguna parte en especial y veo el planeta, sino el universo como mío y de todos, al resto de humanos como mis iguales. No fui destetado prematuramente, así que no creo en ciudadanos de primera ni de segunda, ni en raza superior, sólo atestiguo la injusticia social y las marcadas diferencias de oportunidad.

El concepto de «pensamiento grupal» se ha popularizado desde que Irving Janis publicó Victims of Groupthink a principios del setenta. No trataré de explicar la psicología de la inseguridad personal como cuna de los nacionalismos, porque hay literatura abundante en las librerías. Solo que llama la atención cómo las zonas más ricas, son las más excluyentes. Quizá producto de la soberbia.

En la aplaudida teleserie “Cuéntame Cómo Pasó” se reflexiona sobre la inmigración y cómo hoy los españoles están tan orgullosos de lo que son, que parecen haber olvidado lo que fueron. Es curioso, que las zonas menos favorecidas por el desarrollo económico, como Andalucía y Extremadura, se sientan más españolas que las más ricas (Cataluña, País Vasco).

No veo una ofensiva estatal contra los nacionalismos. No estoy seguro tampoco de que debería haberla, quizá esto solo serviría para exacerbar más los ánimos. Sí llama mi atención la poca acción de la sociedad, sea por las ONG u otras entidades.

A veces creo que España está sobre una gran placa continental de nacionalismos, que se fracciona y se separa unos dos centímetros cada año. Medito sobre estos nacionalistas, concluyendo que no pasan de ser una expresión folclórica que transita entre lo cómico y lo vistoso. Más no deja de dolerme y preocuparme, subestimar los problemas con grupos nacionalistas y violentos siempre ha sido un grave error.

Cada región de España ha tenido a sus hombres de letras, como bien dice desde Cuba, Hidelisa Velásquez Prats, cada uno como un embajador la ha representado. Hernando de Acuña, Valladolid; Hernández de Oviedo, Madrid; Fray Antonio de Guevara, montañas de Santander; Alfonso y Juan de Valdés, Cuenca; Villalobos, Zamora; Gutierre de Cetina, Sevilla; Diego Hurtado de Mendoza, Granada; Garcilaso de la Vega, Toledo; Juan Boscán, Barcelona. Pero como ella misma anota sobre Cervantes “no incurre en regionalismos; siente a España como un todo indisoluble y logra que toda España sienta suyo al de la «Triste Figura». Don Quijote vino a revelar que desde los Pirineos hasta Cádiz, por encima de matices locales, había un pueblo sujeto a los mismos avatares, a un común destino formador del sentimiento nacional”.

El Quijote es el primer español, ficticio, pero el primero y el mejor de todos, quizá la esencia del español está en la herencia de Cervantes.

Las sociedades se transmutan, se convierten, se transforman, nunca son estáticas. Hay una Geografía Humana solícita por el cambio. Así las Indias Orientales de Colón son actualmente el reducto de Occidente. España, la árabe, desapareció convirtiéndose al Catolicismo. Mientras, la España actual se disuelve con los nacionalismos, los nuevos españoles –inmigrantes y su descendencia- agregan un factor curioso. Aumentando la tasa de natalidad y permitiendo el crecimiento económico. La primera generación es extraña, pero la segunda y tercera estarán totalmente mimetizadas. Concluyo con una reflexión basada en la segunda y tercera generación de estadounidenses de origen sudamericano, pero que no se circunscribe solo a los de este origen: España muere, agoniza en vejez. Es la segunda nación del mundo con más ancianos y si la tasa de natalidad es positiva lo es por los inmigrantes. Así pues, ensayo presumiendo que la existencia de España y su unidad futura puede estar garantizada. Pues, mientras el español tradicional se avejenta y muere con taras y bondades, la nueva generación de orígenes extranjeros, cuya cimiente ya crece, se sentirá más española y se desentenderá de historias nacionalistas.

Este fenómeno se ve entre los chicanos, hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos. No reniegan de México pero no se identifican necesariamente con aquella nación. En la película “Mi Gran Boda Griega” (“My Big Fat Greek Wedding”) Nia Vardalos interpreta a Toula Portokalos. Una Norteamérica de segunda generación que contra la tradición familiar de griegos que se casan con griegos, prefiere a un estadounidense. Pues ella misma aunque respeta el legado y origen familiar, no se siente griega, ciertamente no lo es.

Los sociólogos han descubierto que los sureños de Estados Unidos, con su legado separatista no lograron impactar en las nuevas generaciones. Algunos explican que se debió a la masiva inmigración europea y sudamericana que recibió el sur norteamericano.

* (%=Link(«http://www.josemusse.com»,»Site del autor»)%)

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