Opinión Internacional

Evo y Alvaro, Robespierre y el Conde de Mirabeau

‘Lo comparan con Stalin’, dijo a Álvaro García Linera una periodista de la revista argentina ‘La Fogata’. Éste respondió: ‘Yo me veo como uno de los últimos ‘Jacobinos’ de la Revolución Francesa y veo a Evo como Robespierre’. Seguramente el vicepresidente boliviano intenta identificarse con Honoré Gabriel Riqueti más conocido como el Conde de Mirabeau. Basados en este criterio, analicemos la trascendencia política que implica la respuesta.

Los ‘Jacobinos’, era una organización radical fundada como una Sociedad de Amigos de la Constituyente que condujo la vida política de Francia durante la Revolución Francesa. Sus miembros eran diputados de la Asamblea Constituyente. Su apelativo deriva del lugar donde regularmente se reunían, un antiguo monasterio de los monjes jacobinos (dominicos).

Mirabeau y Robespierre, líderes revolucionarios, no tardaron en hacerse miembros de esta asociación cuya influencia tenía alcance nacional. Su enorme poder político provenía de la estructura creada por numerosos grupos afiliados y de la habilidad de sus dirigentes para manipular a la opinión pública. El apogeo de su poder coincidió con la formación de la Asamblea de Representantes que no desarrollaba ninguna acción que no hubiera sido previamente aprobada por esta organización. Los Jacobinos exigieron la ejecución del Rey, eliminaron a los ‘Girondinos’, un sector moderado, y enviaron a la guillotina a miles de sus adversarios.

Maximilien de Robespierre, a quien se semeja el presidente Morales, según García Linera, fue uno de los líderes más importante de la Revolución Francesa, gobernó de facto durante el periodo en que los revolucionarios consolidaron su poder. Durante este tiempo, los sectores extremistas tomaron el control del grupo y haciendo uso de su autoridad impusieron en el país una etapa denominada como ‘El Terror’, al reprimir toda oposición con una violencia implacable. Robespierre fue posteriormente guillotinado y con su caída los Jacobinos perdieron su poder y la Convención los declaró ilegales.

Por su parte, El Conde de Mirabeau, fue un revolucionario que pese a su origen aristocrático llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional y a jefe de los Jacobinos. Murió a poco tiempo de ser elegido. Gozó de prestigio intelectual con la publicación de varias obras entre ellas Essai sur le despotisme (Ensayo sobre el despotismo). Intentó concertar la reconciliación entre la corte reaccionaria de Luis XVI con las fuerzas de la Revolución, cuyo radicalismo iba en aumento. Propició la creación de una milicia de ciudadanos de la cual surgió luego la Guardia Nacional. Se destacó por su cinismo, por su amoralidad como ejercicio vital por excelencia y por su ardiente oratoria.

Intelectual y locuaz como Mirabeua, al vicepresidente García Linera se lo describe como el acompañante más influyente y radical del entorno de Evo Morales; es el dirigente que marca la línea dura, concibe y controla el contenido marxista-indigenista de la acción gubernamental, encaminado siempre a instrumentar un Estado totalitario. Una actividad que despliega con sigilo, simulando una imagen de gran concertador, implacable sin embargo, a tiempo de imponer su criterio.

Lo que al parecer el vicepresidente olvida, es como se fueron devorando entre sí los dirigentes de aquella revolución. Porque de haber reflexionado sobre aquellas suertes jugadas con la guillotina, a modo de permanente advertencia, seguramente habría concluido que en política las gambetas arteras y extremistas suelen terminar engullendo a sus propios protagonistas.

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