Opinión Internacional

Finaliza la campaña electoral

Hoy a la medianoche finaliza la campaña electoral más desequilibrada y tramposa de nuestra historia, plagada de denuncias hasta último momento, tal como lo demuestra la renuncia de la doctora Cecilia Vargas, jefa de la ODPE de Chachapoyas, por no querer prestarse a irregularidades cometidas descaradamente por funcionarios de su jurisdicción.

La ciudadanía tiene ante sí dos opciones para el próximo quinquenio: o se ata al modelo conservador y excluyente que con ropaje neoliberal le propone el fujimorismo. O busca un camino de renovación y alternancia democrática, encarnado por una candidatura de oposición, ninguna de ellas opuesta a las reformas, pero sí dispuestas a darles ese rostro humano y contenido social del que hasta ahora han carecido.

Si los votantes optan por AFF deben saber que están aceptando eternizar la política de desprecio a las instituciones y la actual sumisión de los poderes del Estado al Ejecutivo, con un Legislativo como mera caja de resonancia que se niega a fiscalizar y una Justicia sometida por el nombramiento de magistrados provisionales, sujetos a traslados.

Deben saber también que están aceptando las imposiciones de nuestros acreedores externos, que por cobrarse la interminable deuda toman decisiones que afectan nuestra vida cotidiana y la posibilidad de desarrollo de las futuras generaciones; y aceptando la continuación de privatizaciones sin transparencia que, lejos de abaratar servicios, consuman negociados en beneficio del capital extranjero y sus agentes locales.

Deben saber igualmente que votarán por la postergación reiterada de los jubilados, por la continuación de la salud sólo para minorías pagantes, por la desnutrición de millones de peruanos, víctimas del programa malthusiano aplicado por el régimen, que auspicia la falta de empleo y los salarios miserables. Y por una educación que figura en penúltimo lugar en calidad entre las impartidas en el continente.

Votarán en fin por el mantenimiento de un país con abismos sociales intolerables, en el que el concepto de redistribución de la riqueza ha sido desterrado y que cuenta con medio millón de niños que trabajan, millón y medio de analfabetos, dos millones de estudiantes que han desertado de las aulas y doce millones de pobres, cinco millones en extrema pobreza.

El discurso conservador fujimorista, con su disfraz neoliberal, trata de vendernos la imagen falsa de un capitalismo triunfante a escala mundial y más salvaje que nunca. Su modelo de modernización pasa por nuestra aceptación de ser país periférico y exportador de materias primas, incapaz de decisiones propias. Se trata de convertirnos en una masa domesticada, sometida a las normas del «todo vale» y del «sálvese quien pueda».

Optaremos por un candidato distinto quienes no aceptamos la idea de polarización social que subyace en el fujimorismo, cuya perpetuación significará para nuestro país el riesgo de una guerra civil y enfrentamientos permanentes. Quienes creemos en que sin una verdadera estrategia de paz y de defensa de los derechos humanos no podrá impulsarse la reconciliación nacional. Quienes estamos hartos de un caudillo díscolo y de su corte.

Optaremos por una opción distinta quienes rechazamos la violencia y la manifiesta incapacidad del fujimorismo para resolver temas como la pobreza, el desempleo y nuestras más profundas desigualdades, que no han mejorado un ápice y siguen en la agenda pendiente. Quienes creemos en la construcción de una sociedad más justa y no en hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

El Perú requiere de una alternancia en el poder, tal como se da en cualquier democracia que se estime, y debido al atraso que nos han causado todos los caudillismos de nuestra historia. Una administración no tiene por qué estar ligada a la reiteración del mismo rostro en la presidencia, lo que nos remite a liderazgos providenciales y endiosados, que se creen imprescindibles y acaban rodeados de adulonería y corrupción.

Es muy fácil intentar la reelección perpetua cuando se tiene todo el poder y se puede manipular conciencias e instituciones, cuando se puede movilizar la maquinaria y recursos del Estado, cuando se intenta encandilar al pueblo con un carnaval de promesas, inauguraciones y anuncios, someter los medios con una publicidad millonaria o comprarlos para que ataquen a los opositores.

Todo ello ha sido practicado por el fujimorismo en esta campaña escandalosa, pero hay algo más: la re-reelección, tal como está planteada, propicia la prolongación de un modelo por el cual el poder político se vincula al militar en una suerte de alianza que configura un modelo autocrático y tutelado absolutamente repudiable.

Todo esto deberá ser sopesado por los electores a la hora de dar su voto. Es necesario repudiar este intento continuista y optar por una alternativa que nos permita avanzar hacia esa democracia real, con paz y justicia social, con concertación y búsqueda de consensos que fervientemente anhelamos.

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