Opinión Internacional

Francia y Europa

 Las opiniones de Hollande en la cumbre del grupo de los 8 y la OTAN la semana pasada colocan, nuevamente, a Francia en el balance de un mundo más multipolar. Pero no quiero enfocar este encuentro semana en el papel global de la república gala, sino enfocarnos en el desafío de gerenciar la Unión Europea.

Hollande  ha representado los valores de la integración europea más tradicional, fue un gran defensor del tratado que constitucionalizaba la Unión, en un tratado fundacional que acercaba el proyecto comunitario europeo a los llamados “Estados Unidos de Europa” y que fue rechazado en el año 2005. De tal forma, que no hay duda de la vocación europea del nuevo líder francés.  Sin embargo, está bastante claro que no comparte la forma como el Gobierno aleman ha querido mantener a toda costa las políticas para defender el euro, incluso a costa de la caída de los socios más débiles, comenzando con Grecia, pero que quizás seguirían a la saga Irlanda, Portugal, España o Italia.

Hemos dicho muchas veces en esta columna que el “euro” no puede ser considerado el antiguo marco aleman y que la unificación monetaria tuvo costos tan altos, que algunos países aún no han terminado de pagarlas o entender la magnitud de las mismas, como el caso de Grecia. Sin embargo, el proyecto europeo debe mantenerse para seguir viabilizando la paz que la integración trajo a ese continente.

El euro, como moneda única sustrajo a los estados miembros una de las dos políticas fundamentales de un estado, la monetaria, quitándole la posibilidad de manejar el tipo de cambio y dejándolo solo con las políticas fiscales, que ahora los alemanes quieren minimizar al imponer enormes recortes fiscales que impactan en la capacidad de crecimiento de las economías más débiles. Además, el modelo que quiere imponer la Señora Merkel deja a un lado todas las medidas que podrían ayudar a generar confianza en los mercados y la banca, como un seguro bancario europeo único, entre otras medidas.

Este diagnostico lo tiene claro el Señor Hollande y desde la trinchera del partido socialista debería imponer ajustes hacia el crecimiento económico y los programas de ayuda sociales, en un momento en que el optimismo parece flaquear en toda Europa.

No quiero terminar esta cuartilla con un aire pesimista del proceso europeo, por el contrario, creo que la llegada francesa a la discusión puede ayudar a equilibrar todo el esfuerzo político y económico que representa la paz europea y ajustarlo a la velocidad media, entre la Alemania de los carros de alta cilindrada y la tranquila vida de la dieta mediterránea de aceites de oliva y buenos quesos.

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