Opinión Internacional

Galimatías

En menos de siete días, la Administración Bush nos ha facilitado información «fidedigna» sobre el auge de Al Qaeda; la convocatoria, en un plazo de seis meses, de una conferencia internacional destinada a impulsar el diálogo entre Israel y sus vecinos de Cisjordania y Gaza, sentando las bases para la creación «a corto plazo» de un Estado palestino; la detención del «número dos» de la red islamista en Iraq; y un debate convincente, aunque poco fructífero, sobre la cada vez más deseada, aunque siempre hipotética retirada de los tropas norteamericanas acantonadas en tierras babilónicas.

Por si fuera poco, Israel, aliado incondicional de Washington en el Cercano Oriente, trata por todos los medios de minimizar los efectos colaterales del desastre militar de la guerra librada hace apenas un año contra las milicias chiítas de Hezbollah, insinuando que ha llegado el momento de prepararse para un enfrentamiento con Siria, país cuyo ejército ha sido y será la pesadilla del Estado Mayor israelí.

Hace apenas una semana, cuando la Administración Bush decidió «filtrar» documentos confidenciales sobre el excelente estado de salud de la red terrorista Al Qaeda, la opinión pública occidental descubrió estupefacta que la organización terrorista estaba «más fuerte que nunca». Pese a las drásticas y no siempre democráticas medidas adoptadas en los últimos años por el Departamento de Seguridad Interna de los EEUU los expertos estiman que Al Qaeda está en condiciones de perpetrar un nuevo atentado de gran envergadura es suelo norteamericano. Sin embargo, el Secretario para la Seguridad Interna, Michael Chertoff, confiesa que no dispone de información específica sobre los planes de los radicales islámicos. Aún así, considera que es preciso «alertar» a la opinión pública.

Las revelaciones de la Administración Bush no parecen conmover al jefe de la mayoría demócrata en el Congreso, Harry Reid. «El hecho de que Al Qaeda haya logrado reorganizarse no me sorprende en absoluto. Ello se debe al empecinamiento de Bush de mantener el ejército en el escenario bélico de Bagdad en lugar de enviarlo a combatir al verdadero enemigo». Pero, ¿quién es el verdadero enemigo? ¿Los taliban que apuestan por desestabilizar el régimen pro-occidental del General Musharraf? ¿Los comandos guerrilleros que actúan en los confines de Afganistán y Pakistán, obedeciendo las órdenes de Bin Laden? ¿Las temibles y prolíficas agrupaciones islamistas que surgen en el Mediterráneo?

El islamismo radical está en pleno auge. Pero la culpa la tiene, en gran parte, Occidente; la torpeza de Bush y el servilismo de los Gobiernos europeos. En definitiva, cabe preguntarse si quienes deseaban impedir el choque de civilizaciones no han perdido la batalla. Esta batalla, que no la guerra.

La propuesta del actual inquilino de la Casa Blanca de convocar en otoño una conferencia internacional sobre Oriente Medio, destinada a ofrecer el apoyo de la comunidad internacional a la solución del conflicto israelo-palestino parece cuanto menos utópica. Washington ha desperdiciado numerosas oportunidades, coyunturas mucho más favorables que la actual. De hecho, los intentos de eliminación de Hamas del mapa político palestino no han hecho más que ensanchar la brecha entre los distintos sectores de la población. La presencia del ex primer ministro británico, Tony Blair, en la zona, no constituye una garantía para la reanudación de los contactos. Al contrario, Blair tendrá que desembarazarse primero de la imagen negativa causada por su incondicional apoyo a los designios bélicos de Bush.

En este contexto, el reciente anuncio del Presidente Abbas sobre la convocatoria de elecciones anticipadas se interpreta como una provocación «pro-occidental». Y ello, porque el Presidente no tiene potestad para convocar consultas electorales sin el visto bueno del Consejo Legislativo Palestino. Abbas es consciente de ello. Y Hamas, también. Por si fuera poco, el Primer Ministro Ehud Olmert advirtió al Presidente palestino que cualquier intento de pactar con la agrupación islámica, y mayoritaria, podría provocar el «desplome» del dialogo con Tel Aviv. Así, además de fijar las normas de conducta de los palestinos, los estrategas hebreos coquetean con la idea de lanzar una nueva ronda de negociaciones con Siria. Utilizando, eso sí, la vieja máxima romana: Si vis pacem…  
El «nuevo orden mundial» propuesto e impuesto por los Bush (padre e hijo) se resume en una sola palabra: galimatías.

 
 

Escritor y periodista, miembro del grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de la Sorbona (París)
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