Opinión Internacional

Guerra, justicia y libertad

«Djemschid, glorioso hijo de Tahmouras, sometió al universo entero.
El mundo estaba tranquilo, los dives, los pájaros y los peris le obedecían.
El fue quien dijo: ‘Yo impediré a los malos hacer el mal
y guiaré los espíritus hacia la luz bienhechora’…
El Libro de los Reyes (Persia, siglo VI)

(%=Image(3429456,»L»)%)La polarización en las posiciones de la población venezolana frente a la intervención militar de norteamericanos y británicos en Irak resulta mucho mayor que en cualquier otra nación del mundo, con la sola excepción de los propios pueblos británico y estadounidense. Probablemente esta particular situación sea un reflejo de la situación política doméstica de Venezuela y de la amistad de Hugo Chávez con Saddam Hussein.

La simpatías entre los regímenes autoritarios, ineptos y corruptos de Hussein y Chávez han garantizado un mayor apoyo y aprobación de la intervención militar en Irak entre la población venezolana de la que hubiera tenido de otro modo. Muchos sienten que la caída del régimen de Saddam debilita al régimen de Chavez haciendo más difícil para éste resistir la presión en favor de la realización de elecciones, otros más escépticos en cuanto a la posibilidad de elecciones, albergan incluso la esperanza de que los norteamericanos intervengan militarmente en Venezuela para sacar del poder a nuestro Saddam criollo.

En nuestra opinión, este constituye un nuevo triunfo de la perversa maquinaria chavista sobre los venezolanos de bien, al perturbar su capacidad de raciocinio y degradarlos moralmente. Pues como argüiré en lo que sigue, el apoyo y aprobación a la intervención militar ocurrida en Irak constituye un grave error político y ético.

A menos que se sea pacifista, es fácil justificar la necesidad de intervención militar en situaciones de última instancia por parte de un ente mundial, democrático y representativo con el fin de proteger a los pueblos indefensos de las arbitrariedades del Poder. Pero la intervención a Irak tiene poco o nada que ver con esto. Apoyarla implica conceder, de buena gana, a los Gobiernos de dos naciones particulares, el poder discrecional de matar seres humanos inocentes y destruir la infraestructura y el patrimonio histórico de cualquier país subdesarrollado víctima de una dictadura, aún en contra de la opinión del resto de los Gobiernos del Mundo y de la mayor parte de los habitantes del globo. Este es un poder demasiado grande, acerca del cual no existe garantía alguna de que sea usado de forma beneficiosa para la humanidad y respecto al cual, por el contrario, existen altísimas probabilidades de que sí sea utilizado para favorecer los intereses particulares de los votantes y/o grupos de interés de las naciones interventoras. O es que realmente, ¿cree usted que hay garantías de que George Bush o cualquier otro presidente de cualquier Estado, provisto de un poder tan grande, lo usará siempre y únicamente en favor de los intereses de la población mundial, anteponiéndolos a los intereses de los votantes y/o grupos de interés de su propia nación? ¿Cree usted verdaderamente que los presidentes de los Estados Unidos y los primeros ministros de Gran Bretaña poseen cualidades morales superiores que el resto de los mandatarios del mundo y que la mayoría de los ciudadanos del globo?

Esta situación no es distinta a aquella donde un desconocido entra intempestivamente en el hogar de una mujer que es golpeada rutinariamente por su marido, y se lía a golpes y tiros con este último (lo cual puede ocasionar graves daños físicos «no intencionados» tanto en la vivienda como en la mujer y sus hijos). ¿Debemos aplaudir esta intervención? Si el desconocido tenía en verdad buenas intenciones, ¿no era más razonable que denunciara la situación a las autoridades y a los vecinos y que buscara con ellos una acción consensuada?

Conceder a cualquier particular la capacidad de intervenir de manera discrecional en nuestras vidas simplemente por que ello nos resulta beneficioso en una situación particular, constituye una irresponsable y miope cesión de nuestra libertad y autonomía personal. A este respecto, no está demás recordar la fábula bíblica de (%=Link(«http://biblia.com/p0000358.htm»,»Esaú «)%) que, llevado por su momentáneo apetito, vendió su progenitura a cambio de un plato de lentejas .

(*): Economista. Profesor (%=Link(«http://www.ucv.ve/»,»UCV»)%)

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