Opinión Internacional

Hispanos con Jorge

Hong Kong (AIPE)- Los demócratas siguen asombrados por la victoria de Bush y también porque un grupo importante que creían sería siempre de izquierda lo están perdiendo. Se van diciendo: “hasta la vista, baby”.

Esta fue la elección en que los hispanos alcanzaron la mayoría de edad. Dos hispanos fueron elegidos al Senado, simbolizando un amanecer político. Tanto a Ken Salazar de Colorado como a mi compatriota cubanoamericano Mel Martínez de Florida los felicito. Pienso, sin embargo, que los siguientes datos son aún más importantes: 72, 62 y 54. Esos son los porcentajes de hispanos que votaron por Clinton en 1996, por Gore en 2000 y por Kerry este mes. Otros dos números: 50% y 40 millones son, respectivamente, el aumento en electores hispanos en 2004 sobre 2000 y el número de hispanos en Estados Unidos, una nación de 280 millones.

Dos estadísticas más: 22% de los hispanos estaban votando por primera vez y entre estos el mismo número escogió a Kerry que a Bush. Esa puede ser la peor de todas las noticias para los demócratas porque las preferencias partidistas se fijan temprano.

Pero para los republicanos todas son buenas noticias. Confirma el presentimiento de “Jorge” Bush en que bien valía la pena esforzarse en obtener el voto hispano, por su conocimiento de los mexicoamericanos de Texas. Son gente que cree en la familia, que les desagrada el matrimonio entre homosexuales y para quienes izar la bandera es un gesto noble. Al adquirir sus viviendas y convertirse en clase media, la atracción de la “acción afirmativa” pierde peso. ¿Y seguían votando por los demócratas?
Por otra parte, el surgimiento de hispanos republicanos da al traste con las advertencias apocalípticas de nativistas como Pat Buchanan y el desastre dejado por Pete Wilson en California, que el inmigrante Schwarzenegger puede enderezar.

El ingreso de hispanos a la tolda republicana ocurre más temprano que para otros grupos de inmigrantes. Los irlandeses, italianos y judíos, varias generaciones más tarde, tienden a votar instintivamente por los demócratas. Esa lealtad es el resultado de la estrategia del Partido Demócrata por más de un siglo. En el pasado el partido les decía: les damos el departamento de bomberos y de la policía y ustedes nos dan sus votos. Luego el clientelismo se transformó en regalitos como preferencias y cuotas.

El rechazo de los hispanos a la acción afirmativa es sorprendente por tratarse de lo opuesto a lo que nos decían. Los líderes negros dieron por sentado el apoyo hispano y tuvieron cierto éxito en Nueva York. Pero de allí provienen los problemas de los demócratas. El partido se comporta como si los hispanos fueran un grupo monolítico, una minoría agraviada de gente de color. Eso no es lo que sienten algunos recién llegados ni tampoco otros que están aquí desde el siglo XVI.

En el censo de 2000, alrededor del 48% de los hispanos se identificaron como blancos. La etiqueta “hispano” es engañosa porque no se refiere a un grupo étnico sino básicamente a quienes tienen apellidos españoles. Los funcionarios del censo piensan simplificar el asunto para el 2010, motivando a los “hispanos” a que escojan una raza reconocida por los antropólogos. Sigue siendo un misterio por qué a la actriz Cameron Díaz, el pelotero Orlando Hernández y el sindicalista César Chávez los meten en el mismo grupo. Pero claro que algunos activistas desconfían de los cambios propuestos.

John Kerry también cayó en el mito monolítico y le costó caro. Por ejemplo, buscó el apoyo hispano en Colorado con publicidad en las estaciones de radio en español, cuando los políticos locales le aconsejaban hacerlo en los medios en inglés. Una equivocación más cómica fue de su esposa Teresa, quien en un mitin en Alburquerque agarró el micrófono y gritó: “yo soy inmigrante también”. Erlindo Castillo, quien estaba en el mitin declaró al New York Times: “¿Sabe cuál es el problema en nuestro estado? Demasiados mexicanos”.

Diferencias muy grandes son reflejadas por los dos nuevos senadores. Martínez nació en Cuba y en 1962 fue enviado a este país por sus padres que no podían salir del infierno castrista. Los antepasados de Salazar son muy diferentes: vinieron del norte de España en 1582 a lo que hoy es Santa Fe. Casi tres siglos más tarde, antes que Colorado fuese un estado, establecieron una hacienda en el valle San Luis que sigue perteneciendo a la familia. El es representativo del 42% de la población de Nuevo México que es “hispana”, pero se considera europea y, definitivamente, no se consideran inmigrantes.
Esa es la riqueza de la historia hispana. Incluye a los isleños (de las Canarias) que se establecieron en Luisiana en el siglo XVIII y también a los descendientes de españoles y cubanos que han vivido en Tampa desde 1880 y se consideran más sureños que otra cosa. Más recientemente han llegado colombianos, cuyo número e influencia crecen, son orgullosos y no necesitan dádivas. Esas diferencias no las ven muchos norteamericanos.

Los Bush sí parecen comprenderlo y prepárense para el próximo George Bush. El sobrino del presidente, George P., sí es hispano por parte de su madre y tiene aspiraciones políticas. Pero para los demócratas, tantos matices no resultan comprensibles.

(*): Director de la página editorial del Asian Wall Street Journal. Esta columna fue publicada originalmente en el Wall Street Journal, diario que autorizó la traducción de AIPE.

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