Opinión Internacional

Honduras ¿es un contragolpe un golpe?

El mismo día que el presidente Chávez llamó “traidor” e “inmoral” al comandante de las FFAA de Honduras por acatar una orden del Tribunal Supremo de suspender un referendo organizado por el CNE y el Plan República de Venezuela, se pronunció alarmado contra el “intervencionismo” del general Douglas Fraser del Comando del Sur, quien sólo había manifestado no encontrar explicaciones a la carrera armamentista de Venezuela.

En noviembre de 1979 una poblada de fanáticos de la Revolución Islámica asaltó la embajada de EE UU en Teherán para someter a 52 diplomáticos que permanecieron como rehenes durante 444 días durante los cuales el país más poderoso de la tierra agotó todos los medios conciliatorios posibles antes de un intento fallido de rescate. El pasado domingo en Tegucigalpa bastó que el embajador de Venezuela fuera retenido por tres minutos, mientras identificaba su condición diplomática, para que el presidente Chávez amenazara al pequeño país centroamericano con una guerra.

La bravuconada del presidente Chávez, quien insiste en hacer todo lo que está a su alcance para “derrocar” el nuevo gobierno de Honduras, no sólo pone de relieve la grosera intervención de Venezuela en Honduras sino explica la desesperación de los representantes de los poderes públicos de ese país que vieron en la jugada del referendo de Zelaya un complot organizado por el gobierno bolivariano, muy semejante al golpe reeleccionista propinado en Venezuela.

Probablemente los hondureños no olvidaron que en 2007, algunos políticos venezolanos ingenuos celebraron el triunfo del referendo que estaba supuesto a detener “democráticamente” la ambición reeleccionista del presidente Chávez.

¿Vacío de poder?
La mayor resemblanza de los sucesos de Tegucigalpa con un golpe militar fue el desalojo forzado del presidente Zelaya del Palacio presidencial y su traslado en piyamas a Costa Rica, sin duda una acción condenable. Por lo demás no hubo un solo disparo, ni junta militar que reclamara el poder y la sucesión se realizó como lo señala la Constitución, con el respaldo del Tribunal Supremo de Justicia, del Parlamento, del Tribunal Electoral y la Fiscalía General. Y por si algo faltaba, la decisión fue apoyada por el Partido Liberal al cual pertenece el depuesto presidente. En su arriesgada apuesta política, Zelaya sólo confió en la audacia intervencionista del mini imperio bolivariano que más bien precipitó su caída y, por reacción nacionalista, estimuló el apoyo popular.

No deja de ser curioso que dentro de este marco atípico de golpe los reeleccionistas presidentes del Alba, encabezados por el más grande pontífice de la antidemocracia y la intervención en otros países, el generalísimo Raúl Castro, sean los que, con un fariseísmo enervante, exijan el restablecimiento de la democracia en Honduras.

Es muy probable que las amenazas del presidente Chávez también hayan provocado la decisión de EE UU de mantener su embajador y regresar poco a poco a la ambigüedad diplomática tan del gusto del presidente Obama. Vistos los antecedentes de la OEA y permitiendo que algunas cancillerías se desgarren las vestiduras “democráticas”, es perfectamente posible que el nuevo gobierno de Honduras se salga con la suya una vez que celebre nuevas elecciones. Entretanto las repercusiones de la ocurrencia hondureña en el mini-soviet de repúblicas socialistas bolivarianas serán inevitables.

La confusión
¿Cuándo un golpe no es un golpe? se preguntaba The New York Times después de los sucesos de Caracas que siguieron al 11 de abril de 2002. El propio Tribunal Supremo de Justicia sentenció que había habido un “vacío de poder”. Fue necesario que se doblara el número de magistrados y que el presidente Chávez llamara la decisión una “plasta” para que la “jurisprudencia” cambiara.

La ambigüedad de la OEA entonces y de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, quien declaró responsable al mismo presidente Chávez por sus ejecutorias hizo que los presidentes Flores de El Salvador, Aznar de España y Lagos de Chile lo celebraran y otros guardaran silencio.

En aquel caso, como ahora en Honduras, según el presidente Chávez, la inefable CIA estuvo detrás del complot, con la diferencia que entonces el presidente Bush sí le daba órdenes a la agencia de espionaje y ahora, por una suerte de batiburrillo querendón que provoca en el líder bolivariano sentimientos encontrados de te odio/te quiero con el presidente Obama, la CIA actúa por su cuenta en Irán y en Honduras, sin que el huésped de la Casa Blanca se enterara.

Por eso, la singular situación que atraviesa Honduras hace pensar parafraseando al NYT: ¿Es un contragolpe un golpe?

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