Opinión Internacional

Iglesia Católica y Gobierno de Lula: ¿ruptura o manutención de su hegemonía?

A principios de marzo, durante el lanzamiento de la Campaña de la Fraternidad, el secretario general de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), D. Odilo Scherer, acusó al gobierno de Lula de incoherencia con su propuesta electoral y clasificó a Brasil como paraíso financiero. En su declaración, D. Odilo sugirió la revisión de la política social y económica, además de la reducción de las tasas de interés lo que, según su evaluación, sería indispensable para superar la pobreza y corregir el desnivel entre ricos y pobres. Complementó su crítica denunciando el bajo crecimiento del 2,3% del PIB. Tal desempeño sería fruto de la política financiera concentradora.

En São Paulo, la política económica también fue blanco de críticas, El arzobispo metropolitano, cardenal don Cláudio Hummes, dijo que el tímido crecimiento del PIB fue, para todo Brasil, una sorpresa desagradable, por debajo de previsiones que ya no eran satisfactorias. Y que ciertamente “debe ser motivo de reflexión para todos ahora en esta campaña electoral”, Don Cláudio defendió el crecimiento económico y la reducción de las tasas de interés, además de las políticas sociales que no se limiten a transferencia de renta.

Don Cláudio excita al pueblo a exigir que el Congreso investigue las denuncias de corrupción. No se puede, por corporativismo interno, querer salvar las personas porque los partidos se unen en aquello que llamamos grandes pactos de conveniencia o cosas que no acaban en nada. Eso es algo que debe estar lejos de un Congreso que se dice ético, dijo él.

Lula trató de rebatir las críticas afirmando que eran injustas. Varios asesores del gobierno federal le hicieron saber a la gran prensa que la crítica más injusta habría sido la de falta de garantía de empleos y de superación de la pobreza, Causó impacto igualmente la acusación de sumisión del gobierno federal a los acreedores de la deuda externa. Citaron, también, el acceso a la universidad pública para estudiantes carentes de recursos, el aumento de plazas en las escuelas de enseñanza básica, el aumento del salario mínimo y el crédito depositado, además del saneamiento urbano y habitacional y las fábricas de cultura.

Las criticas de D. Odilo superaron el tono de las críticas del alto clero de la Iglesia Católica y desencadenaron varias reacciones públicas de otros obispos. En entrevista exclusiva en el sitio web del Instituto Cultiva (www.cultiva.org.br), D. Tomás Balduíno acusó al gobierno de Lula de ser más neoliberal que el de Fernando Enrique Cardoso.

Lo que ya parecía grave, a pesar de que todavía podía entenderse como un altercado pasajero, fue confirmado como ruptura política a partir de las constantes declaraciones de la alta cúpula de la Iglesia Católica en relación con las críticas del gobierno federal, que se reprodujeron a lo largo del primer trimestre del año.

El día 12 de abril, en Salvador, el presidente de la CNBB, D. Geraldo Majella Agnelo, volvió a la carga, al criticar el allanamiento del secreto bancario del casero Francenildo Costa:

Este es alguien que puede ser aplastado y reventado de una vez sólo porque él es una persona humilde, que habló de algunas cosas que vio. Tal vez sea fácil sacar del juego a este mozo, y que quines sean imputables se vean libres. No es bueno para Brasil, ni para la democracia, todo esto de las denuncias de corrupción, las mentiras y los habeas corpus. De aquí a poco, quien sabe si se deseará regresar al régimen fuerte y, quien sabe si no existen partidos con alguna programación para crear regímenes fuertes. ¿Acaso se reveló todo?

Tales acusaciones indican dos movimientos políticos de obispos del espectro político de centro-izquierda con relación al gobierno federal:

a) En primer lugar, aumentan el tono de la crítica exactamente en el momento en que Lula recupera la popularidad junto al electorado pobre y de clase media;

b) En segundo lugar, se comprueba un análisis crítico unificado del alto clero con respecto al conjunto de las políticas públicas federales.

Hay una cierta tranquilidad de la cúpula de la Iglesia Católica en criticar al gobierno federal más duramente en el momento en que no existe ningún riesgo de inestabilidad política. Esta hipótesis, a pesar de todo, luce menos fundamentada en la medida en que crecen, aunque tímidamente, las voces que vuelven a pedir el juicio político de Lula. En los últimos días, los líderes tucanosN. del T. han venido reforzando la posibilidad de imputar por omisión al Presidente respecto de la formación de lo que el Fiscal General de la República denominó organización criminal en el interior del gobierno.

En artículo publicado en el diario Folha de S. Paulo (13 de abril, A3), Augusto de Franco, ex miembro del Comité Ejecutivo del Consejo de la Comunidad Solidaria (gestión de Fernando Enrique Cardoso) y cotizado para liderar la acción popular para el juicio político de Lula, apela al país a solicitar la apertura del proceso para revocar el mandato del Presidente de la República. El artículo, titulado El Juicio Político Necesario, sugiere que no basta con derrotar a Lula electoralmente; es preciso derrotar las concepciones y las prácticas que reflejen su proyecto de poder. Es difícil que la Iglesia Católica se preste para liderar un movimiento para la revocatoria del mandato de Lula en virtud de la fuerte relación afectiva que compromete su base social con la imagen histórica construida por Lula.

Es verdad que, pasado el mayor período de turbulencia política, la frustración que ya se había expuesto en muchos encuentros de base que comprometían a pastorales sociales católicas pasa a involucrar a obispos que ocupan puestos de liderazgo de pastorales en el interior de la CNBB, Esta lectura revela un posicionamiento más firme de la Iglesia Católica en la movilización de la opinión pública, pautando las políticas sociales y los cambios más determinados frente a la desigualdad social brasilera.

Lo que quiero sugerir es que la Iglesia Católica trata de retomar su liderazgo político después de un largo período de extrema cautela y relativa división interna. Esa parece ser la hipótesis más correcta para interpretar la escalada de críticas (o la permanencia de las críticas) de la alta cúpula católica frente a las realizaciones del gobierno federal, en especial, al núcleo centra del gobierno de Lula.

No deja de ser un movimiento pendular y delicado, que busca consolidar su papel de guardián moral del país, sin que con ello estimule o afiance el aumento de la presión de los partidos de oposición, Una tarea difícil que trata de conciliar tres lecturas distintas que se cruzan al interior de diversas instancias de la Iglesia Católica brasilera: la esperanza de cambio de amplios segmentos de base en relación con el gobierno de Lula (cierta identidad y condescendencia de clase), la crítica ácida y casi oposicionista de liderazgos medios de diversas pastorales sociales en relación a lo que consideran traición y provecho político del núcleo central del gobierno federal; y el equilibrio necesario en la preservación de la legitimidad y del respeto de la Iglesia Católica frente a la crisis política (mas no institucional o económica) que atraviesa el país.

Luce evidente que la cúpula de la CNBB opta por la tercera posición, pero reconoce que su legitimidad pasa por el tránsito que logra establecer con otros segmentos y otras lecturas que acoge bajo su liderazgo.

Es otra caminata más sobre el filo de la navaja en medio de tantas que la crisis política estimuló y reveló desde el año pasado.

* Traducción: Carlos Armando Figueredo

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