Opinión Internacional

Irak y Venezuela

Cinco millones de personas han desfilado por 600 ciudades del mundo, entre ellas las capitales de todas las naciones. Sonará a petulancia, pero que todas las capitales del mundo y varias centenas de sus principales ciudades no sean capaces de reunir más que el doble de una sola de nuestras manifestaciones celebradas aquí en Caracas, habla del nivel de conciencia democrática y coraje cívico que anima a nuestro país. No es malo tener clara la diferencia y esgrimirla como argumento.

Lo señalo no por un estúpido prurito competitivo. Sino porque asombra ver a un mundo entero preocupado hasta la desesperación e, incluso, a riesgo del rompimiento de sacrosantas alianzas militares por una amenaza de guerra contra la tiranía de Sadam. Detrás de esta universal algarabía resuena la supervivencia del mito y la epopeya: David y Goliat. Y no poco maniqueísmo imperial. Si esos cinco millones hubieran desfilado hace unos años exigiendo el fin de esa oprobiosa tiranía y la democratización de Irak, —asunto que no parece interesarle a ninguno de esos millones de manifestantes— posiblemente se hubieran ahorrado las penurias presentes. Pero está visto: al mundo sólo le duelen las dictaduras cuando suenan a Pinochetismo y tienen dolientes de izquierdas. Las otras, no merecen mayores comentarios. Mientras tanto, la declarada guerra que asola a Colombia y amenaza extenderse hasta Venezuela importada por un gobierno tan delirante, tan absurdo y tan autocrático como el de Irak, golpeando al corazón mismo del hemisferio, no echa a correr en escandalosa algarabía a Alemania, Francia o Bélgica, aparentemente angustiadas por la eventualidad de una guerra contra el Irak de Sadam Hussein.

Es más: ya los Estados Unidos han perdido a su más confiable y seguro proveedor de petróleo y aparentemente no ha sucedido gran cosa: ni Chirac ni Schröder parecen mayormente preocupados por una industria petrolera aún más importante que la irakí, que les lleva a mesarse los cabellos en trágica y helénica desesperación. Y Collin Powell, que podría apurar las cosas, pareciera infinitamente más preocupado por los desastres de Sadam que por los de Chávez. Es cierto: éste le está regalando la plataforma deltana y parece dispuesto a regalarle a su madre y a Rosinés si con ello le aseguraran su tiranía.

¿Qué hubiera pasado con Francia, Bélgica y Alemania si en lugar de Chávez ser un caudillo de extrema izquierda —por decir algo— hubiera sido un caudillo de extrema derecha? ¿Si quien gobernara fuera Pedro Carmona Estanga e hipotéticos millones de manifestantes venezolanos hubieran reclamado exactamente lo mismo que nosotros hoy reclamamos: democracia y elecciones ya, paralizando al país en una oleada de paros y huelgas tan impresionantes como las que nosotros acabamos de celebrar?

No es malo realizar el ejercicio intelectual de establecer comparaciones, para caer en la cuenta del maniqueísmo sin medida que determina los intereses de las naciones. Tampoco nosotros estamos de acuerdo con la guerra en Irak. Como, por supuesto, repudiamos la tiranía de Sadam, apenas tocada con el pétalo de una rosa por Bélgica, Francia y Alemania. No es ocioso recordar, en todo caso, que a pesar de los avances logrados en materia de política internacional y la conformación del Grupo de Amigos, seguimos estando solos. A no ser que a Chávez se le antoje montar una industria de armas nucleares. O contribuya —lo que además ya parece comprobado— con fondos considerables para el terrorismo de Al Qaeda- Mientras el asunto sea interno y los muertos los pongamos nosotros mismos, el escándalo será en sordina. Gajes de la política internacional.

Aunque también es cierto: más vale solos que mal acompañados.

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