Opinión Internacional

Justicia Chilena, verguenza para el mundo

Uno de los grandes logros de la humanidad, dentro de los nuevos Paradigmas
del Siglo XXI, son el estricto respeto a los Derechos Humanos; es más,
después de que el juez español Baltasar Garzón encausara al general Augusto
Pinochet Ugarte, quien asoló Chile por 17 años con persecuciones, torturas y
muertes, malversaciones, se logró crear el Tribunal Internacional de los
DD.HH., para enjuiciar a los violadores de éstos derechos y a los acusados
de crímenes de lesa humanidad, los cuales son imprescriptibles.

El ministro de la Corte Suprema de Chile, Orlando Álvarez resolvió rechazar
la extradición del ex Presidente Alberto Fujimori, (a pesar de la
recomendación de la Fiscalía chilena), que había sido solicitada por la
justicia peruana por diversos delitos tanto de carácter económico como de
derechos humanos. Al parecer, este Magistrado, nunca vio TV, nunca leyó un
periódico y nunca supo que al norte de Chile existía un país en el cual un
tirano, que ni siquiera era peruano, violó a su antojo todos los derechos
humanos de ese país hermano llamado Perú. Dentro de los prisioneros de
conciencia que estaban encerrados en las mazmorras de El Callao, se
encontraba, por cierto una escritora chilena. También, hay que recordar que
mandó a fusilar a dos chilenos acusados de espionaje. Claro, eso no lo podía
saber el magistrado Álvarez pues él aun era un niño de pecho e ignorante de
lo que sucedía en el mundo. Seguramente, este arbitrador de justicia tampoco
debe saber a cuantos miles de chilenos hizo desaparecer Pinochet, a cuantos
nos torturó, y cuanto robó su dilecta familia, pues no me van a salir con el
cuento de que con un sueldito de la escala militar, que era menor que el mío
cuando yo trabajaba en la administración pública descentralizada, durante el
gobierno de Salvador Allende, se podía comprar villas y castillos…

Yo sé del señor Fujimori de cuando este era profesor en una universidad
limeña. Tenía un pobre sueldo como el que hemos tenido todos los profesores
universitarios. ¿No se preguntó el señor Magistrado de dónde salían los
cientos de millones de dólares que posee el ciudadano Japonés y pronto en
devenir Coreano (para vergüenza de esos pueblos) con su salario de
presidente y jubilación de académico?

El Estado peruano, que en este momento puede ser un gran socio comercial de
Chile, pidió la extradición del sátrapa asesino pensando en que la división
de poderes de Chile aseguraría un juicio justo. A Fujimori se le probaron,
fehacientemente, en Perú, 10 delitos de corrupción y asociación ilícita y
dos por violaciones a los derechos humanos. Entre estos últimos está el
homicidio de 15 personas, incluyendo un niño, en Barrios Altos, Lima en
1991, y los homicidios de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad
de la Cantuta, en 1992.

Todos estos crímenes fueron ejecutados, como se probó, por la mano asesina
del capitán Montesinos bajo las órdenes de Fujimori, quien decía, al igual
que el tirano Pinochet, que en su país no se movía la hoja de un árbol sin
que él lo supiera. La línea de comando para cuestiones de actividades de
inteligencia, operaciones especiales se iniciaba lógicamente con el
Presidente de la República, como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y, el
Comandante General del Ejército tenia que darle cuenta a él de las
operaciones que realizaban los destacamentos o las otras Unidades de
Inteligencia que había a nivel nacional, manifestó un testigo en un juicio
en Lima.

Chile tenía la obligación internacional de procesar a Fujimori o
extraditarlo. Parece, sin embargo, que una vez más, la Ética de la Justicia
chilena se perdió en el bosque de gritos de los torturados y lamentos de las
viudas y huérfanos. Esos jueces, que actúan así, desacatando la justicia
internacional, haciendo la vista gorda ante los crímenes de lesa humanidad,
serán juzgados algún día, además de sus propias conciencias, por los
tribunales de derechos humanos, pues, deben saber, los crímenes de lesa
humanidad no pagan, el crimen no paga y la omisión, en estos casos es un
crimen.

Como chileno, como periodista, como académico, como miembros de una
organización mundial de DD.HH., me siento avergonzado, una vez más, por la
justicia chilena, la cual ha sido incapaz, entre otras cosas, de indemnizar
a los torturados y prisioneros de conciencia que hubo durante el régimen de
Pinochet. Dios los perdone…

*Periodista, escritor y académico chileno residenciado en Venezuela

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