La “compasión” de los políticos
Se ha puesto de moda entre los políticos hablar de “compasión”. Pero resulta que para ellos “compasión” significa confiscar el dinero de los demás para redistribuirlo con gran alarde: robarle a Pedro para lucirse públicamente dándole a Pablo. Eso no sólo no tiene nada que ver con verdaderos sentimientos humanitarios, sino que tiende a corromper a los receptores de la ayuda, convirtiéndolos en dependientes de recursos de terceros.
Por el contrario, el 15 de febrero se llevó a cabo una acción popular de verdadera compasión. En esa fecha, el Justice Policy Institute estimó que el número de personas en las cárceles de Estados Unidos alcanzaría dos millones. Más de la mitad de esos presos están en la cárcel por delitos no violentos, principalmente relacionados con drogas.
Miles de personas, con auténtica compasión, manifestaron en 37 ciudades; muchos eran familiares de los presos, afectados por las enajenadas leyes vigentes contra las drogas. Ellos sí sienten el dolor de estar separados de sus seres queridos a la fuerza y sufren la terrible injusticia impuesta a hombres y mujeres tras las rejas por nada más que haber fumado, cultivado o vendido marihuana o alguna otra droga.
Los políticos a menudo se refieren a sus propias indiscreciones de la juventud o dicen haber “experimentado” con la marihuana. Pero para los jóvenes de hoy, no se trata de indiscreciones ni experimentos, sino delitos castigados con 5, 10, 25 años de prisión y hasta prisión perpetua. Los abanderados de la Guerra contra las Drogas en Washington exigen castigos cada vez más duros, pero utilizan sus conexiones políticas para lograr tratamiento especial cuando sus propios hijos son detenidos violando las leyes antinarcóticos. Para ellos, la compasión comienza y termina en su propia casa.
La demente Guerra contra las Drogas puede ser la peor crisis enfrentada por Estados Unidos en los últimos cien años. Felizmente, sus días están contados. A lo ancho y largo del país, periodistas, figuras públicas y gente común y corriente se están dando cuenta del horrible daño infligido por esa guerra. La idea que el gobierno ganaría tal guerra, logrando eliminar el consumo de drogas, no se discutía hace cinco años. Hoy es causa de grandes controversias. Mañana será visto como una era de locura temporal.
Una de las razones por las que he lanzado mi candidatura a la presidencia de Estados Unidos es para acelerar el fin de la Guerra contra las Drogas. Y quiero poner al descubierto los daños causados por gente sin compasión.
Mantengo que, de ser electo, en mi primer día en el cargo condonaría las penas de todos aquellos que han sido condenados en juicios federales, acusados por cometer delitos no violentos relacionados con drogas. Los reuniría de inmediato con sus familias, devolviéndoles sus derechos civiles, incluyendo el derecho al voto.