Opinión Internacional

La cuestión

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Si el apellido que portan fuera sonoramente doble, sería distinto.

Si el apellido evocara alguna avenida elegante.

Si contaran, en fin, con un apellido de familia tradicional, los Eskenazi saben, según nuestras fuentes, con detallados fundamentos, que tendrían menos impugnaciones. Ni tanta resistencia crítica.

La evaluación indica que no se trata de ningún escándalo periférico. Motivado por la puja de poder.

El dilema, en adelante, es cultural.

El comienzo del segundo capítulo es aceptablemente efectista. Certifica el grado de patetismo que puede alcanzar la miniserie.

Las sensibilidades alteran, por lo tanto, el contenido del diferendo entre YPF y La Nación. Por las derivaciones de secuencias indeseables del video guionado.

Mientras tanto se busca, abnegadamente, la identidad del esfumado realizador.

El Costa Gavras de entrecasa.

Discriminación

Al caparazón del corporativismo, solidariamente profesional, se le deben anexar, en adelante, para mantenimiento del suspenso, las sutilezas de la cuestión racial.

Aunque la desmientan. Aunque se atenúe la virulencia inexorable del concepto. Pero debe afirmarse, para ser intelectualmente francos, que los Eskenazi se saben discriminados.

Una serie de informes, de supuestas confirmaciones, consolidan la creencia que se transforma en certeza. Detrás de los cuestionamientos, subyace el fantasma tétrico del antisemitismo.

No se trata, para colmo, de la explicable paranoia de ningún judío solitario.

Al cierre de este capítulo, por distintas vías, brotan -según nuestras fuentes- las expresiones comunitarias de solidaridad. Entrecruzamientos comunicacionales que garantizan la información que se suministra. Puentes entre los directivos citados de la empresa -YPF-, con los altos estamentos de las instituciones de la colectividad. Saben de qué se trata.

Trasciende, además, que algunos empresarios, de los pocos que quedan de primer nivel, aunque no participan de la misma confesión religiosa, les expresan adhesiones.

Pudo hurgarse, aparte, en otra evidencia. Un empresario de medios, últimamente bastante mediatizado, también se ofreció, para testimoniar, en el caso de ser necesario. A propósito de los peores atributos, que se les adjudican, tendenciosamente, a los protagonistas involuntariamente involucrados.

Caben, aquí, varias posibilidades, exploratorias de una explicación:
a) Por la contundencia rigurosa de su escritura, Pagni dejó, en el costado del camino, un extraño tendal de damnificados. Los miembros fundacionales de ADACOPA (ver más adelante).

Consta, además, para ser justos, que Pagni, según nuestras fuentes, también recibe incalculables expresiones de solidaridad. Por el infortunio de saberlo -acaso- un perseguido. Al que el gobierno pretende destruir. Un embocado. Al que ferozmente le arrojaron con la totalidad del poder de daño, por la cabeza.

b) Se asiste, entre códigos de fragmentación, y ritos de valores mezclados, a la antesala de la más perversa de las operaciones políticas. Una que, ni siquiera con opio, podía imaginarse.

Contiene el objetivo de llevarse puesto, después de Clarín, también, como obsequio de la casa, a La Nación. Y además sacar del paso, cabe consignarlo, por la dinámica del escándalo, a los Eskenazi. Para satisfacción de De Vido.

c) Tal vez esta sea la variable de interpretación más lúcida.

Con intenciones de radicarse, Argentina ingresa en el centro exacto del enloquecimiento, programadamente colectivo.

Los tres Saguier

La polvareda del texto probablemente sorprenda. Sobre todo entre la solemnidad del mármol. Los compartimentos estancados de La Nación.

Después de dejarle un rincón inofensivo a Bartolomé Mitre, para exhibirlo en una repisa histórica, los hermanitos Saguier -para tormento esotérico de la señora Kinucha Mitre-, se distribuyeron las hectáreas de influencia del diario. Una reforma agraria.

Editoriales, o sea la bajada de línea institucional, para la responsabilidad de Julio.

Redacción, o sea “la perrada”, para Fernán.

Administración, para Luis.

A los efectos de atenuar la problemática aquí enunciada, si es que se verifica y avanza, los tres Saguier coincidirán, en algo, con plena armonía. Tendrán que otorgarle más espacio, y con mayor frecuencia, al ameno predicador Santiago Kovadloff. Y a la perpetua superficie de Marcos Aguinis, el modelo -para seguir al revés-, de Horacio Verbitsky.

El Patriarca

Don Enrique Eskenazi, El Patriarca vigorosamente octogenario, regresa, según nuestras fuentes, en la mañana hoy. Desde las saudades cautivantes de Portugal.

Su presencia tal vez pueda esclarecer, entre el conjunto de sombras, el tono espesamente narrativo de la miniserie.

Después de aprobar la ratificación de las demandas judiciales, por la grosería del video, El Patriarca debe decidir si convoca, nomás, a la conferencia de prensa que promueve Resumil. El sucesor, precisamente, del Embocado Falco.

Desde los salones -la conferencia- del flamante edificio de YPF. Para desconsuelo, y cierta perplejidad, de los involucrados.

Lo deseable, tanto para las autoridades de La Nación, que tal vez se enteran de la gravedad por el presente texto, como para las autoridades de la colectividad de referencia, es que El Patriarca, don Enrique, vuelva, desde el quejoso país del fado triste y del vino calmo, lo suficientemente relajado. Como para distribuir calmantes. Disponerse a bajar los perfiles, las tensiones y rescatar YPF de los diarios.

No obstante, a esta altura, según nuestra evaluación, es tarde. Para desmontar la situación de turbulencia. Aunque, de proseguir, el escándalo sólo resulta conveniente para la eventual estrategia de Kirchner.

Es una suerte, después de todo, que esté Kirchner.

Siempre es positivo contar con alguien a mano. Para echarle la culpa. Aunque la tenga.

Sin ir más lejos, para Pagni, es el gobierno, a través de algún instrumento, el Costa Gavras. El realizador del video guionado que lo embocó.

Después de “horas desesperadas”, como aquellas de Humprey Bogart, Pagni pudo tranquilizarse, según nuestras fuentes, al contemplar el video, en la Grand Premiere del Canal 7. En el ciclo “6 en el 7 a las 8″.

Refieren Gargantas que Pagni perfectamente consulta a los interlocutores:
“¿A vos te parece que puede proyectarse un video de estas características, de 17 minutos, por el Canal 7, la Televisión Pública, sin expresa autorización de Kirchner?”.

En general le responden, según nuestras fuentes, que no.

Vasos comunicantes

A los Saguier los abruma, incluso, según otras Gargantas, la demanda que puede abrir otra ventana en la miniserie. Un camino lateral. Para explorarlo.

Es la demanda encarada, contra Julio Saguier, el comandante del Batallón Editoriales, por Jaime Stiusso.

Cada vez más poderoso, Jaime Stiusso es el sempiterno hombre fuerte de los servicios de inteligencia. Un funcionario, en lo suyo, inapelablemente eficiente.

Inquilino eterno, parte del inventario, oficialista por función. Dice la Garganta que Stiusso parece haber alcanzado, con Kirchner, el cenit.

Altura que mantendrá, con seguridad, si se lo propone, con cualquiera de los sucesores.

La Garganta refiere que, en la demanda de Stiusso, los Saguier prefieren identificar la tutela de Kirchner. A través de la humanidad del pedido. De la frialdad de una orden.

Pero, según nuestra evaluación, se equivocan.

Porque Stiusso, contra Julio Saguier, la juega solo. El partido le pertenece.

Con la misma obsesión con que supo litigar, en escenarios menos tribunalicios, con el comisario Palacios, El Fino (personaje inmanente de cualquier historia).

Saguier, Stiusso y El Fino Palacios. Los tres tientan a componer la utopía de otra miniserie. Para titularla “Milenaristas”. Pero el director, don Asís, la va a rebotar.

Si en La Nación pudieran dedicarse a profundizar. Si evocaran los motivos que sustentan la demanda judicial de Stiusso a J. Saguier (derivaciones del atentado a la Amia), tal vez podrían extraviarse. Por los vasos comunicantes que conducen hacia conclusiones estremecedoras.

Costa Gavras

Las conjeturas se extienden. Como alfombras. El equipo de asistencia técnica del Portal, minuciosamente, las estudia. Como las versiones alucinantemente posibles, que proliferan.

Es una pena, en principio, que Fabián Falco se resista, de tan borrado, a explicar.

A orientarnos. Para saber si es verdad que se registraron, aparte, entre 20 y 25 reuniones más de los falsarios.

El merodeo febril de Los Embocadores, los empresarios truchos. Por bares y oficinas. Capacitados para embocar al periodista extraordinariamente perspicaz.

De ser ciertas las reuniones que -con limitaciones- el Portal investiga, restaría saber si los otros interlocutores también fueron filmados. Como los embocados Falco, Pagni, Romero. Por el émulo de Costa Gavras, filmador de ramos generales. Misterioso realizador que permanece, aún, sin ser descubierto.

Creer que fue Kirchner, para embocar a La Nación, y cargársela, comérsela como si fuera una aceituna verde, es genéricamente indemostrable. Pero recursivo. Permite salir del laberinto.

Adherir a la idea circulante, que induce a sostener que fueron los propios Eskenazi, para desmentirlo a Pagni, y devastar su imagen, es, aparte de una chiquilinada, una obviedad.

Como propagar, con la astucia conspirativa, que se trató de un operativo fílmico de Kirchner, con el propósito de liberarse -para algarabía de De Vido- de los Eskenazi.

O que fue cualquier cruzado anónimo de la ADACOPA.

Es una ONG. Asociación de Damnificados por las Columnas de Pagni (la personería está en trámite).

El dato del realizador no podrá mantenerse tabicado muchos días más.

Palabra del Portal.

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