Opinión Internacional

La Cuestionable Democracia de EU

De los 13 políticos -dos demócratas y 11 republicanos- que el año pasado manifestaron su deseo de buscar la nominación de su respectivo partido a la Presidencia de Estados Unidos, para el primer cuatrienio del siglo XXI, únicamente quedaron cuatro, y de éstos, los favoritos George W. Bush Jr. y el vicepresidente Albert Gore, se perfilan como los finalistas de la gran elección del 7 de noviembre próximo.

La carrera presidencial 2000, en la vecina nación, comenzó hace más de dos años, con el desfile de los 13 aspirantes que intentaban crearse una imagen, pero sobre todo explorar sus posibilidades de recaudar los fondos necesarios para invertir en la precampaña presidencial, que en la actualidad implica el flujo constante de recursos frescos que permitan al precandidato mantener un presupuesto de por lo menos 20 millones de dólares, para poder competir en las elecciones primarias. En este momento, los republicanos George Bush y John McCain se juegan el todo por el todo en las primarias, igual que los demócratas Al Gore y Bill Bradley, y aunque las elecciones para delegados a las convenciones partidistas de julio y agosto, continuarán hasta principios de junio, es casi seguro que para los últimos días del mes próximo, tras los resultados del llamado Super Tuesday, se tenga una idea clara de quiénes serán los dos finalistas.

Lejos quedaron los tiempos cuando los delegados y las adhesiones se negociaban en los famosos cuartos llenos de humo, donde la última palabra la tenían los políticos con poder y dinero. Los precandidatos de la era moderna están obligados a responder a un electorado diverso, cambiante, y que vota más por el hombre que por el partido en particular, por quien ofrece soluciones a los intereses de grupo relacionados con uno o más temas de la campaña.

Según encuestas realizadas durante la pasada década, existe un creciente patrón indicativo de que, en las dos más recientes elecciones presidenciales, en EU, el ciudadano votó con base en asuntos muy específicos, que van desde el tema de los impuestos, la política económica y comercial, hasta el control para la venta de armas de fuego; educación, salud, inmigración ilegal, narcotráfico y desde luego todo aquello ð relacionado con los «valores morales», como la homosexualidad, el aborto, la pornografía y la religión como tutor del Estado, llevada en ocasiones a sus máximos extremos de puritanismo. El sistema electoral estadunidense, único en el mundo y extremadamente complicado, aún conserva, pese a los avances tecnológicos y la transformación de su electorado, tres grandes requisitos que debe cumplir un precandidato para ganar primero la nominación de su partido y después las elecciones presidenciales que se celebran ritualmente el martes que sigue al primer lunes de noviembre, cada cuatro años, siempre en año bisiesto: carisma, conexiones con el poder real del «establishment» y, por supuesto, dinero, millones de dólares.

FINANCIAMIENTOS

Según las leyes actuales, que regulan el financiamiento de las campañas, un candidato que opta por recurrir a las partidas federales para las primarias, sólo puede aceptar una contribución máxima de mil dólares de personas físicas. Los candidatos pueden gastar hasta 50 mil dólares de su bolsillo y deben hacerlo dentro de los límites de cada estado. Si recurren a la ayuda federal, también tienen derecho a recibir hasta 13 millones de dólares en fondos de los contribuyentes, así como financiamiento para las elecciones generales.

Los elevados costos de campaña, la riqueza personal de los candidatos y las estrategias diseñadas para explorar los huecos en el financiamiento, son los retos más importantes para quienes se lanzan en busca de llegar a la Casa Blanca, lo que ya esocvidente en las arcas del joven gobernador de Texas, George Bush, quien hasta el momento cuenta con más de 60 millones de dólares, y también en las del demócrata Gore, que intentará llegar a niveles sin precedente en la recolección de fondos, aprovechando los huecos legales.

En este momento de elecciones primarias, la selección de delegados que apoyarán a uno u otro precandidato, del mismo partido, durante las convenciones políticas que demócratas y republicanos celebran indistintamente en julio y agosto del año electoral, varía de estado en estado y de partido a partido, aunque los precandidatos tienden a concentrarse en las entidades más densamente pobladas y, por lo tanto, con mayor representación y votos electorales.

No cabe duda que el «gran premio» para cualquier candidato, en la elección de noviembre, es California, el estado más poblado y con mayor número de votos populares y electorales, seguido por Nueva York, Nueva Jersey, Illinois y Texas.

PROCESO COMPLEJO

El proceso de las elecciones primarias es tan complejo como la diversidad de razas, posiciones e ideologías que conforman la Unión Americana. Así, mientras los delegados republicanos de 18 estados y el Distrito de Columbia hacen un pacto que los obliga a votar en la convención por un candidato en particular, otras entidades y comités distritales de uno u otro partidos permiten a sus delegados elegir al aspirante de su preferencia, para evitar una posible desunión partidista en caso de un empate entre precandidatos.

El antecedente más reciente de un amarre entre dos precandidatos ocurrió en 1980, cuando el senador Ted Kennedy peleó por la nominación contra el entonces Presidente Carter, y se propició una guerra de delegados que terminó por resquebrajar los cimientos del Partido Demócrata y por fortalecer al binomio republicano Reagan-Bush, vencedor en una de las elecciones más contundentes del siglo XX.

La fuerza de las elecciones primarias, en Estados Unidos, reside en su poder de develar durante los dos primeros meses la identidad de quién será, casi seguramente, el candidato de uno u otro partidos. Por eso los resultados de las primeras contiendas son los más importantes, pues producen un impacto sicológico en el electorado, que ve crecer la figura de un triunfador y del aspirante que, con sus triunfos, asegura la recaudación de los fondos requeridos para continuar financiando su campaña.

2º PASO: LAS CONVENCIONES

Con excepción de la elección presidencial, las Convenciones Nacionales en Estados Unidos, son los actos políticos más importantes del proceso electoral que se efectúa cada cuatro años para elegir al ocupante de la Casa Blanca. Al igual que las Olimpiadas o el Mundial de Futbol, estas reuniones son el escaparate global por excelencia, pues no sólo el candidato se promueve y se vende a la conciencia de los electores, sino también los políticos que buscan ascender en la pirámide del poder mediante la cercanía y las alianzas partidistas.

Llegado el verano, ambos partidos celebran sus convenciones en una ciudad predeterminada -este año, los demócratas eligieron Los Angeles y, los republicanos, Filadelfia-, en julio y agosto, respectivamente. Durante esos actos ambos partidos dan a conocer sus plataformas políticas, especifican sus posiciones respecto a todos y cada uno de los «issues» o asuntos que preocupan al país y a grupos de interés en particular.

Pero lo verdaderamente importante es que de las convenciones surgen los candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia, un amarre que generalmente se negocia a partir de una estrategia electoral que rinda los suficientes votos electorales para ganar la elección.

Por ejemplo, en 1960, John F. Kennedy, oriundo del noreste del país, eligió como compañero de fórmula a Lyndon Johnson, de Texas, para reunir los 29 votos electorales de ese estado del sur y de otros de esa región que, sumados a los del norte de EU a favor de Kennedy, dieron la victoria a los demócratas.

Durante cuatro días, los delegados de 50 estados, el Distrito de Columbia y los territorios asociados de Puerto Rico, Guam y las Islas Vírgenes (los demócratas también reconocen a los delegados de Samoa y de los estadunidenses que viven en el extranjero), debaten los asuntos de interés partidista, reforman reglas internas, cabildean en favor de intereses estatales y locales y se divierten en las una y mil extravaganzas que se organizan siempre con un alto espíritu patriótico y democrático.

Dependiendo de qué partido celebre primero su convención, a mediados de julio, el candidato correspondiente cobra casi automáticamente una efímera ventaja, que suele mantener hasta el primer fin de semana de septiembre, el Día del Trabajo, cuando ð empieza la última etapa de la contienda, está vez entre los dos candidatos finalistas que van por la Casa Blanca.

EL DIA DE LA VICTORIA

Durante poco más de dos meses, los dos candidatos recorren el país palmo a palmo, para intentar convencer a los votantes indecisos, y es en esta etapa cuando invierten millones de dólares en comerciales televisados que en los últimos años se han convertido en campañas de ataque contra el aspirante del otro partido.

Estrictamente hablando, el Presidente de EU no es elegido el día de los comicios. Son los electores presidenciales, conocido bajo el término de Colegio Electoral, quienes en diciembre dan a conocer el nombre del verdadero triunfador. Sin embargo, salvo raras excepciones, la votación popular tiende a coincidir con los sufragios electorales. Y es que, cuando los ciudadanos acuden a las urnas, votan por un candidato presidencial, pero también por los electores que después se reunirán para elegir al Presidente y al vicepresidente. Cada estado de la Unión está representado proporcionalmente al número de sus diputados y dos senadores ante el Congreso. En este sentido, destacan California, Nueva York y Texas como las tres entidades imprescindibles de ganar en cuanto a votos electorales.

La capital de EU, sin voto en el Congreso, es considerada un caso especial, pues se le adjudican tres votos electorales que siempre se han inclinado en favor del candidato demócrata. En los demás estados, la mecánica es automática, pues un candidato que gana la votación popular mayoritaria también gana los votos electorales.

Sin embargo, existe la posibilidad de que un candidato obtenga más votos populares que su oponente y aún así pierda los comicios. Esto se debe a que los electores votan por estados. Por ejemplo, puede ser que el republicano gane copiosamente en algunas entidades con alta densidad poblacional y pierda, simultáneamente, en otras igualmente pobladas, por estrecho margen.

De este modo, sería posible que el candidato en cuestión tuviera en su haber más votos populares que el demócrata, porque entre otros triunfó en Florida, Illinois, Michigan y Ohio, pero perdió por muy poco en California, Texas y Nueva York. Proporcionalmente, los cuatro primeros no llegan a los 90 electores presidenciales, mientras que los tres últimos tienen en conjunto más de 112 votos en el Colegio Electoral. Históricamente, son pocos los casos en que se produjo este fenómeno que inexplicablemente cuestiona el espíritu de la democracia, entendida ésta como el respeto a la voluntad mayoritaria de un pueblo. Durante el siglo XX, cabe mencionar las elecciones de Woodrow Wilson, Harry S. Truman, John F. Kennedy y Richard M. Nixon, que perdieron en el conteo del sufragio popular, pero llegaron a la Casa Blanca por una mayoría de votos electorales.

Los electores presidenciales se reúnen el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, generalmente en la capital de su respectivo estado y, ese día, cada elector vota por uno de los dos candidatos a la Presidencia y uno a la vicepresidencia. Los resultados se envían por correo registrado al presidente pro témpore del Senado. El proceso concluye oficialmente la primera semana de enero, cuando el Congreso en pleno, representantes y senadores, se reúnen para contar los votos electorales y así legalizar la condición del triunfador en su calidad de Presidente electo en los Estados Unidos de América, hasta que asume el poder a mediodía del 20 de enero.

A nueve meses de las elecciones presidenciales, George Bush, John McCain, Al Gore y Bill Bradley visitarán California, Texas y Nueva York muchas más veces que otras entidades, porque la diferencia entre ganar y perder la Casa Blanca está casi sujeta a triunfar en esos tres estados, por cierto, dos de esos poblados cada vez más por estadounidenses de origen mexicano…

Tomado de (%=Link(«http://www.excelsior.com.mx/»,»Excelsior»)%) de México del 20 de febrero de 2000

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